martes, 21 de agosto de 2018

SIEMPRE GALICIA

Galicia, siempre Galicia. Una tierra compleja y siempre sencilla. Posee una gran sensibilidad, una profunda y equilibrada ironía y un gran amor por su tierra.
Vivir en Galicia, significa amar la vida de lleno, amar esa lluvia fina que cae "milagreira", sin cesar, como un riego continuo que hace crecer la hierba y los maravillosos bosques. Vivir en Galicia es amar esos mares oscuros y bravos, unas veces, y acogedores otras; es amar, en fin, la Naturaleza entera.
Aunque en Galicia ha habido muchas guerras: invasiones germánicas, romanas, árabes, combates contra piratas normandos, contra tropas napoleónicas, no hay en ella un personaje que sobresalga. Todas son gente del pueblo que defienden su tierra, su casa, su libertad, porque todos van juntos para un fin común.
 Y cuando los gallegos contribuyeron a la reconquista de España con sus esfuerzos, no ambicionaron para sí pueblos ni condados: solo querían contribuir a que sus hermanos de la Península vivieran libres, sin temer que algún día se viesen ellos mismos avasallados por aquellos a quienes desinteresadamente ayudaban. 
 En Castilla sin embargo, la venganza privada es el alma de la leyenda castellana: el odio nacido de un agravio que se hereda inextinguible de una en otra generación implacable hasta verter la sangre del ofensor o la de sus descendientes. Siempre el móvil de la acción es una pasión material: ambición de riquezas, posesión de una mujer...
En Galicia hay más encantamientos que milagros, más amores que guerras, más tragedias de amor que traiciones, más humor que lágrimas. Las hadas gallegas no usan varitas como las castellanas, tampoco habitan en castillos; son más humildes y sencillas: se ocultan en las fuentes que brotan del suelo, se cubren con una sencilla túnica de lino. Hilan y tejen como las mismas mujeres del pueblo.

Hay muchísimas leyendas que se reparten por toda Galicia. Tal vez la imaginación que los gallegos heredaron de los celtas, la grandiosa naturaleza que configura esta tierra, la enorme preocupación por el más allá, los matices de los campos, el rumor del viento al cruzar los bosques umbríos, el sonido de sus cascadas, los insectos que alumbran, el lamento del búho o del moucho en los pinares, adquieren dentro de la noche, esa negra sombra que asombraba a Rosalía.
El sol, la luna, el mar, los ríos, las fuentes, los bosques, todo cobra entonces poderes sobrenaturales, y dentro de esta Naturaleza nocturna y fantasmal, la ánimas andarán dueñas errantes sembrando la duda, el temor, esa angustia del alma gallega que se resume en los versos de Rosalía.

"Teño medo dunha cousa                "Tengo miedo de una cosa
 que vexo e non sei que é."               que veo y no sé que es."

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