lunes, 30 de abril de 2018

Exposición

El mar, la playa y yo. 

Exposición en " O cafeciño"  ( Ramallosa, Nigran : Pontevedra) durante el mes de mayo



miércoles, 11 de abril de 2018

Os Ancares

Galicia es... hermosa, es dulce y acogedora, es bella y valiente, pero también brava de cumbres con alturas que rozan los 2000 metros.
Es un terreno de sorpresas, de caminar despacio para perderse sin prisa por multitud de rincones serpenteados por ríos que rumorean su habla secreta que acaso solo entienden los álamos, alisos y fresnos que los guardan.
Sus ríos encajonados se abren paso entre montañas de empinadas laderas. Montañas redondeadas por la erosión con fuentes de aguas ferruginosas  a las  que la sabiduría popular le atribuye  propiedades curativas.
Los Ancares principalmente es un espacio de media montaña lleno de contrastes climáticos.El contraste entre las alturas de sus montañas y la profundidad de sus valles le otorga la belleza a sus paisajes.
Visitar los Ancares es recorrer despacio sus valles, adentrarse en sus aldeas para a veces charlar con sus gentes siempre amables. Otras veces es respirar la magia y la tristeza que emana de una aldea abandonada. 
En primavera brotan multitud de regatos por doquier, alimentando de color verde intenso los prados y los brotes jóvenes del bosque, los tintos y blancos de los brezos, los amarillos de los tojos... 

En verano, el verde de los prados y bosques se vuelve intenso en contraste con con el amarillo de las praderas agostadas.
En otoño aparece todo un festival de matices, con pardos, amarillos, rojizos y ocres de los bosques de hoja caduca que alternan de nuevo con el verde de los otros árboles de hoja perenne.
Y ya el invierno, lejos de ser una estación triste tiene su encanto con las nevadas. Troncos con sus ramas cubiertas de musgos y líquenes cuando las nevadas aumentan consiguen un paisaje menos quebrado y mas suave en ondulaciones.

Se encuentran testimonios antiquísimos de la vida humana entorno a estas cumbres siendo la reina de la arquitectura tradicional de esta zona: las pallozas con muros circulares adaptados a las circunstancias especiales del terreno donde se encuentran enclavadas. Viviendas que reunían a hombres y animales bajo un mismo techo y en un mismo espacio.
Además de la riqueza de su fauna y de su flora, el que habita aquí, en los Ancares, es el Silencio. Es un mundo de silencios donde la música la ponen el viento y los arroyos dándole la virtud de la humilde quietud a estos valles con sus lomas y quebradas sembradas de aldeas desperdigadas en las partes más insólitas.
Ancares no se distingue por sus monumentos, es tierra montaraz y caprichosa, partida por mil arroyos desparramados en mil direcciones, elevada hacia el cielo donde la naturaleza manda mucho más que el hombre.
Conocer y valora los Ancares es una satisfacción, conservarlo nuestra obligación.





domingo, 1 de abril de 2018

El Teixedal de Casaio, el bosque perdido

En la vertiente norte de las montañas más altas de Galicia, el macizo de Peña Trevinca, se encuentra el teixedal de Casaio.
 El valle de Casaio, es como un paisaje lunar formado por montañas de escombros de las minas de pizarra.
 Bordeando el curso alto del río San Xil, a 1350 metros de altitud, distinguimos las manchas oscuras de los tejos, mezcladas con abedules, acebos, robles y serbales; los últimos que resisten de una historia que se extiende a lo largo de millones de años. Apenas cuatrocientos o quinientos ejemplares. Es el único bosque que queda en Galicia.
Los tejos son una de las especies más longevas, pues pueden alcanzar los dos mil años de edad. Siempre han estado rodeados de leyendas. Los celtas los utilizaban para adivinar el futuro y, los cristianos los plantaban en los cementerios como símbolo de la vida eterna. El veneno que contiene su madera y sus hojas produce la muerte por parálisis respiratoria.
Los celtas del monte Medulio, últimos defensores de la independencia de Gallaecia frente a los romanos, lo utilizaron para suicidarse antes de rendirse ante los conquistadores, ingiriendo ese fruto rojo tan llamativo.
Un árbol excepcional, que una vez estuvo extendido por toda Galicia, pero del que hoy casi no quedan ejemplares y en ningún caso formando bosques, salvo en el Teixedal de Casaio, en las tierras más inaccesibles y menos conocidas de Galicia. Es una de las pocas reservas de tejo existentes en el planeta, restos de un antiguo bosque atlántico de la época Terciaria.
La época ideal para apreciar la belleza de este singular bosque es en pleno otoño, cuando los frutos de los acebos y los colores de los tejos nos regalan un hermoso paisaje natural.

jueves, 8 de marzo de 2018

ALALÁS

El  alalá es un canto, un canto antiguo y característico de la música tradicional gallega. Algunas fuentes lo sitúan en  tiempos lejanos, en el mismo origen de Galicia y los consideran como el canto mas representativo de la identidad y el alma gallega.


En los Alalás, el canto es originalmente a "capella" es decir, interpretado por la voz humana sin acompañamiento instrumental que ha sido conservado durante siglos en la tradición gallega antes de ser rescatado del olvido por poetas y músicos de la edad romántica.
Los Alalás, son sin duda, cantos muy representativos de la identidad gallega pero que guardan similitudes con otros cantos de raíz de culturas cercanas, y la idea de que se trata de cantos de origen celta es una idea que hoy carece de fundamento antropológico y cultural ya que comparten elementos comunes con otros cantos arrítmicos, y no precisamente los de Irlanda y Escocia sino de territorios peninsulares con los que comparten influencias prerromanas, grecorromanas, gérmánicas, árabes o europeas, llegadas a través de la vía Jacobea.
 No está lejos en el tiempo los duros veranos de siega, en que todos los años, cuando el trigo estaba maduro, llegaban a las dos Castillas hombres de Galicia, de Extremadura, de Cuenca, de las tierra altas de Andalucía, en una emigración temporal y necesaria, vieja como las tradiciones de la tierra, que se repetiría cada año puntualmente. El trigo era mucho y los brazos pocos, y por ello las gentes de tierras de pastos, olivos, donde la labor en el estío era escasa, venían a la inmensa llanura castellana. Hombres, mujeres y chicos, venían en viaje de ida y vuelta por la meseta bajo el cielo azul y el intenso sol estival, formando cuadrillas de segadores que cumplían un rito antiguo de trabajo y camino que hermanaban a las gentes de las y tierras de España.
Para los campesinos gallegos ésta era una antiquisima costumbre que bien pudo alimentar intercambios culturales populares, segadores de castilla, esclavos de sol a sol.

Pero si la música tradicional puede expresar la naturaleza de un pueblo, no hay duda que los alalás, junto con la gaita, representa la identidad gallega.
Feijoo dice : " que nuestro cancionero es el único libro donde las almas gallegas aprenden a leer sus propios sentimientos, sus propias emociones."
Puede ser una canción de cuna, el lamento de un emigrante, la canción de un campesino, la pobreza de la sociedad rural gallega, y por encima de todo la expresión de la morriña, tan característica, del alma gallega.
El alalá, se transformó después en otros cantos como el de ciego, los cantos de oficio y  de profesión, pero sobre todo, en los cantos de arriero, individuos que vivían la soledad de los caminos.

viernes, 9 de febrero de 2018

ZAPATONES: HISTORIA VIVA DE COMPOSTELA



Ataviado siempre con su sombrero, su bordón, sus conchas, sus sandalias, su barba blanca y su actitud sociable, Zapatones era todo un personaje.
Aunque lloviera, nevara o hiciera sol siempre se le podía encontrar en la Plaza del Obradoiro o paseando entre la Alameda, al lado de las tres Marías y el Pórtico de la Gloria. Con su raído hábito castaño y su imagen deteriorada por mil excesos, ha sido el último pícaro conocido del Camino. Era el anfitrión de la Plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela: su CASA.
Creó su personaje. Una imagen emblemática de peregrino medieval.
 Fue "Zapatones"un niño abandonado, huérfano de familia y de raíces, hasta que cierto día estando tumbado frente al Pórtico de la Gloria, el Apóstol vino a hablarle, señalándole su camino de redención: ser peregrino en su propia ciudad.
Muchos habrán oído hablar de él, pero quizás nunca llegaron a conocerle. Otros lo habrán visto, o incluso puede que se hayan hecho una foto con él, sin siquiera saber quien era, puede que ni se lo hayan preguntado, aunque conociéndole, resulta difícil de creer, que el mismo no se lo hubiera dicho.
Creó su personaje con el Jacobeo de 1993: apodo que le puso su hija al verle vestido de peregrino por primera vez que él aceptó de buen grado: "Zapatones". Las buenas gentes le procuraron un disfraz de fraile, con bordón y calabaza, y así se lanzó a dar testimonio por calles, plazas y tabernas.
 Conocedor de mil y una anécdotas, de unos cincuenta años de edad contaba que no sabía con certeza la fecha de su nacimiento. Al parecer, al nacer fue depositado en una " casa cuna", donde pasó toda su infancia. Fue un "crápula" durante su juventud, según sus propias palabras,  y estuvo en la cárcel. Trabajó de camarero hasta que, al final, decidió hacerse "peregrino"
 Había nacido en 1954, en Camariñas, y a finales de 2011, se dice que ingresó en un centro asistencial - el monasterio de Leyre-.
Aunque llevó una vida solitaria y mísera y vivió intensamente en  la calle "Tenía por sala la mejor del mundo: la Plaza del Obradoiro" Acabó por captar la esencia del camino y luego la fue transmitiendo a los visitantes. Afirmaba que la finalidad de la peregrinación es " la búsqueda de uno mismo y el contacto con la naturaleza"
Con un cigarrillo prendía el siguiente  y así iba encadenando los minutos del día. Había sido huérfano, ladrón, preso y rebelde y con el tiempo entrañable y amigo de peregrinos y paseantes. Humano, temeroso, escondido en sí mismo, consumido y amoratado por el alcohol y el tabaco. Juan Carlos Lema Balsas fue hallado muerto en Pontevedra  a los 61 años de edad el 15 de Mayo de 2015. 
Muchos habrán oído hablar de él, pero quizás nunca llegaron a conocerle. Otros lo habrán visto, sin siquiera saber quien era, puede que ni se lo hayan preguntado, aunque conociéndole, resulta difícil de creer, que el mismo no se lo hubiera dicho.
Un personaje mágico que se fue de Compostela.

miércoles, 31 de enero de 2018

Cariño


En la ría de Ortigueira, junto al cabo Ortegal, se esconde este pueblo de nombre dulce y amoroso. Si hay un nombre adecuado para un pueblo gallego, ese es Cariño. Gustan los vivos colores de su flota en el puerto y su viejas casas apiñadas junto al mar.

No es fácil encontrar un lugar en el que se pueda divisar un mar y un océano a la vez, sin embargo hay un lugar, un lugar precioso, como uno de los muchos en esta costa y, este, es el pueblo de Cariño a 94 Km al noroeste de A Coruña.
Tres kilómetros al norte se encuentra el cabo Ortegal,que separa el mar Cantábrico del Océano Atlántico. Un punto mágico, un rincón indescriptible. Frente al Cabo, emergen de las aguas los Tres Aguillóns, tres rocas que desafían la bravura indomable de las aguas. 

Se llega al cabo Ortegal por una estrecha carretera que discurre entre bosques de pinos y eucaliptos  monte abajo, aunque su primer tramo se abre camino monte arriba y según gana altura proporciona estupendas y maravillosas vistas de la ría de Ortigueira y del pueblo de Cariño. Luego, en fuerte caída alcanzamos la punta más septentrional de la Península Ibérica, señalada con un faro cilíndrico de 124 metros sobre el mar.
Son hermosísimas las playas salvajes que rodean la península de Figueroa, la de Fornos de 400 metros de largo, la de Figueiras, más pequeña y recogida, frecuentada por las mariscadoras que siembran y luego recogen su cosecha de berberechos, la de Postiña o Area dos Cabalos que solo es accesible a pie desde las otras dos cuando baja la marea.

De frente: Os Aguillóns, pináculos que el mar ha separado de la punta; hacia el Este la ría de Cariño y Ortigueira y , más allá si la bruma no lo impide, la punta de Estaca de Bares, y hacia el Oeste, los elevados acantilados de Punta do Limo y Vixía de Herbeira, Y el Océano que se extiende más allá de lo que nuestra vista pueda alcanzar. Poderoso, profundo, irascible y salvaje.

Estamos ante las rocas más antiguas de Galicia, muy resistentes a la erosión, cuyo origen se remonta a 1. 160 millones de años.El cormorán moñudo, la gaviota patiamarilla, el mirlo azul, y el paíño común, que cría en los agujeros de las rocas, conviven en este litoral con aves rapaces como el halcón peregrino.
Frente al faro pasan cada año la mayor parte de las aves marinas europeas que emigran por miles. Un espectáculo digno de ser visto.

sábado, 20 de enero de 2018

La soledad de la aldea.

 Decía Lope de Vega:

A mis soledades voy,
 de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No se que tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mi mismo
no puedo venir más lejos.
Ni estoy bien ni mal conmigo,
más dice el entendiemiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta
y solamente no entiendo
como se sufre a si mismo
un ignorante soberbio.

Fue casi sin darnos cuenta que allá por los años 50 comenzó un nuevo éxodo. Se habla de más de 3000 pueblos deshabitados de los que apenas queda el recuerdo. Se ven casi sus aldeas como esculturas modeladas al capricho de la naturaleza. Se han ido diluyendo poco a poco.
Muchos son a los que las luces de la ciudad atraen y deslumbran. Se han marchado los jóvenes y los mayores se han ido quedando solos. Ya nadie volverá a cosechar los campos y cultivar el huerto.
Caminos que se cierran, casas que se desmoronan. Estos lugares pasan a ser el envoltorio de muchos recuerdos, rincón de añoranzas de tiempos pasados, donde un día, no hace tanto, la vida fluía entre las labores del campo y la alegría de sus gentes.
Casas del pueblo con el corazón roto y el tejado hundido son aquejadas del mal del abandono, donde el silencio y la soledad caminan de la mano de arbustos y hierbas que crecen entre sus piedras. A la casa de la aldea la ha partido el corazón el rayo de la indiferencia, la tempestad de la rentabilidad y la dejadez de todos.
Hay una España que se vacía y otra que se masifica y no la oye.
Estamos en Enero y con su color gris acerado de intenso frío parece que las soledades y ausencias  de los lugares son mayores y duelen todavía más.
La dolorosa soledad de convivir sin esperar respuestas ni buscar gratificaciones humanas, al mismo tiempo tener la suficiente paciencia y esperanza para saber que todas nuestras dolorosas soledades, en el fondo, nunca bien resueltas, orfandades de otros tiempos, han servido para algo. Necesitamos saber que " el sentido" culminará y equilibrará nuestra vida, y que "el sentido" no es una explicación que uno se da sino una bienaventuranza que se alcanza.
Esta soledad de ser uno mismo, esta realidad que se alcanza al final de un proceso de autentificación, de ir deshaciendo máscaras y papeles representados, esta es la soledad que nos devuelve el equilibrio y la paz.

Decía Nietzsche que "la valía de un hombre se mide por la cuantía de soledad que le es posible soportar"

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