Los días en que la luna y las mareas lo permiten y cuando apenas asoma el sol y tiñe de naranja el cielo, muchas mujeres de la costa gallega se enfundan en sus petos de plástico y cogiendo sus neumáticos a modo de flotadores, sus capachos y cargando con sus rastrillos al hombro, se meten en el agua y aproximadamente durante unas cuatro horas rastrean la arena mientras el oleaje golpea con fuerza los grandes flotadores negros que atan a sus cinturas.
Están curtidas por el esfuerzo del trabajo físico, no importa su edad, a todas les llega el agua hasta la cintura y se levantan una y otra vez cuando ese mar, no haciendo distinciones, las abate contra las piedras.
Su oficio: mariscar
Es una profesión dura, sobre todo los días de frío invierno donde no hace mucho mariscaban descalzas esperando el momento en que la marea bajara lo suficiente para poder recoger las almejas escondidas bajo la arena unos metros más allá donde mueren las olas.
Un oficio muy antiguo para hijas y nietas de mariscadoras en el que el sueldo era un pellizco con el que las esposas completaban el del marido.
Ahora, los tiempos han cambiado y las mariscadoras se ganan por si mismas la vida en el mar luchando siempre, porque hay inviernos lluviosos que dulcifican el agua ocasionando la muerte del marisco.
La contaminación en la ría es otra de las causas de sus desvelos e incluso las mareas altas convierten el mariscar en una ardua tarea.
Reumas, espaldas doloridas y dolores en las articulaciones apenas tienen importancia para estas mujeres luchadoras, que además del trabajo de recoger el marisco tienen que acondicionar las playas e incluso guardarlas en verano de los furtivos que haciéndose pasar por turistas aprovechan para quitarles el pan. Así es que hay que establecer turnos de guardia desde el mes de junio hasta finales de septiembre alrededor de unas seis horas diarias que es lo que dura la bajamar.
Y después, realizar la resiembra en la playa con nuevos ejemplares juveniles, lo que garantiza el futuro de las mariscadoras.
Cargadores de la isla
mecedla con suavidad,
que lleváis sobre los hombros
a la Reina de la mar!.
Cargadores de la isla
esa que vais a sacar
es la virgen marinera,
que huele a marisco y sal;
Tu, cargador, que no sabes
rezar la Salve, quizás:
si cuando lo saques, meces
el paso con buen compás,
aunque no sepas la Salve,
Dios te lo perdonará
¡que mecer así a la Virgen,
ya es un modo de rezar!
José María Pemán ( 1898- 1981)
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