Llueve y la lluvia golpea los cristales con fuerza, llamando como para que le abran la puerta. La oscuridad no hace nada que ha invadido el valle y ha atrapado al sueño en su propio silencio y, afuera, se oye un lamento colarse entre las abiertas heridas de la casa vieja. Los faroles parpadean asustados ante la naturaleza que reclama y a gritos viene a realizar su penoso trabajo.
Es la danza del invierno que llama, que llega y despierta con rudeza la naturaleza haciendo que toda ella se agite.
Ruge, ruge cuando viene bajando el sendero azotando todo lo que encuentra a su paso. Las hojas mojadas por la lluvia que descansaban al fin para fertilizar la tierra, se ven arremolinadas y asustadas en un rincón del camino no sabiendo muy bien hacia donde dirigirse. Se sabe fuerte, poderoso: es arrogante, es orgulloso. Es el rey. Ante él, todas las fuerzas de la naturaleza se inclinan, mientras pasa arrogante y adusto por entre valles y mares, por entre pueblos y ciudades y todos ante él, ante su poder y su fuerza se esconden en sus casas, temerosos, esperando que abandone el lugar.
Cuando hay temporal, el mar se agita levantando inmensas olas y, en el valle, los eucaliptos danzan al oír el silbido del viento. Se doblan, se descarnan, se desnudan de sus ramas heladas de invierno, mudan su corteza que el viento arranca a mordiscos mientras la lluvia arrecia sin piedad.
SIN EMBARGO
"La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje."
Federico García Lorca
Hay una lluvia violenta; también una lluvia mansa y dulce que penetra sin lastimar la tierra, una lluvia que no se siente hasta que alcanza el ser más profundo de las cosas, una lluvia menuda que danzando se la lleva el viento.
Orballo es melancolía, es agua leve y persistente. Si es más fina se llama "poalla", como polvo de agua, pero también puede llover a "caldeiros." Eso es mucho, muchísimo.
La morriña es como lasaudadey aunque se diga en diminutivo esconde una melancolía atroz. Morriña por la vida en la aldea, por los afectos, por el paisaje gallego de montañas suaves, por la dulzura del idioma, por el sonido de la gaita, por el orballo si no aparece, o por el contrario si aparece el orballo.
Da intimidad y silencio a las almas.
Abajo, en el valle, la niebla otorga al bosque la virtud de un silencio extremo y lo sepulta en capas de tiempo, mientras en las cimas de los montes, el día está luminoso y fresco.
Los mirlos y las pegas, levantan el vuelo a nuestro lado mientras la niebla sigue envolviéndolo todo, llenándolo de misterio.
Después del otoño y, ya pasando Enero, en pleno corazón del invierno aparece, en Galicia, la primera flor: LA MIMOSA.
Esa lluvia de oro que inunda con su aroma orillas, laderas y caminos de bosques.
Simplemente, es un estallar de luz. Es un inundar de aroma. Es la belleza de un árbol que se ha mantenido hasta el momento casi desgarbado y que ha pasado desapercibido durante el resto de los meses del año.
Ah! pero con el andar de los primeros meses, según la zona, y como un nuevo amanecer en un día claro, despliega toda su belleza con una delicadeza insuperable por ninguna otra flor.
Igual que la xesta, esa retama tan querida por los gallegos, también de porte desgarbado como una adolescente que promete una belleza extraordinaria en su madurez, también, como ella, tímida, se repliega sobre sí misma cuando siente la proximidad de algo o de alguien apenas la rozas.
Se le conoce como mimosa o sensitiva, debido al modo en que mueve su follaje al ser tocada o expuesta al calor, incluso también lo hace al atardecer.
Al tocar minimamente sus hojas, estas se cierran inmediatamente y sus tallos menores caen por el peso de las mismas. Este mecanismo de contracción cumple dos objetivos: en primer lugar, simular ser una planta mustia es ideal para protegerse de cualquier posible predador. y en segundo lugar sirve para no perder una cantidad excesiva de agua durante el calor del verano e incluso para resguardarse del viento al reducir la superficie.
Símbolo de la elegancia, la ternura y la sensibilidad. Todavía la Primavera está lejos, la primavera que induce el despertar de la tierra, ella anuncia que no tardará en llegar, y Galicia nos recibe en una mar de mimosas amarillas, que te siguen en caminos y senderos haciéndote un pasillo de aroma dulzón, amable e inesperado.
Llegaron a esta tierra a mediados del Siglo XIX desde Australia y agradecida a ella se ha ido extendiendo colonizando montes y laderas.
Para quien viaja, las mimosas constituyen un recibimiento real, dándole una bienvenida olorosa y visual insuperable. Un espectáculo que nos puede transportar a la infancia más dulce, uno de esos pequeños milagros de la naturaleza que evoca tardes de lluvia y fragancia de leña que se quema en el hogar.
Se acerca el final de 2021. Un año, sin duda, difícil. Los meses de grandes lunas con nombres llamativos han quedado atrás. En Junio fue la luna de Fresa, la de Trueno llegó en julio, la Azul apareció en Agosto y en septiembre apareció la luna de la Cosecha.
La Reina del Cielo. La última luna del año, la llamada luna fría. Luna llena de largas noches.
Como en algunos pueblos yo también cuento a la luna alegrías y tristezas
Es el ojo de la noche, que ve todo lo que sucede en una etapa del día considerada prohibida. Tiene un papel regulador de las mareas, las lluvias, las aguas, las inundaciones y estaciones, por lo que se convierte en la mediadora entre el cielo y la tierra.
Las fases de nacimiento y muerte de la luna simbolizan la inmortalidad y la eternidad, la renovación perpetua.
La luna llena significa plenitud, poder espiritual.
El cuarto menguante representa el aspecto siniestro y demoníaco mientras que el cuarto creciente representa la luz, el crecimiento y la regeneración. Los tres días que la luna no está visible representa el descenso del dios al mundo subterráneo del que emerge.
El fenómeno de las mareas, intentó ser explicado desde tiempos antiguos; algunos lo atribuían al sol, el cual hacia mover y rotar los vientos.
Platón creía que eran producidas por un animal que habitaba en una caverna.
Isaac Newton fue el primer científico que explicó que las mareas son el resultado de la atracción gravitatoria que la luna ejerce sobre la tierra.
Los marineros creían que la luna no solo afectaba las mareas, si no también al cerebro de algunas personas y también a los ojos, produciendo una ceguera temporal en aquellos navegantes que se quedaban dormidos exponiéndose a sus rayos.
Ambos, la luna y el sol juntos representan la perfección, el matrimonio sagrado entre el cielo y la tierra. el rey y la reina, el oro y la plata.
En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas,
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes
de los amores de luego.
Miguel Hernández
Ya, apenas se ven; eran amarillos, regordetes, depositarios de ilusiones, temores, deseos y noticias. Presiento que sus bocas se abren cada vez menos.
En mi caja de cartas aún late la vida. Hay cartas de cuando los amigos nos escribíamos. Ahora, tienen la edad de su tiempo y las ha puesto amarillas.
Que bonito era recibir una carta!, qué emoción rasgar el sobre y leer!; nos asaltaba el impulso de contar y manifestar nuestros afectos, nuestros recuerdos y hasta nuestras desgracias a través de aquellas cuartillas que llenábamos de palabras, para releerlas después, luego doblarlas y guardarlas donde siempre : con las otras.
Ahora, los que entonces escribíamos, sentimos nostalgia del hecho mismo de rasgar un sobre, de desdoblar el papel con parsimonia, o con nervios o con torpeza, pero la nostalgia ya no es lo que era, porque antes el amor tenía su misterio.
Antes escribíamos cartas y esperábamos con ansia la respuesta que había de traernos el cartero.
Han pasado muchos años desde que dejamos de escribir cartas a mano. Era todo un arte y alrededor de una carta personal siempre había un ritual.
No hace tanto tiempo, almacenábamos nuestra memoria y la familiar en álbumes fotográficos y también en cartas. Recuerdos de lo que habíamos vivido y también recuerdos de las personas que amamos, todos ellos guardados con cariño en trozos de papel.
¿ Como vamos ahora atesorar nuestros amores cuando el paso del tiempo nos borre la memoria o nos engañe con cosas que no sucedieron, con historias truncadas, con nombres difusos?.
Los llamativos buzones de Correos languidecen por las calles y plazas de las ciudades, sin poder presumir de su esplendido pasado cuando se multiplicaban por las esquinas. Presiento que sus bocas se abren cada vez menos.
En cada piedra un suspiro, en cada piedra un pecado, en cada piedra un sueño, en cada piedra un dolor...
Y en cada gota de lluvia un llanto, un sollozo apenas audible, un recuerdo amable imperecedero, a pesar del tiempo y de esa lluvia que cae sin desaliento día tras día. Y es que volver a Compostela es como volver a casa, es como volver a hablar con el alma que un día soñó una promesa.
Se oye el eco fiel de una campana de la Catedral, grave, fuerte, que va rebotando en las piedras, besándolas; esas piedras que forman la mágica atmósfera de esta ciudad como en ninguna otra.
Me gusta la luz amarillenta de sus farolas, sus reflejos en los charcos, esos que se han ido formando con las pisadas del tiempo.
Oigo la vida detrás de mí y, mientras recorro los senderos del recuerdo oigo su murmullo, sus versos, su canción. Y me acerco... Solo se oyen mis pisadas en la noche, así es como a mí me gusta volver a Compostela. Me acerco al final de mi camino. No se lo que me aguarda, allí, detrás de aquella esquina o bajo aquel soportal. Presiento algo incierto, quizás amenazador en la oscuridad de la noche, pero en lo alto la luna llena ilumina el resto de mi viaje, siempre viva, siempre esperanzadora y poco a poco me va envolviendo la noche con su eterno abrazo. He llegado a casa.
Las Leyendas, igual que los mitos, casi siempre tienen un fondo de verdad; una verdad que las hizo nacer y desarrollarse. Buena parte de la historia está hecha de tradiciones orales y a ellas, hay que recurrir cuando se pretende hurgar en su origen.
En el corazón de Galicia, en las tierras por las que discurre el río que da nombre a esta comarca, el Deza, está ubicado, el actual Santuario de Nuestra Señora de O Corpiño, en la falda del monte Carrio.
Miles de gallegos, procedentes en su mayoría del medio rural, acuden los días 23 y 24 de junio al santuario de la Virgen de O Corpiño, a quince Km de Lalín, para curarse de los males más temidos por el pueblo gallego: el meigallo o embrujamiento, que ha llevado a quien lo padece a sufrir serias enfermedades, incluso a volverse loco. Se le atribuye fama de curar enfermedades del alma como mal de ojo, depresiones, embrujos o posesiones de espíritus malignos.
En el santuario gritan, babean, escupen, muerden, gimen y blasfeman, hasta que consiguen arrojar de su cuerpo al demonio.
La romería de O Corpiño, no es la única de estas características que se celebra en Galicia. Existen cientos de lugares a los que se acude para ahuyentar a los demonios, pero, quizás, ninguno goza de la popularidad y devoción de esta que la ha llevado a convertirse en una de las manifestaciones religioso-profano-económicas más importantes del país. Se va buscando preferentemente, que el milagro aleje al demonio, aunque la fama del santuario es tan grande que en él puede encontrarse el remedio a cualquier mal.
Se cree que esta virgen ejerce poderes sobrenaturales sobre los que padecen trastornos mentales o cualquier otra dolencia, por eso miles de personas acuden cada año buscando que el milagro aleje el meigallo de su cuerpo. Participan en lo que se ha llamado una terapia de grupo, protagonizando escenas que van desde lo divertido a lo trágico, en medio de un ambiente de gran tensión, misterio y devoción.
Los enfermos gritan histéricamente resistiéndose a entrar en el templo, porque la tradición asegura. que gritando, maldiciendo y resistiéndose, desaparecen todos los males.
El griterío de los que acuden a remediar sus enfermedades, se confunde con la música de los últimos éxitos de Julio Iglesias, Bertín Osborne, Ana Kiro, que llegan de los puestos de feria próximos, en los que se ofrecen desde castañas contra la envidia, escapularios y estampitas, a pan, pasando por pulpo y cerezas, con las oraciones que a través de la megafonía llegan desde el interior del templo.
La puesta en escena, antiguamente era mucho más histriónica, en la actualidad el momento de mayor devoción se produce cuando la Virgen de O Corpiño es sacada a hombros para la procesión.
Un griterío ensordecedor inunda el lugar, al tiempo que empujones y codazos ayudan a encontrar un lugar privilegiado, pues hay que conseguir que la imagen sea pasada por encima del enfermo que agachado o tumbado intentará tocar su manto. Los lamentos y gritos se reproducen de tal forma que no consiguen ser apagados por el repique de las campanas y la música de la banda que figura al frente de la marcha. La conmoción es general mientras dura la procesión y, solo cuando la Virgen ha vuelto al templo, retorna la calma. Es, entonces, cuando llega el momento de volver a casa o de sumarse a la fiesta organizada por los mozos del lugar.
Desde algún lugar una campana deja oír su tañido como un largo lamento, faros sonoros que han acompañado a caminantes, peregrinos y habitantes de pueblos y aldeas.
Chis...silencio..No hagas ruido
¿No lo oyes? Es la caracola del tiempo
el tic tac asesino de la vida.
Es el viento de la muerte que sopla
y te lleva sin remordimientos.
En medio de tanto parloteo, de tanta información, de tantos ruidos y sonidos que hacen parte del ambiente, se hace obligatoria una pausa en el camino para que entre el silencio.
Y aún así, hay silencios que gritan, que duelen, que hieren y yo vago, como un fantoche, como alma en pena, como sombra sin ruido, como un clamor desolado.
Y luego, llega el silencio, el silencio que apaga el brillo de las hojas, el silencio que hace que se escuche el titilar de las estrellas, parece que el aire se ausenta y apenas, muy apenas, se oyen los rumores del alma.
Están demasiado calladas, demasiado silenciosas, deberían tocar y tañer en un largo lamento que inundara calles, pueblos, prados y valles.
Nos hemos quedado demasiado huérfanos de ternura, de sabiduría, de templanza, de complicidad.
Se han ido, han dejado que se fueran sin despedirlos si quiera, aquellos de mirada cansada, tierna, amorosa, en donde podíamos refugiarnos de la vida.
Dicen que los abuelos nunca mueren, se vuelven invisibles y duermen para siempre en nuestro corazón.
Soledad de ausencias, silencios de granito, murmullos de agua, sombras de carballeiras, susurros del viento, repiqueteo de lluvia, siempre incansable, aroma de pinos, ulular de búhos en la noche.
Castillos, leyendas, meigas, magias y exorcismos. Morriñas, bosques encantados, alboradas y muiñeiras, romerías y santuarios.
La luna llena en el cielo estrellado, la niebla y sus jirones de algodón, el estruendo del mar batiéndose contra las rocas, su color, su aroma de sal, su llamada.
Escolleras, puertos abrigados en temporales, mujeres valientes de sal y de mar, hombres fuertes y generosos.
Tierras verdes, acantilados inmensos e intensos donde perder la vista en horizontes y sueños.
El océano Atlántico y el mar Cantábrico, juntos conforman el gran paisaje marino de este país: el del horizonte perdido en el infinito.
El océano construye un mar de arena y el mar un océano de rocas esculpidas por las olas. Cuando calienta el sol, océano y mar reposan sobre el lomo arenoso de la playa interminable y acarician con suavidad la piedra salada para que irradie el blanco de espuma.
El mar, en la noche, es una maravilla. Estar ahí quietos, flotando, bajo las estrellas, no hay nada igual...
Navegar por la noche es una experiencia fantástica, tanto si se hace a la luz de la luna, como en mitad de una noche cerrada. Soltar amarras de madrugada en una preciosa noche estrellada y con la mar como un plato reflejando todas las luces de la costa que poco a poco se desvanecen en la oscuridad produce una extraña emoción.
Navegar de noche, especialmente en aguas atlánticas supone el poder observar el efecto desconcertante de la fosforescencia del fitoplancton que activado por la hélice del barco va dejando una preciosísima estela de luz verdosa que se asemeja a la cola de un animal fantástico. Y si se tiene la suerte de tener un encuentro con delfines en una de estas zonas ricas de fitoplancton, entonces se pueden ver iluminados debajo del agua en un efecto tan mágico como fantasmagórico.
Si no hay luna, el cielo es grandiosamente negro y plagado de un infinito número de estrellas como posiblemente nunca se halla observado en ningún otro lugar. Y...al amanecer si la atmósfera está cargada de humedad, se ve al cielo vestido de bellísimos colores pastel, con suaves tonos rosas, amarillos y azules. En estos momentos los primeros rayos del sol producen sobre las olas brillos dorados en un intenso rielar.
En la noche oscura se pierde la sensación de profundidad y es difícil evaluar las distancias. En general, la distancia, es mucho mayor de lo que nos parece. Es aquí donde el radar ayuda y enseña a valorar lo que puede ocurrir a nuestro alrededor.
La visión es pobre e inconscientemente se presta mayor atención a todos los demás sentidos. Se está más alerta sin pensar en nada más, haciéndonos más conscientes de los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor y así, de esta manera, nos hace sentir más vivos.
Sismundi es una aldea de unos cien habitantes, perteneciente al ayuntamiento de Cariño.
Situado al norte de La Coruña, limita con el Mar Cantábrico, Ortigueira y Cedeira.
Se encuentra entre la Sierra de A Capelada y la ría de Ortigueira. La mayoría de la población se concentra al pie de la sierra donde hay mayor protección y donde el suelo es más fértil, aunque la escasa agricultura que se da aquí es de uso personal.
La sierra de Cariño, con alturas que superan los quinientos metros, dan lugar a acantilados con fuertes pendientes que contrastan con la llanura que forman varios de sus ríos al desembocar en el mar.
En aquellos tiempos en que en los hogares no se encendía el fuego durante tres días, después de que un familiar emigrara, poco más que las cartas les quedaban de consuelo a los emigrados a UruguayArgentina.
Contemplando las olas de otro mar, imaginaban que besaban su arenal natal.
La sensibilidad de Lorca hacia Galicia se siente en sus poemas; para él, Galicia estaba incompleta sin sus millones de gallegos de la "Quinta provincia gallega" Buenos Aires.
Históricamente la emigración del pueblo gallego se ha debido a factores políticos, económicos y sociales. Actualmente se estima que 10 millones de personas de ascendencia gallega dispersas gran parte de ellas, en Europa y América, aglutinados miles de ellos alrededor de "Centros gallegos"
El mayor grupo de personas de ascendencia gallega reside en Argentina, con más de 100.000
gallegos siendo conocida como la "Quinta provincia gallega"
En "Cantiga do neno da tenda", Lorca refleja el sentir de los numerosos "niños de la tienda" que hablaron para siempre a través del poeta.
El alalá es un canto, un canto antiguo y característico de la música tradicional gallega. Algunas fuentes lo sitúan en tiempos lejanos, en el mismo origen de Galicia y los consideran como el canto mas representativo de la identidad y el alma gallega.
En los Alalás, el canto es originalmente a "capella" es decir, interpretado por la voz humana sin acompañamiento instrumental que ha sido conservado durante siglos en la tradición gallega antes de ser rescatado del olvido por poetas y músicos de la edad romántica.
Los Alalás, son sin duda, cantos muy representativos de la identidad gallega pero que guardan similitudes con otros cantos de raíz de culturas cercanas, y la idea de que se trata de cantos de origen celta es una idea que hoy carece de fundamento antropológico y cultural ya que comparten elementos comunes con otros cantos arrítmicos, y no precisamente los de Irlanda y Escocia sino de territorios peninsulares con los que comparten influencias prerromanas, grecorromanas, gérmánicas, árabes o europeas, llegadas a través de la vía Jacobea.
No está lejos en el tiempo los duros veranos de siega, en que todos los años, cuando el trigo estaba maduro, llegaban a las dos Castillas hombres de Galicia, de Extremadura, de Cuenca, de las tierra altas de Andalucía, en una emigración temporal y necesaria, vieja como las tradiciones de la tierra, que se repetiría cada año puntualmente. El trigo era mucho y los brazos pocos, y por ello las gentes de tierras de pastos, olivos, donde la labor en el estío era escasa, venían a la inmensa llanura castellana. Hombres, mujeres y chicos, venían en viaje de ida y vuelta por la meseta bajo el cielo azul y el intenso sol estival, formando cuadrillas de segadores que cumplían un rito antiguo de trabajo y camino que hermanaban a las gentes de las y tierras de España.
Para los campesinos gallegos ésta era una antiquisima costumbre que bien pudo alimentar intercambios culturales populares, segadores de castilla, esclavos de sol a sol.
Pero si la música tradicional puede expresar la naturaleza de un pueblo, no hay duda que los alalás, junto con la gaita, representa la identidad gallega.
Feijoo dice : " que nuestro cancionero es el único libro donde las almas gallegas aprenden a leer sus propios sentimientos, sus propias emociones."
Puede ser una canción de cuna, el lamento de un emigrante, la canción de un campesino, la pobreza de la sociedad rural gallega, y por encima de todo la expresión de la morriña, tan característica, del alma gallega.
El alalá, se transformó después en otros cantos como el de ciego, los cantos de oficio y de profesión, pero sobre todo, en los cantos de arriero, individuos que vivían la soledad de los caminos.
Así se conforma esta tierra, entre brumas suaves, delicadas, que borran los perfiles y los contornos de las cosas.
Entren brumas, la conciencia se disuelve y pierde la necesidad de asimilar y registrar el presente.
Conforme se acerca la noche, la niebla es más densa. Los perfiles desaparecen, la bruma me va cercando y ya casi solo distingo mis manos.
La luz se apaga cada vez más temprano y entro en el
reino de las sombras. Miro dentro porque fuera ya no existo.Todo a mi alrededor ha desparecido y solo quedan mis adentros.
Actos y sensaciones que parecen haber sido vividos sin ser registrados en la conciencia se convierten finalmente en la materia que ha hecho mi propia vida.
Intento mirar más allá de la bruma: Unas rocas se insinúan entre las sombras.
Intento descubrir las siluetas de los pinos y no lo consigo aunque estoy dentro de ella y aquí, en el interior de la bruma intento conectar con mis muertos. Cerrar los ojos y sentir su presencia añorada, preguntar qué es lo que tienen que contarme, qué quiero contarles yo, tender las manos...recuperar las horas perdidas... reparar lo irreparable.
Todo el día caminando entre brumas la niebla acaba por convertirse rocío en mi piel, me penetra hasta los huesos.
El descenso de la luz y la luna negra, en la que intento descansar me hace ver las cosas con otra perspectiva, me predispone a la tristeza, que es otro cristal con el que ver las cosas. Habla una parte de mi, la más reprimida, la más olvidada y sin embargo, la más verdadera. Mientras la noche envuelta en el perfume de la bruma ha terminado por borrar hasta los contornos de las sombras.
Fue realizando todos los rituales que todo peregrino debe conocer y seguir durante su andadura.
Dejó una cruz hecha con ramas recogidas en el Camino..
Bebió vino de la fuente de Irache en Navarra.
Esta fuente ofrece vino y agua gratis a los peregrinos.
Colocó una piedra en el Camino para alertar a futuros caminantes que iban por el camino correcto.
En la actualidad ha cambiado el sentido de esta tradición ya que ahora colocar la piedra es sinónimo de arrepentimiento o sufrimiento espiritual. Al apilar la piedra o dejarla atrás pasará lo mismo con el dolor.
Tiró la piedra, con la que salió de su lugar de origen, en la Cruz de Fierro para librarse de todas las culpas y penas que haya sufrido en su vida.
Y el Camino poco apoco va ofreciéndole las condiciones propicias para conversar con la sombra que le sigue a donde vaya Llega, agotado, descalabrado, los ojos hundidos, los pies lacerados y las manos encalladas de tanto apretarlas contra el nudo del bastón. Nervioso por llegar y besar el Santo, este será el momento más importante en la vida de ese peregrino. Mañana llegará a Compostela como estaba previsto. Poco a poco van sumándose hileras de peregrinos al camino, como una arroyo al que fluyen otras corrientes. Los peregrinos apuran el paso pues ya se presiente que la ciudad está muy cerca y en nada se está en el monte del Gozo. En ese punto desciende deprisa y entra en la ciudad por la Puerta Francesa, que era antiguamente la entrada más importante de las siete que había. Ya en el casco viejo toma las Rúas das Fontiñas y dos Concheiros, se sigue por la Rúa de San Pedro y entra en las Rúas das Casas Reais y das Ánimas para desembocar en la Plaza de Cervantes. Ya no queda casi nada. Avanza por la Rúa de la Azabachería y sale a la Plaza de la Inmaculada. Al fin: La Plaza del Obradoiro.
Ha llegado, el camino ha terminado, la peregrinación ha llegado a su fin. Busca entonces el centro de una de las plazas más bellas del mundo. No olvida que la admiración es el peldaño previo al amor. Por eso, Santiago de Compostela enamora a quien la visita y conoce.
Cuando se ejerce sobre el cristal una presión mayor que su resistencia, este se quiebra, salta en mil pedazos que ya nadie puede volver a recomponer. Así se puede romper una amistad. Cada quien tiene sus razones para ser como es y la amistad es el hilo que une nuestra experiencia con la de los otros. "A veces sirve para que nos conozcamos mejor viendo como nos ve el ojo del amigo" (Gala)
Hemos nacido para entender y para querer. Un amigo es un testigo de nuestra vida que intenta ver las cosas desde nuestra propia perspectiva. A veces tenemos que recordarle a alguien que camine a nuestro lado, que intente ver la vida desde la perspectiva en la que nos encontramos porque no está siendo capaz de comprendernos del todo.
Es una invitación para quien nos juzga nuestra forma de actuar o de ser. Una invitación a que juegue, decida y avance.
La amistad construye identidad: estamos hechos de ellos - de los amigos_ y ellos, de nosotros. Resiste el tiempo y la distancia, algo que no ocurre con otros vínculos. Una vez que la amistad se construye, es eterna, resiste hasta lo más terrible que nos sucede: la muerte.
Tenemos amigos en el más allá; al otro lado de la vida y por supuesto serán amigos para siempre.
Los científicos han descubierto que la actividad cerebral de una persona cuando está en peligro es prácticamente idéntica a la que despliega cuando su amigo lo está. Nuestros amigos se convierten en parte de nosotros, no en sentido poético o metafórico, sino real. Literalmente nos sentimos amenazados cuando nuestros amigos están amenazados.
El amigo forma parte de cada uno de nosotros. Si deja de estar a mi lado, entonces, en cierto sentido, he muerto con él. Hacemos del otro una parte esencial de nuestra existencia y...,si hay separación, si hay partida, algo de nosotros muere, pues antes de que hubiera tenido este amigo no era "yo mismo" todavía.
El ser de uno se convierte en parte del ser de otro y al revés.
El Amor: (Amor = Amistad)
el amor es comprensivo,
el amor es amable,
el amor no tiene envidia,
el amor no presume,
el amor todo lo cree,
el amor todo lo espera,
el amor todo lo soporta,
el amor no acaba nunca...
Por eso no existe la amistad como algo dado; hay que construirla siempre.
Hace algún tiempo un hombre extranjero con los ojos de un azul intenso como el mar, miraba la arena de la playa embadurnada de agua y sal a la que iba dándole forma, construyendo castillos de elevadas torres adornados con almenas y flanqueados por grandes fosos.
Una y otra vez perdía su mirada en el horizonte y construía y esculpía con sus manos figuras que más tarde la marea alcanzaba dejando montones sin forma, pués las esculturas de arena duran a veces lo que dura un suspiro o lo que tarda la marea en subir y alcanzarlas.
Entre sus manos la nada y un infinito asombro.
De su capacidad de asombro ante el universo y de la reflexión ante el misterio del espacio y de la vida que lo llena, va amontonando arena, para expresar este asombro, que en definitiva es la única riqueza que puede tener el hombre.
La gente detenía su paseo, se le acercaba y le dejaba algunas monedas al mismo tiempo que hablaban intercambiando experiencias.
Un y otra vez el viento secaba y deshacía las esculturas y una y otra vez el escultor las levantaba desafiándolo.
Un invierno, el viento desató su ira con tal furia y agresividad que hizo que la playa desapareciera bajo sus aguas, solo quedaba un pequeño acantilado de arena sin orillas de espuma.
Desde aquel pequeño acantilado observaba como las olas habían borrado todo rastro de su existencia. La playa ofrecía de nuevo su imagen habitual. Toda la arena quedó plana y uniforme. Era como si nunca el castillo hubiera existido.Entonces el escultor de arena despareció.
Tal vez, se dirán los paseantes, tenga algún significado o tal vez no. Tal vez se limitaba a jugar con la playa, con el viento y con el mar. Tal vez le gustaba percibir el calor del sol sobre su cuerpo, percibir el sonido de las olas y sentir el tacto de la arena. Igual quiso soñar como aquel otro que "quiso volar igual que las gaviotas".
Quiso volar igual que las gaviotas, libre en el aire, por el aire libre y los demás dijeron, ""¡pobre idiota, no sabe que volar es imposible!"".
Mas él alzó sus sueños hacia el cielo y poco a poco, fue ganando altura y los demás, quedaron en el suelo guardando la cordura.
Y construyó, castillos en aire a pleno sol, con nubes de algodón, en un lugar, adonde nunca nadie pudo llegar usando la razón.
Y construyó ventanas fabulosas, llenas de luz, de magia y de color y convocó al duende de las cosas que tiene mucho que ver con el amor. En los demás, al verlo tan dichoso, cundió la alarma, se dictaron normas, ""No vaya a ser que fuera contagioso..."" tratar de ser feliz de aquella forma.
La conclusión, es clara y contundente, lo condenaron por su chifladura a convivir de nuevo con la gente, vestido de cordura.
Por construir castillos en el aire a pleno sol, con nubes de algodón en un lugar, adonde nunca nadie pudo llegar usando la razón.
Y por abrir ventanas fabulosas, llenas de luz, de magia y de color y convocar al duende de las cosas que tienen mucho que ver con el amor.
Acaba aquí la historia del idiota que por el aire, como el aire libre, quiso volar igual que las gaviotas..., pero eso es imposible..., ¿o no?...
Tocan a muerto, se oye el tañer de la campana por el valle arrinconando al silencio. Es un sonido grave, con cadencia serena y melodiosa. Alguien ha muerto. Las faenas se detienen al oír las campanas y de repente todo parece quedarse mudo, quieto. Levantamos la mirada hacia el sonido que impregna el aire y hacia el silencio que le sigue. Alguien dice: " seica alguén esquezeuselle de tomar alento"
Preciosa expresión gallega que nos dice que también se nos puede olvidar vivir. En el mundo rural es así. La muerte es compañera inseparable de la vida. Se convive con ella.
Cambiando el rugido de la ciudad fiera por la melodía de los sonidos de la naturaleza, la vida y la muerte parecen tener más sentido al no estar maquillada de irrealidad.
Sentir que se forma parte de un todo, que cada parte, por muy insignificante que parezca posee su importancia formando un equilibrio cósmico, que sin su aportación todo quedaría desestabilizado. Y es que sustituyendo grandes avenidas por grandes arenales, el infernal rugido del tráfico por el sonido del viento entre los árboles, el rojo, verde y ámbar de los semáforos por la luz de las estrellas, todo parece tener mucho mas sentido.
La familia gallega transciende el tiempo y el espacio, pues en nuestro mundo cultural, enormemente simbólico, los miembros fallecidos de la familia también conviven con los vivos en una relación que transciende la dimensión temporal y terrenal.
Se cree que las almas de los difuntos bajan a la tierra, sobre todo de noche y, en fechas señaladas, como son la Noche Buena y la Noche de Difuntos.
Era habitual en Galicia, que en esta Noche de Difuntos no se recogiese la mesa, pues las ánimas venían a visitar la casa familiar y estaba bien acogerles con comida servida. Por esa misma razón se solía dejar el fuego encendido en la chimenea. Y es que, es esta, una noche mágica, como muchas aquí, porque existe la creencia de que, en esta noche, igual que en la de San Juan, se abren las puertas del Más Allá y ambos mundos, vivos y muertos se encuentran más cerca que nunca siendo posible el tránsito de uno a otro.
Así pasado, presente y futuro se juntan en una celebración anual.
En estas fechas recordamos con mayor intensidad a nuestros muertos, visitamos los cementerios, adornamos tumbas y encendemos velas, velas que servirán de guía a los difuntos y que deben permanecer encendidas hasta agotarse para que encuentren su salida del Purgatorio.
También se encienden lámparas de aceite sobre lápidas y se cree que cuando una de estas lámparas se consume indica que una ánima del Purgatorio alcanzó, al fin, la luz.
La estrecha relación que existe, en la cultura gallega, entre los vivos y los muertos, en el modo natural que la muerte se integra dentro de la vida como algo visible y siempre presente, no deja de ser un mecanismo inteligente y práctico de estar alerta, de entender y aceptar la frugalidad de la vida.
Una forma de integrar socialmente el dolor de la pérdida de un ser querido y un maravilloso mecanismo psicológico de superación del duelo, de superación de los traumas que pueden causar la muerte y la esperanza de una vida mejor, aunque fuese en otro mundo.
Si desapareciera el mundo rural, todo esto desaparecería.
Los muertos en la actualidad y en la mayoría de los casos han sido relegados a un lugar oscuro y olvidado, convertidos casi en tabú. La muerte ha pasado a ser algo horrible de lo que mejor es no hablar y todo ese mecanismo social de cobertura emocional frente a la desgracia de la muerte ha sido sustituido.
La mañana está blanca de niebla, paso a paso, descalza sobre la arena húmeda, camino por la arena de la playa, sin rumbo, junto al mar. A lo lejos aún, entre la niebla fría, se pueden distinguir las barcas de los pescadores casi besando el horizonte donde el mar parece desaparecer.
Aroma a caracolas y a conchas marinas, anacaradas, rosas y grises, me sigue en la caminata. Sobre la arena algas rojizas, castañas y verdes. Sobre la arena conchas y caracolas a las que el viento, jugando dentro les arranca un sonido. que como un suspiro sale del fondo del mar. El mar engalana a la playa ahora que la ha recuperado. La adorna con mantillas de espuma blanca mientras las gaviotas sobrevuelan a escasa altura sobre un mar gris verdoso.
Una caracola silba, susurra a solas
la melancolía
que traen las olas
Me gusta el mar, necesito verlo, necesito ver las olas arrastrarse hasta la arena en los días de calma pero también verlas estrellarse estrepitosamente contra las rocas cuando el viento las irrita. Puedo dejar que el tiempo se muera mirando como las olas se levantan sobre la superficie, incansables, como abandonan en la orilla de la playa trozos de objetos que en algún momento guardó en sus profundidades. En la época de las mareas vivas, cuando el mar se retira, el arenal casi desaparece para convertirse en un espejo donde mirarse A veces, la playa, hace que me sienta como una intrusa, una forastera a la que tarde o temprano acabaría expulsando de su reino de agua y sal. Como diría Benedetti: " Nunca sabré qué espero de él ni qué conjuro deja en mis tobillos, pero cuando estos ojos se hartan de baldosas y esperan entre el llano y las colinas o en callesque se cierran en más calles, entonces sí me siento náufrago y sólo el mar puede salvarme.
Sobre la arena desnuda encuentro una caracola, su sonido que viene de lejos es similar al del antiguo cuerno que llamaba a la batalla, se hacía sonar para espantar a los enemigos, tanto humanos como sobrenaturales y por eso los héroes llevaban a las batallas caracolas blancas en las que habían escrito su nombre
Te me acercas
contándome al oído milagros
de miles de leyendas
que quedaron entre tus aguas.
Me salpicas
con espumas inundadas de misterios
de otros tiempos y distancias
con lamentos de promesas
en tus bajamares intensos..,
Y yo me acerco y te salpico
Sabiéndome tan pequeño
tan desconsoladamente chico
tan solo entre mis gentes cotidianas
que me apabullan tus mareas
tus olas y tus resacas.
A veces me respondes...
pero de continuo callas y me resbalas
en las arenas de mi playa
que esperan impacientes tus respuestas.
A veces me arrastras
me llamas desde tus corrientes
escondidas y falaces
susurrándome con tus resacas
promesas de sirenas y jardines
mar adentro...
Y a veces, estoy a punto de creerte.
Berna Lázaro
En Cabo Home, un lugar para encontrarse con uno mismo y con Dios existe una caracola gigante que según; Lito Portela, el escultor de la obra, está hecha para que la gente pueda escuchar el mar desde dentro y sentirlo en uno mismo como una música que viene desde muy lejos.
DIEZ
Un lugar imprescindible a visitar para todos aquellos que deseen cazar atardeceres.