Durante muchos siglos, la ciudad de Vigo estuvo centrada en la actividad pesquera . Sus gentes vivían de lo que la Naturaleza les daba pasándose la vida procurando sobrevivir a las peligrosas aguas del Océano Atlántico.
Los versos de todos los poetas están recorridos de ritmos y rumores marinos, de estertores de olas espumosas, del brillo de los delfines, de golpes de remos, de vientos húmedos, de olor de algas y de puertos.
El mar ha sido siempre una fuente de vida, hasta el momento, inagotable. Pero el mar es peligroso y los hombres que viven surcando sus aguas lo saben bien. Por eso, todos los años, el primer domingo de Agosto, miles de gallegos participan en una procesión que recorre las calles de Vigo con el mayor tesoro religioso de esta ciudad: una gran Cruz con una imagen de Jesús.
El aire se llena del aroma de las flores y del olor de los cirios quemados. Los devotos, con los cirios encendidos discurren por las calles en una atmósfera llena de solemnidad, solo rota por las salvas, las oraciones y los tambores. Avanzan con ritmo lento por callejuelas estrechas; tan estrechas, que el Cristo va acariciando los rostros de aquellos que se asoman a los balcones para verlo pasar. Lo empujan veinte cofrades, dieciséis costaleros en las agarraderas exteriores y cuatro carreteros desde abajo del soporte. Cierran la procesión miles de vigueses que le siguen al paso. A la tarde le va inundando la penumbra y los farolillos y los cirios se han encargado de iluminar al Cristo con un reguero de luz.
Esta imagen es un símbolo de Vigo. Con todas las leyendas que corren en torno a su historia, muchos obispos han querido trasladar el Cristo a diferentes Catedrales e Iglesias de Galicia e incluso a otras regiones españolas. Sin embargo, según cuentan, cada vez que alguien ha intentado llevarse el Cristo de la Colegiata a una iglesia diferente, las fuertes lluvias lo han impedido.
La lluvia no es algo raro en Vigo, aunque hay quien cree que no es casualidad que cada vez que alguien haya intentado llevarse la imagen del Cristo comenzara a llover, a mares, como decimos aquí.
Sigue siendo uno de los símbolos más importantes de la ciudad y cuando corren tiempos difíciles, los vigueses depositan todas sus esperanzas en esta imagen para que les proteja.
También se le conoce como el Cristo de la Sal.
" Cuenta la leyenda que una embarcación que transportaba un cargamento de sal recogió la imagen en alta mar y amenazados por el fuerte oleaje, los marineros optaron por atracar en el primer puerto para dejar allí la talla y prometieron asistir descalzos a una misa. Sin embargo, pudieron llegar al puerto de Vigo sin problemas y cuando la tempestad amainó, volvieron a adentrarse en el mar olvidando cumplir con sus propósitos. Las olas se elevaron de nuevo en contra de la embarcación, por lo que no tuvieron más remedio que regresar a puerto. La operación se volvió a a repetir y viendo que la navegación se hacía inviable, cayeron en la cuenta de que habían olvidado cumplir su promesa, de modo que llevaron la imagen a la Colegiata de la ciudad, probablemente por su proximidad al puerto y allí oyeron misa"
Otra versión de la leyenda nos llega desde la época de Enrique VIII, rey de Inglaterra.
Cuenta esta leyenda que los cristianos arrojaron la cruz con la imagen de Cristo al mar para salvarla del fuego durante las persecuciones que se produjeron en Inglaterra contra los católicos.. Fue entonces cuando un barco la rescató y la trajo a Galicia.
El nombre del Cristo de la Victoria, según algunos investigadores, procede de la época de las guerras napoleónicas. Los vigueses le han puesto este nombre por haber salvado la ciudad de las tropas de Napoleón.
Otra versión de la leyenda nos llega desde la época de Enrique VIII, rey de Inglaterra.
Cuenta esta leyenda que los cristianos arrojaron la cruz con la imagen de Cristo al mar para salvarla del fuego durante las persecuciones que se produjeron en Inglaterra contra los católicos.. Fue entonces cuando un barco la rescató y la trajo a Galicia.
El nombre del Cristo de la Victoria, según algunos investigadores, procede de la época de las guerras napoleónicas. Los vigueses le han puesto este nombre por haber salvado la ciudad de las tropas de Napoleón.
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