Una de las historias que guarda en su memoria Cangas de Morrazo ( municipio de la provincia de Pontevedra) es la de María Soliña, condenada allá por el siglo XVII por la Santa Inquisición, acusada de brujería.
Esta mujer no fue más que una víctima de un plan maquiavélico orquestado por el Santo Oficio y los nobles de la época- como en otras muchas ocasiones con otras mujeres- quienes no pretendían otra cosa que despojarla de todos sus bienes.
Por aquel entonces, Cangas era un pueblo de pescadores que vivía de las ganancias que generaba la pesca y la salazón del pescado.
Corría el año 1617 cuando piratas turcos-berberiscos asolaron la ría de Vigo.
Intentando desembarcar en Vigo, se encontraron con la fuerte oposición de los vecinos y entonces se dirigieron a Domaio expoliando cuanto encontraban a su paso. En la contienda, estaban Antonio Soliño y Pedro Barba, hermano y marido de María Soliño, cuyos cadáveres aparecieron abandonados, como otros muchos, en la playa.
Con barcos y utensilios de pesca destrozados y sin viviendas, el pueblo se sume en la más absoluta pobreza, impidiendo que los vasallos paguen las rentas que los nobles exigen por el uso de sus tierras.Intentando desembarcar en Vigo, se encontraron con la fuerte oposición de los vecinos y entonces se dirigieron a Domaio expoliando cuanto encontraban a su paso. En la contienda, estaban Antonio Soliño y Pedro Barba, hermano y marido de María Soliño, cuyos cadáveres aparecieron abandonados, como otros muchos, en la playa.
Así las cosas, los nobles de la época que no estaban dispuestos a perder el poderío económico que ostentaban desde hacía décadas, inician una campaña con el apoyo de la Santa Inquisición, para denunciar por brujería, a mujeres de la época que gozaban de una buena posición económica, mezclándolas con otras que eran pobres para no despertar sospechas sobre sus verdaderas intenciones.
María Soliño, al enviudar, pasó a ser poseedora de todos los bienes de su difunto marido. Siendo como era, mujer de una importante fortuna, enseguida llamó la atención de los nobles del lugar.
La pérdida de su hermano y de su marido parece que la sumió en una profunda depresión y cada noche recorría la playa acompañada por las olas, donde la brisa del mar parecía que mitigaba sus penas y le confería una sensación de paz.
Este comportamiento llamó la atención del pueblo y el chismorreo fue canalizado en una acusación de brujería ante la Inquisición.
Este comportamiento llamó la atención del pueblo y el chismorreo fue canalizado en una acusación de brujería ante la Inquisición.
Las continuadas visitas a la playa de noche fueron, de esta manera, causa suficiente para iniciar contra ella un proceso por diferentes acusaciones relacionadas con la brujería.
María Soliño fue llevada a las cárceles secretas del Santo Oficio en el año 1621.
Fue acusada de entregar su alma al diablo y de poseer poderes demoníacos capaces de causar los más terribles males. Fue sometida a tortura física y psicológica hasta que confesó ser bruja desde hacía más décadas. Con este declaración María fue despojada de sus posesiones ( que fueron repartidas sigilosamente entre los nobles) y se le condeno a lucir un Sambenito, prenda que la marcaba como proscrita ante la sociedad.
Por todo esto fue despojada de cuantos bienes poseía.
Se sabe que nació en el año 1551 en la villa de Cangas, sin embargo nada se sabe de la fecha de su muerte. No hay partida de defunción, ni se conoce el lugar donde pudo ser enterrada, lo que ha contribuido a aumentar el mito del personaje nunca muerto.
María Soliña ( Celso Emilio Ferreiro)
Polos camiños de Cangas a voz de vento xemía:
ai, que soliña quedache, María Soliña.
Nos areales de Cangas, muros de noite se erguían:
Ai, que soliña quedache, María Soliña.
As ondas do mar de Cangas acedos ecos traguían:
ai, que soliña quedache, María Soliña.
As gaivotas sobre Cangas soños de medo tecían:
ai, que soliña quedache, María Soliña.
Baixo os tellados de Cangas anda un terror de agua fría
ai, que soliña quedache, María Soliña.
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