Galicia está hoy encapotada de nubes negras y grises. Mil cien rayos cayeron sobre ella el día de ayer. Fuertes vientos azotan sus costas volviendo la mar salvaje y peligrosa. Parece querer adentrarse en la tierra y llevarse a lo más hondo lo que encuentra a su paso. El miedo a los naufragios y a las tempestades hacen que sus habitantes se encomienden a los santos que más veneran.
El santuario de Nosa Señora da Barca, es junto con Fisterra, meta del camino de Santiago. La leyenda cuenta que el Apóstol llegó un día a esta orilla del mar de Muxía vencido y desalentado por las dificultades que encontraba en la evangelización de Galicia. Allí sobre las olas de este océano salvaje vio acercarse una barca con el casco, la vela y el timón de piedra que hoy en día es reconocida en tres rocas: a pedra de abalar, a pedra dos cadrís e a pedra do timón.
El pasado año, durante una fuerte tempestad, un rayo cayó sobre el santuario causando graves daños, ocasionando un incendio.
La Santa no protege contra ningún mal en concreto, sino que debe su popularidad a que concede todo aquel favor que le sea solicitado con fe.
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