Esta tarde de lluvia y viento trae viejas morriñas y recuerdos de otra tarde de lluvia que vuelve desde muy lejos trayendo imágenes, aromas y humedades que se pegaban a la piel. Música de "orballos", de luces y sombras reflejadas en la conciencia de esas piedras que viven en Compostela.
Hay una historia que quiero compartir, una historia de solidaridad y también una trágica historia de dos mujeres gallegas que bajo la fama de locura se escondía un drama personal.
Ellas eran muy conocidas en Santiago como "Las Marías" e inmortalizadas, ahora, en una escultura al comienzo de la Alameda.
Eran trece los hijos e hijas que tuvieron Arturo Fandiño y Consuelo Ricart, una pareja de artesanos que vivían del fruto de su trabajo.
Tres de sus hermanos eran miembros destacados de la CNT.
Al estallar la guerra civil asesinan a uno de ellos mientras los otros dos consiguen huir y aquí, comienza la tragedia, el drama de unas jóvenes que los falangistas tratan de utilizar para dar con el paradero de los hermanos.
Su juventud se había alimentado hasta entonces del clima de animación y esperanza que se vivía en Santiago. Cuando las hermanas Fandiño salían a la calle vestidas con la ropa hecha en casa, pues eran costureras, los estudiantes galleguistas y republicanos les llamaban "Libertad, igualdad y fraternidad" y los estudiantes de derechas "fe, esperanza y caridad" porque entonces eran tres, pero una falleció pronto.
Después de la sublevación militar franquista, este sueño revolucionario quedó ahogado en sangre. Las mujeres de la casa vivieron el horror que los falangistas les proporcionaban llegando a casa a altas horas de la madrugada llenando de terror a sus ocupantes y allí de noche, las sacaban desnudas a la calle, torturándolas, intimidandolas y arrebatandoles la dignidad.
.Con poco más de 20 años la vida de "Las Marías" se convierte en un mal sueño, una pesadilla que duró desde el inicio de la guerra hasta mediados de los años 40 cuando finalmente los hermanos huidos fueron arrestados y cesó la presión sobre las Fandiño.
A partir de entonces el trabajo desapareció, los clientes dejaron de llevarles ropa "por miedo a significarse ya que eran de una familia de anarquistas". Vivían en `parte gracias a la caridad de los vecinos que dejaban de forma anónima pequeñas cantidades de dinero en distintos comercios en los que después ellas compraban.
Consiguieron crear un mecanismo de defensa para poder sobrevivir a las vejaciones y humillaciones vividas: enloquecieron y, en su locura recuperaron el sueño de su juventud, escuálidas como si saliesen de un campo de concentración se vistieron de luz y color y llenas de afeites, polvos de arroz, colorete y carmín salían todos los días a la misma hora con la dignidad recuperada y con la fuerza de su locura desesperanzada y cruel, llena de hambre y miseria pero digna.
Siempre decían que todos los hombres se enamoraban de ellas y flirteaban con los estudiantes. Se les ha atribuido un papel fundamental en esa época de represión. Mucha gente que se sentía ahogada por el régimen y que no se rebelaba por temor a represalias, veían en "Las Marías" ese grito de libertad pues manifestaron su locura mostrándose rebeldes contra la sociedad.
Curiosa historia de estas mujeres.
ResponderEliminarCuriosa pero sobre todo, tremendamente dramática. Es importante conocer su historia para recordarlas con respeto tanto los que las conocimos como los que solo pueden encontrar su recuerdo en la Alameda de Santiago.
ResponderEliminarConmovedor y terrible relato, Susi. Conmovedor, porque es una historia de corazón y de inocencia; terrible, porque certifica hasta qué punto la inocencia y el corazón son presa favorita de la realidad encanallada. ¡Cuántas "Marías" hoy, en tantísimos rincones de este confuso planeta, siguen sufriendo vejaciones similares!; ¡cuántas aún habrán de sufrirlas...!
ResponderEliminarHe estado en varias ocasiones en Santiago y recuerdo claramente esas dos figuras, pero desconocía la tragedia que encerraban. Gracias por compartirla.
Un beso.
P.D.: Tu blog es espléndido, Susi, tanto en el proyecto como en la ejecución. Humanamente, nada hay más grande que hacer plural el singular sentir de cada uno.
Gracias, Antonio, por pasarte por esta tierra que con toda mi modestia pretendo enseñar como yo la siento.
ResponderEliminarEs, por desgracia, una triste historia y una historia muy desconocida por muchos de los estudiantes que paseamos con ellas por las rúas de Santiago. Produciían hilaridad a veces cuando salían a pasear todos los días a "las dos en punto" y a mi me daban pena y me causaban un respeto imponente.
Sigue habiendo muchas "Marías" en este planeta; es verdad, Antonio. Demasiadas.
Me ha gustado mucho " verte" por aquí. Espero que me visites mas veces.
Un beso.
P.D.: Gracias por tu opinión. Es importante para mi.