jueves, 8 de septiembre de 2016

ENTRE VIÑEDOS

Aquí está la magia de un territorio envuelto  en aromas y colores que cambian en cada estación. Aquí están los viñedos distribuidos en bancales. Una tierra excavada poco a poco por el río, incansable escultor de paisajes, que hizo la primera parte del trabajo tallando cañones de hasta 500 metros de profundidad.
Lo que hoy se llama Ribeira Sacra, ya desde el siglo doce se conocía como Rovoyra Sacrata - el robledal sagrado- por los "carballos"- robles- que poblaban sus laderas y por los cenobios dispersos que albergaba la zona hasta el punto de disponer de la mayor concentración de monasterios e iglesias románicas de Europa.

Se trabaja, prácticamente, como se hacía en tiempos de nuestros  abuelos, la orografía del terreno es extremadamente complicada. Todo el trabajo en la viña es manual. Los racimos se van cortando uno a uno de las cepas. El calor ha sido el aliado en esta campaña. Las altas temperaturas, el desnivel del terreno, la belleza del paisaje, las charlas entre los vendimiadores, la prueba de la uva, la carga de cajas...La misma sinfonía durante dos semanas para sacar adelante una vendimia única, la más espectacular de España.
Una catedral es un templo cristiano donde tiene sede el obispo; desde allí preside la comunidad cristiana, enseñando la doctrina de la iglesia. A mí, particularmente, sin menospreciar para nada las catedrales, faltaría más, me gustan mucho más las que han sido creadas por Dios y esta zona, la Ribeira Sacra, llena de monasterios y bellísimos paisajes, podríamos denominarla como tal. Una tierra donde el vino dibuja el paisaje y donde no entiende de prisas. En la viña las prisas son inviables, con el desnivel del terreno y la disposición en las estrechas terrazas de piedra, el vendimiador no puede asumir más que una lenta y constante cadencia en el trabajo
Comprende las riberas de los ríos Sil, Miño y Cabe, se encuentra entre el sur de Lugo y el norte de Orense.
En las laderas escarpadas de estas riberas, los romanos plantaron las primeras vides y después, los monjes fueron perfeccionando la técnica.
Ahora, hay que imaginar vendimiar en una ladera de un 85% de inclinación con suelo de pizarra y granito, después cargar a base de acrobacias varias, las pesadas cajas con uvas, esquivando las vides hasta llegar al camino para luego cargarlas en una barca que las transporta a tierra firme.
Los dolores de espalda, la pesadez en las piernas, las manos teñidas de uva tinta, los dedos perdidos entre los racimos, el vértigo de los bancales, el sol en la cabeza, la ropa sucia...
Las cajas, después de horas parecen pesar el doble pero esto no impide contar la anécdota del día anterior que provoca la risa entre quienes vendimian. Parece que no pasa nada y, sin embargo se está ya gestando un nuevo vino que después en una copa contará o acompañará a alguien contando una historia que si se sabe escuchar se volverá la vista hasta hace unas décadas, a un paraje casi virgen donde se pueden ver restos de monasterios e iglesias en cualquier rincón hacia el que se mire, donde hay que aprender a vivir con el vértigo y el esfuerzo.
El resultado es un cúmulo de sabores que impregnan los vinos de esta zona que se va elaborando sin prisas hasta que está perfecto.
 Es un trabajo duro, como muchos, y agotador. En las laderas se ven pequeños refugios donde dormían las familias en la época de la vendimia. Muchas de estas tierras se abandonaron y los jóvenes dejaron los pueblos para ir a la ciudad, no obstante, un buen número de paisanos retornaron a la Ribeira Sacra a finales del sigloXX y los viñedos han vuelto de nuevo a florecer.









  

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