Pepe es un nombre hipocorístico, cuyo significado es el de aquellos apelativos cariñosos y familiares que suplantan a un nombre real.
"Xa viña ben unha auguiña". Acostumbrados a la lluvia, los abuelos miran con gesto torcido al cielo si pasa más de unos días sin que aparezcan las nubes.
En esto estaba yo pensando cuando tras el portalón: el sonido, tras el sonido, la pregunta: ¿ Pepe eres tú?.
Pepe viene a cortar la hierba durante todo el tiempo que a ella le da por crecer levantándose un palmo sobre la tierra. Hace ya años que lo hace.
Pepe es un hombre bueno, honesto y leal. Tiene el rostro curtido por el sol y el viento de trabajar al aire libre. Es delgado, diría que casi enjuto pero fuerte, el pelo le nace casi desde las cejas, de tal manera que si lo deja crecer un poco casi no se le ven. Típico personaje del rural gallego.
¿ Pepe sabe si hoy abrirán las tiendas en el pueblo?
"Ay, eu non sei que é iso das letras galegas. Se fora un santo deses como Dios manda pero iso que é? agora seguro que o súper estará aberto"
Entra dispuesto, como siempre, a que la máquina no le falle, casi viene murmurando por el camino, en su moto, hasta que el run run se para detrás del portalillo de la finca.
Tiene llaves que normalmente no utiliza, sólo cuando no estamos, claro está y tiene que entrar en la finca por alguna circunstancia.
"Iba vir esta mañán pero pensei que a herba tiña que estar mollada, e non de orballo. Seica a noite choveu moito. Eu metinme na cama cedo pois que otra cousa pódese facer no inverno, de noite e con frío."
Nada, Pepe, nada, contesto no muy convencida de la respuesta que le doy. Nunca estoy muy segura de lo que le digo a Pepe. Simplemente le sigo la corriente pues tengo el convencimiento de que de otra manera no nos entenderíamos.
"Vou coller a máquina. ¿ O xefe levouna a arranxar?Si. Como siempre.
" Vou, ao mellor aínda chove." Y sin más echa a andar con Trufa pisándole los talones y saltando a su alrededor , sabedora de que en un instante, no más, aparecerá con ese monstruo infernal que va arrastrando por todo el jardín y al que a ella le produce un gran espanto.
Si no la llamo, en cuanto la ve asomarse por la puerta del galpón, le lanza unos ladridos ensordecedores que se oyen por encima del sonido de la cortadora. Después, se retira muy digna y viene a mi llamada, no sin antes lanzarle una mirada furibunda, en la que le dice que a pesar de todo ella es la que manda.
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