domingo, 26 de octubre de 2025

Consultar a una meiga

 

Era una tarde de Enero y las calles  brillaban mojadas por una lluvia que al fin había aparecido después de muchos meses de abandono, ahora, resultaban vacías. 
Llovía. No sabíamos situarnos en el lugar que buscábamos aunque teníamos la dirección y alguna otra señal de la casa a la que acudíamos.
 Nos habían dicho que entráramos sin llamar y que era posible que dentro nos encontráramos con gentes rezando. Solo teníamos que preguntar quien era el último que esperaba para consulta y añadirnos a la cola de espera.
La estancia era pequeña, pintada de azul y  sus paredes se adornaban con imágenes religiosas aquí y allá. Había una especie de consola llena de ramos de flores y macetas con plantas diversas. Un mueble esquinero guardaba estampas de santos y dos mazorcas de maíz, reposaban entre las macetas.

Rodeando las paredes unos bancos corridos acompañaban la estancia donde nos sentábamos las personas que esperábamos pacientemente que la meiga, bruja o vidente abriera la puerta y saliese la persona que estuviera dentro para poder sacudirnos el sopor que ya nos invadía.

Al fin, después de un lento y largo silencio, la puerta se abrió para nosotras. Entramos con una mezcla de curiosidad y expectación en una estancia mucho más pequeña. En el medio, se encontraba un asiento, que dominaba la pequeña y extraña estancia donde se sentaba el que quería consultar. En realidad, yo iba de acompañante y no se se como ni de qué manera me encontré sentada allí.

Fue entonces cuando la meiga, colocándose, a mi espalda, inició sus rezos  tocándome de vez en cuando.
Sentía, como sus brazos se cerraban sobre mi, rodeando mi cuerpo.

Quería consultar yo? Acaso un deseo inconsciente me retenía en aquel asiento? El caso es que no me levanté y entonces empecé a escucharla. Nombraba personas conocidas por mí; personas que habían significado mucho en mi vida, que de una u otra manera habían dejado una profunda huella y no siempre amable y muchas veces amarga.

¿Qué hacía yo allí? ¿estaba yo tan desesperada que recurría a alguien que fuese capaz de ver más allá de  lo que a mí me estaba permitido? el caso es que últimamente estaban sucediendo una serie de fenómenos en mi casa de madrugada que se repetían cada noche y resultaban cuando menos inquietantes.

Escuché con atención lo que me decía. Me explicaba lo que estaba ocurriendo en casa, que era lo que provocaba aquellos fenómenos y que debía de hacer para solucionarlos. Eso sí, me advirtió que debía actuar honestamente y con el corazón porque si no no serian efectivos sus consejos.

Salí al exterior, seguía lloviendo y el aire era frio.

¿Sería un sueño?

26 junio 2020









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