¡Teño medo d´unha cousa que vive e que non se ve!.
Decía Rosalia de Castro: - tengo miedo de una cosa que vive y que no se ve- , esta aprensión por la muerte, ese siniestro presentir la tragedia, ese misterio de la niebla envolviéndolo todo, sumergiendonos en duras soledades.
Así, en Galicia, no hace demasiado tiempo
en las frías noches de invierno, al calor de la lumbre se contaban historias y leyendas llenas de un misterio candoroso y trágico. Eran, estas historias, de santos, de almas en pena, de duendes y de ladrones.
Afuera, la galerna soplaba y parecía que en cualquier momento el tejado de la casa iba a desaparecer entre las fuertes ráfagas de un viento huracanado y, cuanto más silbaba él, más temor producían las historias.
Muchas de las aldeas se perdían entre las montañas y entonces, la única distracción que había se reducía a las visitas a la iglesia y al cementerio.
Afuera, la galerna soplaba y parecía que en cualquier momento el tejado de la casa iba a desaparecer entre las fuertes ráfagas de un viento huracanado y, cuanto más silbaba él, más temor producían las historias.
Muchas de las aldeas se perdían entre las montañas y entonces, la única distracción que había se reducía a las visitas a la iglesia y al cementerio.
Bajo estas condiciones muchas de las realidades pasadas fueron transformándose con el tiempo en historias dantescas sobre brujas, hadas, duendes y muerte.
Existen muchísimas leyendas, sin embargo las más conocida, la más popular y a la que más se le teme es la de La Santa Compaña.
Al anochecer, especialmente en Víspera de Todos los Santos, la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos se vuelve tan tenue, tanto, que es posible que un humano quede atrapado en este peregrinaje de las almas de los difuntos.
Se dice, que en determinados días y en determinadas circunstancias, la noche se convierte en una procesión de almas en pena, vestidas con túnicas y capuchas presagiando la muerte de algún vecino del lugar. Caminan descalzas formando dos hileras; a la cabeza de las cuales un ser vivo lleva una cruz y un cubo con agua bendita. No descansa nunca, cada noche entra en trance, abandona su hogar y encabeza la procesión, guiando a las almas a través de caminos y veredas. Despierto no recuerda nada aunque sus piernas muestran los arañazos de las zarzas de los caminos y su rostro va adquiriendo una palidez cadavérica para morir al fin si un sacerdote no lo rescata de su desdichado final. Si fallece, la muerte lo mecerá en el descanso eterno por haber purgado sus pecados en vida.
Una forma de liberarse de esta carga es encontrarse con otro humano mientras se acompaña la peregrinación. La cruz ejerce una atracción sobrenatural sobre la mente del recién hallado, por lo que se hará cargo sin resistencia alguna a coger la cruz y sustituir al anterior .
Las almas en pena llevan una vela, pero su luz es invisible a los ojos de los vivos, sin embargo su presencia se delata por un fuerte olor a cera y un ligero viento, que no todos los humanos pueden ver. La peregrinación de "A Santa Compaña",es tan sólo visible para algunos seres especialmente dotados.
Se puede intuir su paso por un fuerte olor a cirio y en ocasiones se oyen los aullidos lastimeros de los perros.
Si se viene a Galicia, es importante conocer las diversas manera de ponerse a salvo en el caso de encontrarse con tal lúgubre procesión; pero cuando el miedo es más fuerte que la razón, lo mejor es apartarse del camino e ignorarla, aunque se dice que la forma más segura es dibujar un círculo e introducirse en él y tomar una cruz y rezar. Rezar.
"En la noche fría dejan sus moradas
viniendo a este mundo a expiar sus culpas
más después de las nueve, y en lontananza
multitud de luces caminan sin rumbo.
Sigo la procesión con un hacha de cera
soy una parte de ellos que aterrorizan la aldea
entablo amistad con fantasmas y visiones
bañando en terror a los pobres de espíritu.
¡ A Santa Compaña!
Cierra esa ventana y atranca esa puerta
encomiéndate al santo. ¡ A Santa Compaña!
son almas en pena que salen de la iglesia
con la cruz y vagan por los contornos.
Por la cerradura sacan a los dormidos
para que se unan a ellas y a su tan lúgubre marcha
más pobre aquel que no pase por muerto
porque le entregan un cirio y ese no vuelve a su lecho"
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