domingo, 20 de octubre de 2019

CHOVE MIUDIÑO


 Soledad y misterio son los duendes permanentes de la noche compostelana, mientras la lluvia crece uniforme y apacible.
Se oye el pingar del agua, penetrándo en los sentidos hasta el lugar más recóndito del alma. Haciéndose, cayendo en espesos goterones, desparramándose, más húmeda que el llanto, hacia el mar de piedra de las viejas rúas que como dijera Valle Incán "Parecen inmovilizadas en un sueño de granito inmutable y eterno"
Poseídas por la niebla, con los ojos fijos en la húmeda oscuridad de la noche, las horas huyen, en infinito encanto, fugitivas de las sombras. Parece como si las referencias del tiempo se perdiesen en los caminos de la melancolía.
Es la noche sin transcurso un  interminable retablo de sombras ancestrales que destila tristeza y soledad. Bajo la luz amarillenta de las farolas, las formas del orballo se desprenden de la humedad y las tinieblas,  para surgir irracionales e intangibles, y la noche de compostela, tan fantástica  se llena de soledad y misterio.  
Por los confines de las viejas rúas,estrechas y románticas, entre la niebla y las luces, surgía, antaño, la altiva silueta de los tunos con las cintas enredándose en el viento y se oía el rasgueo de las guitarras y voces graves, que como dagas al aire cantaban con la misma vitalidad a Fonseca que a la "Farola del mar", uniendo para siempre los hermosos sueños que encanta el amor, como una confirmación de que en cualquier lugar del espacio y del tiempo, la amistad no tiene límites.
Amanece después Compostela, como siempre, entre las negras sombras del alba, más allá de otras sombras, más vagas y espesas, que pueblan el aire de la noche. Pero hay otra Compostela oculta, cuando el sol pone fin a la lluvia fina que aquí llamamos orballo. La belleza de la ciudad, también nos sorprende cuando asoma el sol pues la piedra refleja la luz y cada instante recobra su encanto.
Y sigue siendo arte cuando la piedra alarga su sombra, en ese instante que llamamos "luscofusco",que es el momento mágico en que el sol deja paso a la luna. Entonces, las luces se abren paso entre los soportales iluminando hasta el remordimiento de la piedra, mientras los pasos peregrinos van en busca del perdón.

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