sábado, 10 de octubre de 2020

Llegando a casa.


 En cada piedra un suspiro, en cada piedra un pecado, en cada piedra un sueño, en cada piedra un dolor... 
Y en cada gota de lluvia un llanto, un sollozo apenas audible, un recuerdo amable imperecedero, a pesar del tiempo y de esa lluvia que cae sin desaliento día tras día. Y es que volver a Compostela es como volver a casa, es como volver a hablar con el alma que un día soñó una promesa. 




Se oye el eco fiel de una campana de la Catedral, grave, fuerte,  que va rebotando en las piedras, besándolas; esas piedras  que forman la mágica atmósfera de esta ciudad como en ninguna otra.


Me gusta la luz amarillenta de sus farolas, sus reflejos en los charcos, esos que se han ido formando con las pisadas del tiempo.







Oigo la vida detrás de mí y, mientras recorro  los senderos del recuerdo oigo su murmullo, sus versos, su canción. Y me acerco... Solo se oyen mis pisadas en la noche, así es como a mí me gusta volver a Compostela. Me acerco al final de mi camino.  No se lo que me aguarda, allí, detrás de aquella esquina o bajo aquel soportal. Presiento algo incierto, quizás amenazador en la oscuridad de la noche, pero en  lo alto la luna llena ilumina el resto de mi viaje, siempre viva, siempre esperanzadora y poco a poco me va envolviendo la noche con su eterno abrazo. He llegado a casa.


6 comentarios:

  1. Una ciudad de ensueño. Compostela, campo de las estrellas, mucho más hermosa bajo la lluvia. Yo también echo de menos mis tiempos en esa ciudad que todavía mantiene la piedra oscura y la majestuosidad de sus monumentos. Una ciudad llena de vida que no consiguen ahogar. El último reducto de las ciudades gallegas, la que no me avergüenzo de enseñar.

    Un brindis en el Modus Vivendi o en el Paraíso Perdido. Un beso también.

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  2. Tan llena de vida está que hasta las piedras, rúas y demás, hablan a todo aquél que sepa escuchar; pero para eso hay que callejear en silencio, de noche y bajo el abrigo de un paraguas. No se necesita más, el embrujo y la magia de la ciudad, entonces, se apodera de ti.
    Brindaremos, entonces, los dos, en y por Compostela.
    Un beso.

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  3. Santiago tiene tanta magia que no acierto a decirlo con palabras. Lo intento. A finales de junio pude visitar ese milagro que es el Pórtico de la Gloria, sin esperas, sin reserva, llegar y entrar. Tantas veces he estado ahí antes, ahora es diferente. Tomé un café en el Hostal San Marcos, yo solo, inaudito. La ciudad estaba triste, las calles muy poco transitadas, muchas tiendas y restaurantes cerrados. Nada será como antes pero Santiago seguirá siendo ese punto final de muchos viajes que se tornan en principio de una nueva vida. Para mí lo fue. Saludos.

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  4. Nada es ahora como antes y quizás nunca vuelva a serlo; de alguna manera esto nos está afectando a todos y nos toca el alma. Es para reflexionar y mucho.
    Yo lo que más echo de menos son los abrazos, los besos de y para la gente que quieres. En cualquier caso Santiago siempre estará ahí como siempre ha estado. Para todos. Como principio o final del camino de cualquiera.
    Un abrazo

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  5. Un texto bellísimo, Susi, lleno de nostalgia ─cada arco, una historia; cada piedra, un destino; cada rincón, un misterio─, es imposible escribir sin ella sobre esa incomparable ciudad. Pero lo más estremecedor del texto es ese viaje interior que traduce, ese retorno a ti misma como peregrina de la propia vida.

    Un beso

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    Respuestas
    1. Acaso, Antonio, no somos todos peregrinos de la propia vida que nos arrastra sin remedio al encuentro de nosotros mismos?
      Gracias por tu comentario y como siempre: un beso

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