El mundo vibra, aquí, donde el tiempo parece no existir y las aldeas parecen brotar de la tierra como pequeños cúmulos de hongos. La naturaleza encierra un universo de fauna y flora único con formas tradicionales que se han mantenido casi inalteradas desde hace siglos.
Galicia está llena de prados y de regatos de aguas limpias que el sol suave, en esta época del año, llena de caricias. La tierra se hace silenciosa en otoño y las aldeas que aparecen enraizadas en las laderas parecen brillar bajo el sol; los gallos cantan una nueva alborada porque nuevas gentes han venido a habitarlas.
En esta tierra, en algunos de sus lugares, las montañas tocan el cielo y los bosques se transforman en un mar infinito de verdes que nos invitan a perdernos en él para descubrir sus secretos y la maravillas naturales que esconde.
Si nos vamos hasta lo alto de la montaña conoceremos la piedra básica de inciertos orígenes que no es más que la huella de la historia. Si caminamos los senderos, estos, nos conducirán hasta la belleza armónica de la soledad y, en el valle buscando el salto de agua, veremos reflejar la luz en miles de gotitas que saltan entre las piedras.
Las aldeas cercanas son su paisaje más vivo a pesar de la dureza de la montaña y allá en el Courel, es agradable sentir el viento de la cumbre, en la vieja casa recuperada, a la que han vuelto algunos pocos de los muchos que se fueron. Sabemos que algunos de esos pueblos se quedaron sin gente, aunque ahora parecen volver a la vida.
La calma otoñal de la montaña nos permite escuchar el rumor del regato transparente y las canciones de los pájaros nos animan el paso en el poco frecuentado camino de la sierra.
Y el color del otoño nos dejará asombrados por los castiñeiros de los soutos y las devesas y una vez que escuches como cantan los pájaros y el agua, el espíritu de esta tierra penetrará en ti.
Qué entrada más bonita. Sí, aún nos quedan reductos en la montaña, esperemos que nunca se pongan de moda. En el propio vídeo que cuelgas ya nos avisan del destrozo que se avecina. No tenemos remedio.
ResponderEliminarUn abrazo, Susi.
Esperemos que no, que no se pongan de moda nuestros montes. Ya ves, el hombre es el eterno depredador de la naturaleza, así ha sido siempre. Pero ahora con el avance de la mal llamada civilización, todavía es peor.
ResponderEliminarUn beso y, gracias por tu comentario.
Precioso. Una descripción muy poética, muy acertada de una tierra mágica. He pasado cerca de ese Courel que citas, en el Camino. Caminar en soledad por esos parajes es estar muy cerca del cielo (al menos de un cielo en la tierra). Gracias. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pedro. Me alegro de tu visita. Bien venido a mi blog. Espero "verte" más a menudo por aquí.
ResponderEliminarTú también goZas de una preciosa tierra.
Un saludo