martes, 17 de noviembre de 2020

Mirador de los balcones de Madrid




 La Ribeira Sacra tiene docenas de miradores desde donde puedes perderte en la contemplación de una parte de la Galicia escondida y también- para muchos- desconocida y de gran belleza. Permiten  mirar y admirar el increíble paisaje del paso del río Sil, el Miño, el Cabe y el río Mao entre otros, pero el más conocido es, indiscutiblemente, el Mirador de los Balcones de Madrid



Están construidos sobre unas enormes estructuras de piedras  separadas del abismo tan solo por unas barandillas de madera.

Desde el frente nos observan las montañas que pertenecen a la provincia de Lugo, altísimas, grandiosas, salvajes y terriblemente duras.

Se trata, sin duda de uno de los miradores del Sil más impresionantes y desde sus 500 m de  altura podremos contemplar las mejores vistas de los Cañones del Sil que conforman las laderas de Lugo y Orense con el río Sil encajonado entre ellas.

Los atardeceres en este lugar son, simplemente, difíciles de describir; los colores cambian según la época del año y según la estación el magnífico reflejo que nos devuelve el río Sil nos da la apariencia de que su curso se detiene y con su lento discurrir nos crea esa sensación de volvernos tan  insignificantemente pequeños.



No es que se distinga desde aquí la capital de España. Obviamente no, sino que era el lugar escogido por las mujeres para ver marchar a sus maridos emigrantes.

Muchos eran barquilleros e iban con su canción a las verbenas de Madrid y otros puntos de España. Así se explica por que en Parada de Sil hay un monumento dedicado al "Barquilleiro".

Estos emigrantes tenían que bajar por el monte hasta el río, donde los cruzaba un barquero y a continuación, volvian a subir toda la ladera de la montaña hasta llegar a la meseta de la cima y desde allí seguir camino hacia la estación de tren de Monforte de Lemos, en la orilla opuesta.

PARADA DE SIL estatua BARQUILLEIRO

 No cabe duda que la valentía de esta gente era importante y supongo  que la desesperación también. El miedo, la angustia y la incertidumbre, tanto del que iniciaba tal tamaño aventura como el familiar que se asomaba para verlo desaparecer hasta llegar al río, y verlo de nuevo subir la ladera de la montaña, agarrotarían la garganta y el estómago de unos y otros.

En la época de los abuelos, la vida en los pueblos no era fácil. Los habitantes de esta comarca vivían de los frutos que recogían en sus campos y huertas. Todos tenían gallinas, algunos ovejas, unos pocos tenían cerdos y los menos tenían vacas. No era extraño que tuviesen que abandonar sus hogares y emigrar en busca de una vida mejor para ellos y sus familias, por eso muchos de los habitantes de Parada de Sil y sus alrededores emigraron a la capital a mediados del S.XX . Muchos a trabajar de "barquilleros" en las ferias y verbenas de Madrid.

 A sus espaldas llevaban la " barquilleira": una cesta de mimbre en la que guardaban los riquísimos barquillos, y encima de la barquilla una ruleta donde el cliente podía probar suerte.

Si había varios participantes el que sacaba el número más pequeño pagaba todos los barquillos. Si era uno solo, pagaba unas monedas y tenía derecho a llevarse el barquillo en cada jugada, pero si caía en la casilla del clavo perdía todo lo ganado.

Animaban las ferias al grito:

" Al rico barquillo de canela para el nene y la nena, son de coco y valen poco, son de menta y alimentan, de vainilla, ¡qué maravilla!, y de limón, ¡qué ricos son !.

Mientras, los familiares de estos emigrantes forzosos, se cercioraban desde estos miradores o " balcones" de que su padre, hijo o marido...lograba cruzar el río y contemplaban su marcha deseando una rápida vuelta a casa.

Es un lugar imponente por sus vistas, eso es indiscutible, pero la energía que desprende también es especial.

Apenas amanecía, el mozo labriego dejaba la casa familiar y calzando unos pesados zocos, bajaba la aguda pendiente del montisco llamado "O rego do Coto" serpenteando ariscos tojales y matorrales. Cruzaba el río Sil por la parte más estrecha. A veces saltando de piedra en piedra para seguir la empinada cuesta, ya en tierras de Lemos.

Madrid era el destino. El tren conocido como el correo: lento, pausado, ruidoso y con asientos de madera, alargados y duros los llevaría hasta la capital.

La tierra dividida en pequeñas parcelas no ofrecía otra opción. La salida de la casa era obligada para las familias. La Corte era una de las rutas para los jóvenes terminada la escuela primaria dada la escasez de ahorros, viviendo siempre en el límite.

Parada de Sil, un asombrosos respiro de casas a medio camino entre la montaña y la baja ribera, cuenta con una estatua y una plaza dedicada al barquillero. Oriundos del Concello llegaban a Madrid, como los segadores años atrás al centro de Castilla, en tiempos de la siega a hacer la temporada de primavera al otoño. Vestían el traje típico madrileño y con pantalón ajustado, chaquetilla corta con chaleco, pañuelo al cuello y gorra pateaban plazas y calles ocupando las esquinas más concurridas.

Volvían a sus aldeas al tiempo de la vendimia, de apañar las castañas y de  la matanza del cerdo, para seguir trabajando y vuelta a empezar.

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