sábado, 15 de julio de 2023

La Reina de los Mares

¡Como olvidarte! Eras rubia y alta como una espiga que se abre al sol del mediodía, pero un maldito y funesto día de septiembre tus palabras rodaron por los acantilados de Rande y se quedaron en el mar como un tesoro escondido entre los galeones, para siempre.
Carmen era tu nombre, como la patrona del mar que el 16 de julio veneran tantos marineros llenando sus rías de procesiones marítimas y poblando el mar de las flores más diversas.

"Quen anda polo mar aprende a rezar". Así dice un refrán popular que explica la profunda devoción que profesan  marineros, pescadores y navegantes a su patrona. Los numerosos peligros que acechan a los hombres de la mar los ha llevado a profesar desde siempre una gran fe religiosa. En algunas localidades, los marineros rezaban una salve a la Virgen del Carmen al pasar por su capilla.
Y... volverá a suceder, cualquier otro día, otro naufragio, traerá de nuevo dolor y sufrimiento; siempre vuelve a ocurrir, quizás ya nadie se extraña porque es el viejo tributo que se paga a los océanos, al mar.
 La costa gallega está llena de cruces de piedra que recuerdan naufragios y muerte. En todos los pueblos marineros, casi siempre, cerca del muelle y mirando hacia el mar se encuentra una mujer de piedra: a su falda se agarra un niño de corta edad y otro llora en sus brazos. Otea el horizonte buscando la señal del barco que se llevó mar adentro a su hombre.
Hay demasiada niebla, se oye la sirena de los barcos, pero no se ven. Se están acercando a la costa y es peligroso porque la visibilidad es casi nula cuando arrecia la lluvia. Un golpe de mar terrible; susto, miedo en el cuerpo de los marineros; rezos y maldiciones. A veces el barco vuelca y el hundimiento es inevitable.
Trabajo duro el del marinero que sale, día tras día, a la mar. El mar nunca se sabe como reacciona, se muestra implacable y cruel a veces, y sigue engullendo vidas de hombres. Y, es que la gran variedad de situaciones climatológicas a los que se enfrentan los pescadores los coloca en una especie de vaivén en la que las decisiones de pescar a veces entrañan un riesgo poco calculado. La climatología varía igual que lo hace un adolescente. Por eso, la lluvia, los vientos e incluso las estrellas les han dado la pista a lo largo de la historia para averiguar si se trata de un buen día para salir a faenar. 


jueves, 13 de julio de 2023

Trainera

El remo en el estrobo. Los músculos tensos. El gesto del esfuerzo.El salitre pegado a la piel con cada lamento desgarrado y el grito del triunfo al llegar al puerto.

Una trainera es una embarcación de calado reducido, alargada y ligera, de unos doce metros de eslora que se usa para la pesca con traína ( de ahí su nombre) o red de fondo, que son unas mallas especiales para capturar piezas pequeñas.
Seis parejas de remeros de espalda a la mar. Un proel solitario boga el último remo de proa. Y, en popa, de pie, él, el patrón, el alma de la tripulación. El que dirige, el que marca los ritmos, el que anima con palabras cortas, con gritos a veces. El que exige siempre un poco más; su brazo siempre extendido acompañando a la palada de los remeros. El que busca coger esa ola, esa que precisamente hace avanzar a la trainera como si fuera empujada por una mano invisible, la que puede hacer ganar una bandera... o perderla.

Las traineras luchan frente a las olas que las lanzan de proa a popa antes de dejarlas caer violentamente en el agua dejando una lluvia de sal sobre los remeros. Otras veces, subida en su cresta, la arrastra durante docenas de metros entre miles de gotas de espuma blanca que mordisquean la quilla.

El hombre de la costa durante toda su historia precisó de la fuerza de sus brazos además de la del viento para acercarse a los caladeros. Los pescadores remolcaban sus redes con la trainera y la que llegaba antes a puerto era la que conseguía vender el pescado a mejor precio. De aquí surgió la pugna entre las lanchas de pesca y el origen de las actuales competiciones de traineras.

Juntamente con la actividad de la pesca existía otro quehacer portuario que es considerado también como precedente de la competición remera: el atoaje. En puertos de difícil acceso, los grandes veleros eran remolcados hasta el interior del puerto por hombres que utilizaban traineras.
Al divisar desde la atalaya los barcos que se dirigían a puerto, las traineras recorrían grandes trayectos en dura lucha por hacerse con el salario que se ganaba 

Del mismo modo que ocurrió con la actividad pesquera, el atoaje dió origen a los desafíos de las traineras. La necesidad, en tiempos de crisis provocó, sin duda, la competición.
Poco a poco fue disminuyendo la proporción de los pescadores en las traineras pues la vida errante del pescador de bajura era agotadora dejando siempre el puerto antes del amanecer, pendiente siempre del tiempo, de las mareas y de los bancos de pesca.
Eran jornadas sin horas ni días.
No siendo ya necesario transportar la pesca, el diseño de las traineras fue cambiando.
Tanto la embarcación como los remos. En nada se parece la boga del siglo pasado a la de una trainera de nuestros días. Antes el remo era largo y la embarcación pesada; en consecuencia, la boga era un juego de cintura, lento, profundo y sostenido. Con la disminución del peso hasta el de las actuales, el juego del antebrazo sustituye al de la cintura y por consecuencia el ritmo se hace más rápido y la palada más corta.
Así, con el paso del tiempo un instrumento de trabajo va despareciendo para pasar a ser una embarcación deportiva dando lugar a la competición y al juego en las costas del norte y de Galicia.










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