¡Como olvidarte! Eras rubia y alta como
una espiga que se abre al sol del mediodía, pero un maldito y funesto día de
septiembre tus palabras rodaron por los acantilados de Rande y se quedaron en
el mar como un tesoro escondido entre los galeones, para siempre.
Carmen era tu nombre, como la patrona del
mar que el 16 de julio veneran tantos marineros llenando sus rías de procesiones marítimas y poblando el mar de las flores más diversas.
"Quen anda polo mar aprende a
rezar". Así dice un refrán popular que explica la profunda devoción que
profesan marineros, pescadores y
navegantes a su patrona. Los numerosos peligros que acechan a los hombres de
la mar los ha llevado a profesar desde siempre una gran fe religiosa. En algunas
localidades, los marineros rezaban una salve a la Virgen del Carmen al pasar
por su capilla.
Y... volverá a suceder, cualquier otro día,
otro naufragio, traerá de nuevo dolor y sufrimiento; siempre vuelve a ocurrir,
quizás ya nadie se extraña porque es el viejo tributo que se paga a los
océanos, al mar.
La costa gallega está llena de
cruces de piedra que recuerdan naufragios y muerte. En todos los pueblos
marineros, casi siempre, cerca del muelle y mirando hacia el mar se encuentra
una mujer de piedra: a su falda se agarra un niño de corta edad y otro llora en
sus brazos. Otea el horizonte buscando la señal del barco que se llevó mar
adentro a su hombre.
Trabajo duro el del marinero que sale, día
tras día, a la mar. El mar nunca se sabe como reacciona, se muestra implacable
y cruel a veces, y sigue engullendo vidas de hombres. Y, es que la gran
variedad de situaciones climatológicas a los que se enfrentan los pescadores
los coloca en una especie de vaivén en la que las decisiones de pescar a veces
entrañan un riesgo poco calculado. La climatología varía igual que lo hace un
adolescente. Por eso, la lluvia, los vientos e incluso las estrellas les han
dado la pista a lo largo de la historia para averiguar si se trata de un buen día
para salir a faenar.
Junto al duro recuerdo de un dolor personal, el bello homenaje al culto y oficio de la buena gente que sostiene la vida de tantos parásitos del mundo y sus días; ésos que, acurrucados en su patético bienestar, protestan en los supermercados cuando les duelen los bolsillos. Lo recogió Sorolla en un inolvidable cuadro. Gracias por recordármelo.
ResponderEliminarUn beso
Gracias a ti, como siempre.Por tus reflexiones y por tu compañía en un día tan importante para todos los que viven y sienten el mar.
ResponderEliminarUn beso