¡Como olvidarte! Eras rubia y alta como
una espiga que se abre al sol del mediodía, pero un maldito y funesto día de
septiembre tus palabras rodaron por los acantilados de Rande y se quedaron en
el mar como un tesoro escondido entre los galeones, para siempre.

"Quen anda polo mar aprende a
rezar". Así dice un refrán popular que explica la profunda devoción que
profesan marineros, pescadores y
navegantes a su patrona. Los numerosos peligros que acechan a los hombres de
la mar los ha llevado a profesar desde siempre una gran fe religiosa. En algunas
localidades, los marineros rezaban una salve a la Virgen del Carmen al pasar
por su capilla.
Y... volverá a suceder, cualquier otro día,
otro naufragio, traerá de nuevo dolor y sufrimiento; siempre vuelve a ocurrir,
quizás ya nadie se extraña porque es el viejo tributo que se paga a los
océanos, al mar.

Trabajo duro el del marinero que sale, día
tras día, a la mar. El mar nunca se sabe como reacciona, se muestra implacable
y cruel a veces, y sigue engullendo vidas de hombres. Y, es que la gran
variedad de situaciones climatológicas a los que se enfrentan los pescadores
los coloca en una especie de vaivén en la que las decisiones de pescar a veces
entrañan un riesgo poco calculado. La climatología varía igual que lo hace un
adolescente. Por eso, la lluvia, los vientos e incluso las estrellas les han
dado la pista a lo largo de la historia para averiguar si se trata de un buen día
para salir a faenar.
Junto al duro recuerdo de un dolor personal, el bello homenaje al culto y oficio de la buena gente que sostiene la vida de tantos parásitos del mundo y sus días; ésos que, acurrucados en su patético bienestar, protestan en los supermercados cuando les duelen los bolsillos. Lo recogió Sorolla en un inolvidable cuadro. Gracias por recordármelo.
ResponderEliminarUn beso
Gracias a ti, como siempre.Por tus reflexiones y por tu compañía en un día tan importante para todos los que viven y sienten el mar.
ResponderEliminarUn beso