miércoles, 22 de enero de 2025

Juegos escondidos en Santiago


Las piedras de Santiago esconden 200 tableros de juego clásicos. Fueron grabados hace 300 años durante la época barroca y han sobrevivido al paso del tiempo en lugares emblemáticos de la ciudad. Están a la vista de todos, y sin embargo pasan totalmente desapercibidos para la gran mayoría. 

En ningún otro lugar de Europa se conservan tantos. Se concentran en atrios de conventos y monasterios pero también en bancos, fuentes, cruceiros y hasta la torre Berenguela de la catedral de Santiago.



Son las marcas que quedan de una forma de entretenimiento y socialización de hace siglos pero el alto grado de erosión hace difícil en algunos casos establecer qué tipo de dibujos se hicieron en la piedra.

Al parecer este es un fenómeno propio de Compostela y apuntan a la época barroca su nacimiento porque fue cuando se acometió la pavimentación de calles y plazas. Este uso de la piedra en esta etapa fue lo que permitió que se conservase hasta la actualidad testigo de una forma de ocio de aquella época. Se cree que antes los pintaban sobre la tierra por eso de ahí se puede deducir para datarlos entre los siglos XVII y XVIII 


A finales del Siglo XVIII empiezan  a aplicarse nuevas normas en la ciudad considerando que eso afectó a la costumbre popular del juego en los espacios públicos y los estudios concluyen que los tableros se dejan de grabar a comienzos del siglo XIX.

Al parecer este fenómeno es propio de Compostela y, por el momento, no se conoce un equivalente en otro lugar de Galicia. Es importante decir que estos tableros son muy desconocidos tanto para  visitantes de la ciudad como para residentes. De hecho este es el principal peligro que puede impedir garantizar su conservación.



Servían para jugar al tres en raya, una diversión que se extendió hasta convertir la ciudad en el gran casino al aire libre. Era un juego muy popular que a diferencia de los tableros de la época medieval, que eran para curas y personas de cierta educación, estos no son decorativos sino que aprovechan los atrios de la iglesias, las escalinatas y zonas públicas de paso que es donde jugaría la gente  de a pie.

El mayor conjunto es el que se encuentra en el entorno de San Martín Pinario, donde hay cerca de medio centenar, y en el de Santa Clara una veintena. En la ciudad habrá entre 20 y 30 diferentes.


En bancadas, bancos, cruceiros y atrios




domingo, 19 de enero de 2025

COROZAS Y CARAPUCHOS


La coroza  es una capa hecha de juncos que se coloca sobre los hombros y que cubre todo el cuerpo hasta las rodillas. Tiene forma de cono y se sujeta con una cuerda alrededor del cuello; el carapucho es un sombrero, también de juncos, que se pone sobre la cabeza y que adjunta una visera para evitar que el agua caiga sobre el rostro y las polainas son las fundas de juncos que se ponen sobre los zapatos y llegan hasta las pantorrillas. De esta manera,  nuestros antepasados gallegos del mundo rural, iban protegidos de pies a cabeza durante la jornada mientras llovía, unas veces de forma alarmante  "co vento rachado "y otras de manera suave como tiene la cadencia del orballo. 

Decir Galicia es decir tierra de lluvias y humedales. La persistencia de la lluvia es compañera inseparable. Es un fenómeno meteorológico muy frecuente en este lugar. Debido a esto, se han desarrollado a lo largo de los años diversas formas de protegerse de la humedad y el frio cuando debían salir al campo a faenar. 

En esos días en que todo se vuelve gris, pareciendo que jamás volverá a brillar el sol, una de las más curiosas y tradicionales formas para protegerse  eran  las ropas de aguas hechas con juncos y compuesta por tres piezas : la coroza, el carapucho y las polainas que cubrían toda la pantorrilla hasta los pies.




Para hacer estas prendas se utilizaban juncos que habían estado al sol durante ocho días para que se  secaran bien, luego los trenzaban con una técnica especial para darle forma y resistencia.

Tienen la propiedad de repeler el agua y aislar del frío, por lo que eran muy útiles para los trabajadores del campo.

El uso de la ropa de juncos se remonta a la Edad Media y se mantuvo hasta finales del siglo XX. Actualmente, se conserva como una muestra de la cultura y la identidad gallega y no deja de ser un ejemplo de como los gallegos que vivían en el rural supieron adaptarse al clima y aprovechar los recursos naturales de la tierra.

Había muchas familias que durante las noches de otoño e invierno hacían una media de 100 a 150 al año. El precio de una coroza en 1940 era de 5pts, pero siempre con una subida progresiva marcada por  el propio comprador.


El junco es una planta brava y salvaje  que requiere cuidados y un trato delicado. En el mes de julio  como ya tiene un desarrollo completo, se recogen los mejores. Después se "malla" para que pierda dureza y se haga flexible. A continuación se lleva a un tendal para secarlo 10 o 15 días, que es lo que suele tardar en hacerlo.

Una vez seco el junco se recoge en haces o "mollos" y se guarda en el "fayado" hasta el mes de septiembre u octubre, que es cuando las mujeres, bien en sus casas o juntándose en corrillos, iniciaban la confección de las corozas.

 

A nosa Galicia

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