La cultura gallega ha tenido desde siempre una estrecha relación con la muerte pues cuando alguien fallece, se creaba una relación entre vivos y muertos que perdura para siempre.
Existían una serie de creencias en la Galicia rural que no eran habituales en el medio urbano, ya que en las aldeas gallegas, la muerte era algo cotidiano que se esperaba como cualquier otro evento.
Podemos hablar de cinco fases o etapas en el proceso de muerte en la Galicia tradicional rural, cada una de ellas con toda una serie de supersticiones y creencias a su alrededor :
1. Augurios de muerte
2. Fallecimiento
3. Velatorio
4. Entierro
5. Lembranza (recuerdo)
Lo habitual en Galicia era creer que la muerte era previsible, que siempre avisa de su llegada de distintos modos, por ejemplo, la percepción de distintas señales que se podían hacer notar en las aldeas (el sonido de la campana de la iglesia sin que nadie la hiciera sonar.)
Muchas de estas señales estaban relacionadas con los distintos animales que poblaban los alrededores de las aldeas. El cuervo cuando se le veía en algún camino que llevase a la casa, el canto del búho o de la lechuza en la noche. Este podía avisar de una muerte próxima cundo cantaba encima de la casa de alguien.
En algún municipio, se creía que cuando la agonía se prolongaba durante mucho tiempo era porque el moribundo tenía una deuda pendiente con alguna persona, y que cuando esa persona finalmente iba a verle, la muerte se producía no mucho después.
Confirmada la muerte, se procedía a preparar el cuerpo para el velatorio y lo primero que se hacía era cerrar los ojos al difunto, porque se creía que si quedaban abiertos estaban " llamando " a otra persona para que le acompañase en su viaje al otro mundo.
En aldeas pequeñas la comunicación del fallecimiento se hacía casa por casa, o también se hacía uso de las campanas de la iglesia. Cuando las campanas tocan a muerto, el número y el ritmo de las campanadas proporciona información sobre la persona fallecida, informando, por ejemplo del sexo y de la edad.
Había una danza fúnebre que se llevaba a cabo en este momento del duelo en algunas aldeas llamada la danza del abejorro. Los distintos familiares y amigos deberían darse la mano y dar vueltas alrededor del lecho del difunto mientras imitaban el zumbido del abejorro. Si por algún motivo alguien la interrumpía, sería el primero de los presentes en morir.
El día del entierro la comitiva, de camino al Campo Santo, estaba formada primeramente por un joven tocando la campanilla, a continuación, le seguía el sacristán con la cruz de la parroquia y después el ataúd cargado por cuatro hombres, detrás el cura y finalmente la familia, amigos y vecinos.
Dependiendo de la zona, detrás ,caminaban las "choradeiras": mujeres contratadas que iban llorando todo el camino con objeto de despedir al muerto.
Hay muchas maneras en la cultura gallega de mantener el recuerdo, o lembranza, de aquellas personas queridas que han fallecido : una de ellas, en los cabos de año o en el Día de los difuntos.



