La "alborada" es el tiempo del alba, esa primera luz del día, antes de que salga el sol, pero para nosotros, es mucho más que ese espacio de tiempo necesario para que el día nazca.
Es música y poesía.
Para Curros Enriquez, la " alborada" es la música que arrullaba el corazón de los celtas" porque la "alborada vieja" dicen que es la música con más de cuatro mil años de tradición.
Es el canto matinal a la luz roja del amanecer - cuando renace el sol- para acompañar la oración celta, al Astro Rey, en la hora primera en la que se postraban ante él.
Aquella "alborada" pasó con el tiempo a ser la música de reuniones de los clanes y de las procesiones sagradas.
Hoy en día, es la música que inicia la fiesta pagana, aunque se celebre con la disculpa del honor de Nuestra Señora, que sale en procesión, también a ritmo de alborada. Sirvió por tanto para la religión y para la guerra; para la superstición y para la fiesta.
Es un rezo que llegaba a lo más profundo del corazón de los dioses.
ORACIÓN CELTA
Que Dios nos dé
Para cada tormenta, un arco iris,
Para cada lágrima, una sonrisa.
Para cada acto de ternura.
una promesa.
Y una bendición en cada momento
difícil.
Que siempre tengamos un amigo fiel
para compartir nuestros problemas,
Y que cada oración siempre sea escuchada y respondida.
Es el himno de guerreros galaicos, la música dulce que sosiega el mar y que se posa sobre las cosechas para protegerlas.
La "alborada" es el saludo que se da al sol, al amanecer, la poesía o la música que se toca para celebrar el nuevo día.. Por eso, antiguamente, la "alborada" era cualquier melodía que el gaitero tocaba a primera hora para anunciar el comienzo de la fiesta.
BENDICIÓN CELTA Que el sendero enseñe el mejor camino, Que el viento sople siempre a tu espalda Que el sol ilumine siempre tu rostro´ Que la lluvia fertilice tu campo Y hasta que nos encontremos de nuevo,
Adiós al otoño. Se va, como tantos otros que ya se han ido. Es una estación melancólica a pesar de que toda ella estalla y se inunda de color. Es, sin duda, el tiempo que precede al sueño, el adiós a la vida, pero no cabe duda que es una despedida grandiosa. Y, lo es, aquí en Galicia si nos obsequia con días luminosos y claros sin lluvia, como ha sido este que nos abandona.
En Galicia, otoño, es sinónimo de magostos y sin duda la castaña es la triunfadora de esta época del año.
Es preciosa, tiene una piel digna de las mejores reinas. De color tostado, brillante y suave, fruto de los enormes castiñeiros que pueblan Galicia.
Ha estado protegida durante todo el verano por su capa espinosa, primero verde de suaves púas y a medida que el calor ha ido desapareciendo se ha tornado de amarillo ocre y al fin ha terminado por desprenderse del castaño para caer al suelo donde finalmente, su erizo, ya de color oscuro, se ha abierto por fin, ofreciéndonos su precioso y rico tesoro.
El souto es el lugar del castiñeiro, el árbol indispensable de la aldea de media montaña, que sirvió de alimento en muchos hogares gallegos.
Evocan siempre recuerdos, recuerdos de bolsillos calientes y de cara fría, de aromas a leña y a fruto tostado que las castañeras ofrecían en cualquier esquina de una plaza. Aquellos cucuruchos nos calentaban las manos y nos quemaban la boca porque eramos incapaces de esperar a que se enfriaran. Entre risas, íbamos corriendo la calle con las castañas calentitas y el frío de la noche pegado en el rostro.
Quizá sea este un oficio tan antiguo como nuestra memoria nos permita recordar. Es inevitable asociar la llegada del otoño, con la aparición en las calles y plazas del castañero. Hace años vender castañas asadas en la calle, era oficio de mujeres.
Solían ser mujeres curtidas por el frío helador, que en esos años era propio de los inviernos en gran parte del noroeste de España. Eran personajes entrañables y conocidas en los barrios y plazas. Con el paso de los años este oficio estuvo en decadencia llegando casi incluso a desaparecer en muchas ciudades.
El hombre se alimentó de la castaña desde tiempos que ya ni podemos recordar. El castaño fue llamado por los romanos "el árbol del pan" pues se hacía harina de las castañas secas para alimentarse durante todo el año, formaban parte importante de la alimentación de los pueblos de montaña, hasta la llegada del maíz y la patata. En los cultos celtas, el castaño era venerado por sus druidas, junto al roble, el laurel y el tejo formando parte del bosque sagrado.
Las castañas son la paz
del hogar. Cosas de antaño.
Crepitar de leños viejos,
peregrinos descarriados.
Federico García Lorca
Y así, con esta luz dorada y con el aroma de la leña inundando el hogar otro otoño se va.
Los temporales comienzan refunfuñando entre las rocas rizando la superficie del agua, no obstante su ira va en aumento levantando olas que impiden, demasiado a menudo, salir a la mar.
Estos hombres, aman su trabajo, aman el riesgo, aman el agua que les llena la boca de mar y sal y, con toda certeza si volvieran a nacer elegirían mil veces la dureza de un oficio que les permite vivir en íntima relación con la salvaje naturaleza y saben, que cuanto peor está la mar, mejor sabe el percebe.
Habría que subirse a una de estas barcas de las que salen a diario desde los muelles para saber, que este trozo de costa es la zona más brava del litoral. Alejarse del pueblo, dejar atrás el faro de punta Candelaria para llegar hasta A Gabeira.
Allá abajo, San Andrés de Teixido, justo antes de que acabe la costa de Cedeira y empiece la que pertenece a Cariño.
Llegan varias lanchas y allí cada cual se busca un punto de la roca de la que se cuelga y comienza a faenar. Poco a poco va subiendo la marea, el paisaje se va volviendo salvaje por momentos cuando el agua estalla contra las rocas. Mientras, los hombres van arañando las rocas sin dejar de mirar al frente, para estar atento a las olas que están dispuestas a golpearlos sin piedad.
Hay que apresurarse y estar bien atento para no resbalar por el acantilado. Han decidido acercarse a una roca difícil, de esas que a ellos les gustan, y avanzan entre las piedras como lagartijas. No les asusta morir en el mar pero sí les asusta quedar lesionados; a tener que depender de alguien, a no poder reptar entre las piedras. En una mano el gancho y la cabeza bien en alto, sin perder de vista la mar.
Al mar no se le puede dar la espalda, hay que mirarlo siempre de frente, porque es muy traicionero.
Utilizan un sonido seco que sale de la garganta para advertirse unos a otros del momento en que hay que dar un paso atrás para que no se les trague el agua que golpea con fuerza.
Se va Noviembre que tiene su propio refrán. " Dichoso mes, que empieza por Todos los Santos y, termina por San Andrés".
Para nosotros, los gallegos, tiempo de peregrinar a uno de los santuarios que tiene su propio misterio. Todavía vive la tradición del romero que sube al monte, que cree en el agua milagrosa de la fuente de los tres caños y que busca la "herba de namorar"
Cuenta la leyenda que San Andrés llega a la costa de Ortegal en una lancha de piedra, y por eso los romeros cantan: " O divino San Andrés, mandou empedrar o mar, para que os seus romeiriños, o foran a visitar".
Imposible borrar el recuerdo de un lugar como este, donde los impresionantes acantilados, los más altos de la Europa continental, 612 metros sobre el nivel del mar, son una ventana natural desde donde asomarse al mundo. Aquí, en la sierra de la Capelada, crece la armeria marítima, o clavel del aire, "la hierba de namorar", capaz de modificar, eso dicen, los comportamientos en el amor.
No sé si es efectivo, pero Galicia. tenía que tener una hierba así, mágica y hechicera.
La hierba, se tiene que coger en la noche de San Juan y de manera discreta se la entregará a la persona querida. Después, ella se encargará de enamorarla. Hay quien dice que es tan efectiva que no existe antídoto capaz de deshacer el amor que su ayuda provoca.
La "namoradeira", se encuentra cerca de los acantilados; al desamparo de los vientos marinos. Esta hierba tiene unas flores claras y menudas, con pequeños y finos pétalos que bailan, sin desprenderse de sus tallos, al son de los fuertes rugidos del viento cuando azota el temporal.
Quiéreme, dice la canción de Aute, Quiérelo o quiérela, dice la "namoradeira" ,según sea quien solicita la ayuda de la flor.
Eduardo Pondal soñaba con una Galicia grande y digna y tenía la necesidad de que así la sintiéramos los gallegos.
Le dió voz a los pinos en sus poesías y les dotó de la palabra para que pudieran hablar de nuestra historia, de nuestro porvenir, de libertad y de esperanza. Y..., comienzan a hablar: nos hablan del plácido lugar, de su paz silenciosa donde las agujas de los pinos se van convirtiendo en arpas musicales que el viento hace sonar de forma melodiosa.
Y el pinar entero murmura y murmura que Galicia ( el hogar del rey celta, Breogán) permanece durmiendo hace siglos y en su sueño perdió la conciencia de sí mismo y comenzó a hablar con voz ajena y también a respirar en otra cultura. .Más este despertar de Galicia, dice Pondal, no es atendido, ni siquiera por todos los gallegos, pues sólo los que respetan los pueblos como son, son los que permiten que una comunidad sea dueña de sí misma.
Como pocas tierras; Galicia está envuelta en ritmo y armonía. El zumbar de los pinares, de las carballeiras, de los soutos,bidueiros y freixos , es una melodía suave que permanece junto a la música que produce el mar sobre las rocas, y sobre los muelles, donde la espuma del agua se deshace en sus sonidos apagados y perdidos.
Cada mañana, al amanecer ,Galicia estalla en música, una música compuesta por las notas de los ríos y los arroyos, de los lagos y las lagunas; de las cascadas y del chaparrón que cae, y de la niebla que envuelve y de la orvallada que empapa, y de la tronada que asusta y, entonces el viento se mete en el fuelle de las gaitas y se asemeja ahora a nuestra brisa de montes y rías.
Todo debía estar representado en la música del himno, de manera que instrumentos conjuntados entre sí pudieran ejecutarlo entre voces que lo cantan.
Así nace el himno gallego con un poema de Eduardo Pondal y la música de Pascual Veiga un compositor y músico que fue una figura fundamental del "Rexurdimento Galego"
¿ Qué din os rumorosos ¿Qué dicen los rumorosos na costa verdecente en la costa verdeante ao raio transparente bajo el rayo transparente do prácido luar? de la plácida luna? ¿Qué din as altas copas ¿ Qué dicen las altas copas de escuro arume arpado de oscura aguja arpada co seu ben compasado con su bien acompasado monótono fungar? monótono zumbar? Do teu verdor cinguido De tu verdor ceñido e de benignos astros y de benignos astros confín dos verdes castros confín de los verdes castros e valeroso chan y valeroso suelo. Non des a esquecemento No des al olvido da inxuria o rudo encono de la injuria el rudo encono esperta do teu sono despierta de tu sueño Fogar de breogán. Hogar de Breogán. Os bos e xenerosos Los buenos y generosos a nosa voz entenden nuestra voz entienden e con arroubo atenden y con arrobo atienden o noso rouco son, nuestro ronco sonido Mais só os iñorantes Pero sólo los ignorantes e féridos e duros y salvajes y duros imbéciles e escuros imbéciles y oscuros no nos entenden non no nos entienden no. Os tempos son chegados Los tiempos son llegados dos bardos das idades de los bardos de las edades que as vosas vaguedades que vuestras vaguedades cumprido fin terán; cumplido fin tendrán; pois, onde quer, xigante, pues, donde quiere, gigante, a nosa voz pregoa nuestra voz pregona a redenzón da boa la redención de la buena Nazón de Breogán. Nación de Breogán.
Es melancólico y antiguo, es una tierra y un suelo.
Mi país, labrador y marinero.
Es un rincón sin tiempo que duerme perezoso
Que se calienta en el hogar, allá en el robledal.
Se echa a reír.
Es una hoja en el viento, aliento y desaliento,
Mi país, tejiendo su historia,
Muiñeira y caminante, esconde su verdad.
Mi país, saluda al mar abierto
Escucha el barlovento y se pone a caminar
En dirección a metas sin nombre, van filas de hombres
Y sin fin
Tristes campos de algún lugar, caminos para ninguna parte.
Mi país
Mi país en las noches de invernía
Dibuja su agonía, en un viejo, en un chaval.
Mi país de leyenda y maruxías
Espera nuevos días marchando a vagar
por las pendientes y herencias
Nace y muere una esperanza en el porvenir
Es una hoja en el viento, aliento y desaliento
Mi país.
Muchos son los pueblos galaicos que formaron nuestras raíces, estas, que se hunden profundamente en nuestra tierra y que son nuestro origen más lejano en el tiempo. Eran los habitantes de nuestros castros y los dueños de estas tierras fértiles donde el ganado pastaba libremente hasta que llegaron los celtas y se asentaron en el lugar.
La tierra que más amamos tiene inviernos de nieve en sus montañas, es acariciada por la lluvia que empapando la tierra, la abre en un millón de fuentes. La surcan mil ríos y la bañan las aguas de un hermoso océano y un precioso mar.
El paisaje es la estética de nuestra vida. De montaña, de valle, de costa, de mar, de río...Todos ellos se combinan y hacen de esta tierra un lugar maravilloso y armónico.
Al final de cualquier sendero, siempre hay una cumbre desde donde el paisaje nos muestra toda su belleza; desde el profundo verde de los valles, donde los saltos de agua en libertad buscan su destino final ,desde el precipicio hasta los picos más escarpados que se alzan hacia el cielo rodeados de nieve.
Abajo en los valles verdes, el cielo se viste de azul-gris y un tímido sol se asoma entre las nubes y entre sombras de niebla, atraviesa la inmensidad de ese color verde que nos rodea. Al atardecer, el verde del prado se tiñe de oscuro, mientras aparece el silencio que precede a la luna.
Luego. están los ríos, que los hay a cientos, siguiendo el paisaje y saltando por las laderas, buscan la serenidad de los cañones, en ellos beben los gatos monteses, el corzo, el jabalí la nutria y las ardillas que saltan de rama en rama buscando los pinos y las ricas nueces de los nogales.
El bosque se viste de múltiples colores a partir de la primavera hasta que cae la última hoja en otoño.
Amanece con bruma mansa que empapa la tierra y a través de ella se cuela un sol muy tímido que matiza todo lo que hay alrededor. Clarea, a veces, más allá de mediodía y por la tarde el cielo se vuelve de un gris plomizo de lluvia. Todo está animado en este bosque, el mismo que los celtas llamaron "Lubre" y lo convirtieron en un lugar sagrado.
Luego están las rías, con sus mareas y sus atardeceres, con ese mar que te habla desde el fondo de su corazón y al que han vuelto muchos de nuestros jóvenes, ahora en estos tiempos difíciles, al mar de sus abuelos
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Siete son las ciudades gallegas y siete sus símbolos y siete son los caminos jacobeos. Siete maneras de vivir y de soñar.
No cabe duda que la magia de Galicia está en sus meigas y meigallos, en sus druidas y merlines, pero...también es mágica por naturaleza.
Si. La magia está aquí por todas partes. En la tierra y en el agua, en el mar y en los ríos, en sus rúas y en sus piedras bañadas por el agua y por la luz de la luna. En este entorno natural donde suceden muchos de los milagros y se conceden muchos de lo sueños.
Ha llovido mucho estos días y los días y las noches han estado sumergidos en una niebla densa que invita a recordar. Quizás haya aparecido para amparar sentimientos y dolores, buscando los rostros de los que se fueron.
Huele a flores, a cera, a plegarias y a rezos, a agradecimientos y culpas y también a perdón y a soledades porque todos ellos caminan entre las sepulturas; entre crisantemos y claveles.
Pensando y sintiendo, aparece en mí ese regusto que deja en el alma un antiguo dolor, un dolor viejo como el tiempo vivido. Un dolor que acaba siendo el más fiel amigo, ese que sabe de tus sueños incumplidos, de tus esperanzas rotas, ese que te arropa en las noches en vela, cuando el sueño se ha ido y no quiere volver a dejar en tu almohada los murmullos de un silencio que no llega.
Se hace tarde para soñar y aquí están la mismas preguntas; esas que uno se hacía antaño cuando la vida parecía no tener fin.
Y es que estamos hechos de otros, de aquellos que nos han querido y de aquellos otros que tuvimos el deseo de que lo hicieran. Y así... entre las sepulturas aparece la tristeza.