lunes, 22 de noviembre de 2021

La vida es la que recuerdas

En un rincón enmudecen
 cartas viejas, sobres viejos
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las  cartas,
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes
de los amores de luego.
                    Miguel Hernández

Ya, apenas se ven; eran amarillos, regordetes, depositarios de ilusiones, temores,  deseos y noticias. Presiento que sus bocas se abren cada vez menos.
En mi caja de cartas aún late la vida. Hay cartas de cuando los amigos nos escribíamos. Ahora, tienen la edad de su tiempo y las ha puesto  amarillas.
Que bonito era recibir una carta!, qué emoción rasgar el sobre y leer!; nos asaltaba el impulso de contar y manifestar nuestros afectos, nuestros recuerdos y hasta nuestras desgracias a través de aquellas cuartillas que llenábamos de palabras, para releerlas después, luego doblarlas y guardarlas donde siempre : con las otras. 

Ahora, los que entonces escribíamos, sentimos nostalgia del hecho mismo de rasgar un sobre, de desdoblar el papel con parsimonia, o con nervios o con torpeza, pero la nostalgia ya no es lo que era, porque antes el amor tenía su misterio. 
Antes escribíamos cartas y esperábamos con ansia la respuesta que había de traernos el cartero.
Han pasado muchos años desde que dejamos de escribir cartas a mano. Era todo un arte y alrededor de una carta personal siempre había un ritual.
No hace tanto tiempo, almacenábamos nuestra memoria y la familiar en álbumes fotográficos y también en cartas. Recuerdos de lo que habíamos vivido y también recuerdos de las personas que amamos, todos ellos guardados con cariño en trozos de papel.
¿ Como vamos ahora atesorar nuestros amores cuando el paso del tiempo nos borre la memoria o nos engañe con cosas que no sucedieron, con historias truncadas, con nombres difusos?.
Los llamativos buzones de Correos languidecen por las calles y plazas de las ciudades, sin poder presumir de su esplendido pasado cuando se multiplicaban por las esquinas. Presiento que sus bocas se abren cada vez menos.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Arquitectura del silencio y la memoria

 


La única seguridad que tiene el hombre es la muerte, no existe nada más inevitable. Admitir su existencia y tratar de entenderla condujo a la sociedad a adoptar diferentes actitudes que en la mayor parte de los casos están enfocadas a evitarla, ocultarla o aplazarla.

Si el papel de los rituales funerarios es atenuar la emoción y el dolor de la separación, uno de los papeles de las tumbas y cementerios por tanto, es impedir que desaparezca el recuerdo del difunto.

Los muertos siempre han convivido con los seres vivos: en las cuevas, y bajo las casas de los hombres primitivos, en los bordes de los caminos y de las vías romanas, en el interior de las iglesias medievales.

Casos especiales son los camposantos rurales de Galicia en los que existe una total convivencia con los espacios de la vida.

El territorio gallego, rodeado de mar y con fronteras naturales, tiene una serie de peculiaridades debido a su situación geográfica. El clima, la emigración y la dispersión de sus aldeas contribuyeron a crear su peculiar idiosincrasia.


En Galicia, desde siempre, vivos y muertos comparten espacios y tienen puntos de encuentro enlazados con hilos apenas perceptibles de memoria.

La muerte en el mundo rural se asumía sin miedo y con naturalidad, " morrer hai que morrer". El culto a los antepasados es algo que está enraizado en la mentalidad gallega.

Los enterramientos han sido la huella solitaria que el hombre ha dejado de su modo de vivir. La arquitectura funeraria, expresa la relación que la sociedad ha establecido con la muerte: ayuda a juzgar y entender mejor una civilización. Es una arquitectura para los que ya no están, constituida por espacios de ausencias y de despedidas, de huellas y recuerdos de muchas vidas, de recogimiento y añoranzas. Es "el no olvidar de los vivos" y " el no me olvides" de los muertos.


El origen de la parroquia rural gallega se encuentra en los antiguos castros. La parroquia no es propiamente creada por la iglesia, sino que ésta se aprovechó de la organización que ya existía, como sucedió con otras cuestiones. 

Era importante que cada parroquia contara con un cementerio, situado siempre en el atrio parroquial alrededor del templo. Las clases dominantes buscan diferenciarse en estos recintos e incluso las ideologías se ven reflejadas de un modo u otro en las obras funerarias, pero, no cabe duda que el fin último es proteger" la memoria individual y colectiva como herramienta innata a la persona que posibilita almacenar y conservar para el futuro las señas de identidad de lo que hemos sido" ( Pérez , Tarrío )



 

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