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miércoles, 14 de enero de 2015

La ría de Vigo
















Protegida del océano por las Islas Cíes, la ría de Vigo se abre por el norte en Cabo Home, rincón que impresiona en cualquier época del año, aunque en invierno su espectacular belleza se hace sentir más adentro cuando el mar desafiado por el viento silba y ruge entre las islas y azota con fuerza los acantilados volviéndolos  ariscos y escarpados. Por el sur, en Cabo Silleiro, el faro se yergue desafiante oteando un mar que en calma refleja una enorme paz, sin embargo, de repente, puede volverse furioso ante la provocación del viento y agita sus aguas llenas de espumas blancas que amenazan con engullir todo aquello que se encuentre por delante.

Es, si no la más grande quizás, si,  la más hermosa de todas las rías gallegas, si bien es verdad que contemplar cada una de ellas conforma un espectáculo inolvidable. 

Es el mayor tesoro de la ciudad, su pasado y su futuro.Se adentra en la tierra para mezclarse con el agua del río mientras las laderas de los montes  van formando siluetas a lo largo de todo su recorrido.

Por donde quiera que nos asomemos nuestras islas se dejan ver donde la ría se abre a mar abierto, están siempre presentes en el corazón de los vigueses y nos sentimos orgullosos de ellas, son como nuestro símbolo de identidad. Hermosas como tres bastiones,  guardan la entrada al viento del oeste y fueron siempre una zona de refugio para ingleses, holandeses y moriscos, sirviendo de apoyo a todos los navíos que navegaban por el atlántico.

Si el mar se retirase de la Ría de Vigo, un largo valle, dejaría al descubierto restos de buques, galeones, mercantes, submarinos y pesqueros que asomarían sus esqueletos sobre el lodo y la arena en donde se guardan leyendas e historias ocurridas en otros tiempos.

Dicen que trece embarcaciones están sumergidas en el fondo de la ensenada de la isla de San Simón hundidos en la batalla de Rande, librada en Octubre de 1702 entre una escuadra franco-española y una anglo-holandesa, allí donde la ría se estrecha, siguen sumergidas. Allí donde parece que pudieras alcanzar con tu mano la otra orilla y sus dos costas pudieran fundirse en un beso Allí donde la ría ofrece su espectacular belleza en cualquier atardecer.







sábado, 25 de octubre de 2014

El silencio en los valles




Jirones de niebla acompañan a los verdes valles donde habita la magia de una tierra misteriosa que rezuma poesía en el aire. Luces y sombras son regalos  que nos resguardan a través de los siglos.
¿Que guardan estos valles? ¿qué secretos encierran que con sólo mirarlos se siente su paz?
En la jungla de cemento los recuerdos se me acercan susurrándome al oído. Extraños fantasmas me asustan pululando por calles que ahora se me antojan extrañas...como...sí nunca las hubiera vivido, ni amado, como sí las luces de sus farolas no me hubieran iluminado y acompañado  jamás en noches donde no había luna. ¡Que extraña me siento en el barrio donde crecí!
Me miro... y no me reconozco, me observo en la distancia y me siento extraña. Mil preguntas me abordan en las calles, me turban, me persiguen y yo...lanzo la mía al viento ¿Adónde se ha ido el silencio? 
Ausencia de armonía donde todo se me antoja demasiado artificial. Los sentidos se embotan y la luna no se ve, no se oye el canto del río cuando las sombras arropan los valles, ni el búho en el bosque, ni las gotas de un rocío que se posó sobre una temblorosa tela de araña en un hermoso amanecer. 
Tal parece que el hombre le haya dado la espalda a la naturaleza viviendo un sin vivir enloquecido por conseguir una felicidad artificial que no calma la angustia de la propia supervivencia.


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