Jirones de niebla acompañan a los verdes valles donde habita la magia de una tierra misteriosa que rezuma poesía en el aire. Luces y sombras son regalos que nos resguardan a través de los siglos.
¿Que guardan estos valles? ¿qué secretos encierran que con sólo mirarlos se siente su paz?
En la jungla de cemento los recuerdos se me acercan susurrándome al oído. Extraños fantasmas me asustan pululando por calles que ahora se me antojan extrañas...como...sí nunca las hubiera vivido, ni amado, como sí las luces de sus farolas no me hubieran iluminado y acompañado jamás en noches donde no había luna. ¡Que extraña me siento en el barrio donde crecí!
Me miro... y no me reconozco, me observo en la distancia y me siento extraña. Mil preguntas me abordan en las calles, me turban, me persiguen y yo...lanzo la mía al viento ¿Adónde se ha ido el silencio?
Ausencia de armonía donde todo se me antoja demasiado artificial. Los sentidos se embotan y la luna no se ve, no se oye el canto del río cuando las sombras arropan los valles, ni el búho en el bosque, ni las gotas de un rocío que se posó sobre una temblorosa tela de araña en un hermoso amanecer.
Tal parece que el hombre le haya dado la espalda a la naturaleza viviendo un sin vivir enloquecido por conseguir una felicidad artificial que no calma la angustia de la propia supervivencia.