Estación de Ribadavia : año 1941
Eran años difíciles en Europa. El 1 de Septiembre de 1939 Alemania invade Polonia con la pretensión de crear un gran imperio. Era el comienzo de la segunda guerra mundial.
Desde finales de 1939 hasta los comienzos de 1941 Alemania conquistó gran parte de la Europa continental. Una guerra cruel y absurda como todas las guerras que ha iniciado el hombre a lo largo de la historia y que se extendió como la mala peste entre los pueblos del mundo creando dolor y sufrimiento dejando tras de sí millones de muertos.
Muchas han sido las historias contadas sobre estos años crueles, pero es posible que no tantas como la historia de cada una de las personas que la vivieron. Porque si que es verdad, que detrás de cada vida hay siempre una historia que contar.
Entonces, las estaciones del ferrocarril eran en su gran mayoría tristes y oscuras, el traqueteo del tren acompañaba las vidas de los viajeros hasta adormecerlos. Era un buen lugar para ocuparse de los propios pensamientos. Estos viajes se convertían, en ocasiones, en una verdadera pesadilla a consecuencia de sus interminables paradas en algunas estaciones trayendo como consecuencia enormes retrasos.
En la estación de un pueblo del interior de Galicia - Ribadavia - en la provincia de Orense, un hombre lleva todo el día acurrucado en una esquina del único banco de madera que hay en el andén, tapado con un viejo y raído abrigo. Es Abril y en esta tierra los abriles, a veces son fríos y lluviosos.
No habla con nadie, nadie le hace caso, apenas le miran. Cada uno va y viene a sus tareas y a sus vidas. Los trenes siguen llegando y marchándose a la orden del silbato y bajada de bandera del jefe de estación.
Comienza a caer la noche y el hombre, allí, continúa sin moverse. Lola, una de las tres hermanas que regenta la cantina de la estación se acerca a aquel hombre, le habla y él le responde en un idioma que ella no conoce. Algo encuentra en su mirada que hace que Lola se lo lleve para casa dándole cobijo.
Había llegado de Lyón, de donde se había escapado del campo de concentración.
Con aquel hombre comienza, Lola y sus dos hermanas a tejer una red de fuga - por la que llegaron a ayudar a escapar más de un millar de judíos- que nacía en los Pirineos y moría al otro lado del rio Miño, en Portugal.
La cantina de la estación de Ribadavia era un kiosko ubicado al lado del edificio de viajeros donde los niños del pueblo, aprovechaban los recreos del colegio para ir a probar los dulces caseros. Nadie podía sospechar que aquella mujer con dos taxistas, un emigrante retornado y un barquero, eran los que formaban la red clandestina que ayudaba a pasar a los judíos al otro lado de la frontera, a Portugal.
El nombre en clave era "la madre"
En la cantina vendían rosquillas y melindres y todo tipo de bebidas. También lo hacían a través de las ventanillas desde el andén e incluso subían al tren mientras este se encontraba parado y después se bajaban en las estaciones contiguas regresando en el siguiente.
Lola, aprovechaba la venta ambulante dentro de los trenes para contactar con algún emisario que le indicaba el día, la hora y el vagón donde vendrían los huidos. Una vez llegados allí y aprovechando la oscuridad de las noches sin luna, eran conducidos en los taxis por carreteras comarcales hasta Frieira, a orillas del Miño, para desde allí, pasar en barca hasta Portugal.
Agentes de la Gestapo llegaron a la zona pues desconfiaban que aquel lugar era paso de judíos huidos desde Alemania.
No fueron ellas ni sus familiares quienes desenterraron el juramento de silencio que las Touza se hicieron en vida.
Lola Touza falleció a los 72 años en 1968 sin que nadie llegara jamás a sospechar esto, ni siquiera los familiares más directos que se enteraron muchos años más tarde cuando en 2008 el gobierno Israelí rindió homenaje a las hermanas Touza concediéndoles el título de " Justos entre las Naciones" por parte de la fundación Yad Vashem.como a todos aquellos que salvaron a sus compatriotas del exterminio.
Solo tres españoles ostentan este título.