Ataviado siempre con su sombrero, su bordón, sus conchas, sus sandalias, su barba blanca y su actitud sociable, Zapatones era todo un personaje.
Aunque lloviera, nevara o hiciera sol siempre se le podía encontrar en la Plaza del Obradoiro o paseando entre la Alameda, al lado de las tres Marías y el Pórtico de la Gloria. Con su raído hábito castaño y su imagen deteriorada por mil excesos, ha sido el último pícaro conocido del Camino. Era el anfitrión de la Plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela: su CASA.
Creó su personaje. Una imagen emblemática de peregrino medieval.
Fue "Zapatones"un niño abandonado, huérfano de familia y de raíces, hasta que cierto día estando tumbado frente al Pórtico de la Gloria, el Apóstol vino a hablarle, señalándole su camino de redención: ser peregrino en su propia ciudad.
Muchos habrán oído hablar de él, pero quizás nunca llegaron a conocerle. Otros lo habrán visto, o incluso puede que se hayan hecho una foto con él, sin siquiera saber quien era, puede que ni se lo hayan preguntado, aunque conociéndole, resulta difícil de creer, que el mismo no se lo hubiera dicho.
Creó su personaje con el Jacobeo de 1993: apodo que le puso su hija al verle vestido de peregrino por primera vez que él aceptó de buen grado: "Zapatones". Las buenas gentes le procuraron un disfraz de fraile, con bordón y calabaza, y así se lanzó a dar testimonio por calles, plazas y tabernas.
Fue "Zapatones"un niño abandonado, huérfano de familia y de raíces, hasta que cierto día estando tumbado frente al Pórtico de la Gloria, el Apóstol vino a hablarle, señalándole su camino de redención: ser peregrino en su propia ciudad.
Muchos habrán oído hablar de él, pero quizás nunca llegaron a conocerle. Otros lo habrán visto, o incluso puede que se hayan hecho una foto con él, sin siquiera saber quien era, puede que ni se lo hayan preguntado, aunque conociéndole, resulta difícil de creer, que el mismo no se lo hubiera dicho.
Creó su personaje con el Jacobeo de 1993: apodo que le puso su hija al verle vestido de peregrino por primera vez que él aceptó de buen grado: "Zapatones". Las buenas gentes le procuraron un disfraz de fraile, con bordón y calabaza, y así se lanzó a dar testimonio por calles, plazas y tabernas.
Conocedor de mil y una anécdotas, de unos cincuenta años de edad contaba que no sabía con certeza la fecha de su nacimiento. Al parecer, al nacer fue depositado en una " casa cuna", donde pasó toda su infancia. Fue un "crápula" durante su juventud, según sus propias palabras, y estuvo en la cárcel. Trabajó de camarero hasta que, al final, decidió hacerse "peregrino"
Había nacido en 1954, en Camariñas, y a finales de 2011, se dice que ingresó en un centro asistencial - el monasterio de Leyre-.
Aunque llevó una vida solitaria y mísera y vivió intensamente en la calle "Tenía por sala la mejor del mundo: la Plaza del Obradoiro" Acabó por captar la esencia del camino y luego la fue transmitiendo a los visitantes. Afirmaba que la finalidad de la peregrinación es " la búsqueda de uno mismo y el contacto con la naturaleza"
Con un cigarrillo prendía el siguiente y así iba encadenando los minutos del día. Había sido huérfano, ladrón, preso y rebelde y con el tiempo entrañable y amigo de peregrinos y paseantes. Humano, temeroso, escondido en sí mismo, consumido y amoratado por el alcohol y el tabaco. Juan Carlos Lema Balsas fue hallado muerto en Pontevedra a los 61 años de edad el 15 de Mayo de 2015.
Muchos habrán oído hablar de él, pero quizás nunca llegaron a conocerle. Otros lo habrán visto, sin siquiera saber quien era, puede que ni se lo hayan preguntado, aunque conociéndole, resulta difícil de creer, que el mismo no se lo hubiera dicho.
Un personaje mágico que se fue de Compostela.