Dentro de muy poco tiempo esta flor que le es tan fiel al invierno se irá después de haber alfombrado la tierra con sus pétalos y flores; orgullosa de si misma acompaña al invierno y sabe de sus cuitas y de su cansancio. Es una flor amable que acompaña al invierno y le da la bienvenida a la primavera.
A esa dama hermosísima y bella que va llenando el lugar de luz y belleza por donde quiera que pasa. Da la sensación de ser como un pincel mágico que mojando en diferentes colores le diera por pintar un lienzo en blanco llenándolo de colores: azules, verdes, violetas, fucsias, blancos, amarillos...
Cuando nos hacemos adultos perdemos mucha de la fascinación por las cosas que teníamos cuando niños. Era especialmente emocionante escuchar como silbaba el viento en las noches de invierno y unos a otros nos contábamos historias en las que él era su mayor protagonista y exacerbaba nuestra imaginación infantil. Eramos capaces de oír el murmullo del agua en las fuentes y disfrutábamos planeando en el aire con los brazos abiertos imaginando que volábamos. Todo era posible, pues todo era imaginable, pero... esa magia desaparece cuando la realidad se va imponiendo a nuestro pesar.
Recuerdo saltar entre las piedras del río, con cuidado de no resbalar entre musgos y algas. Oír el murmullo de las fuentes y ver nadar los patos en el estanque mientras un aroma a mirto nos rodeaba guardándonos. La idea de que el agua estuviera formulando palabras parecía absurdo pero no por eso dejaba de prestar atención al sonido de sus murmullos pareciendo que quisieran contarme secretos del jardín. Y es que el jardín es como el inmenso auditorio de un concierto donde la música que se oye nunca es igual.
La camelia sasanqua cuando llega su momento se despide desprendiéndose de los pétalos uno a uno los cuales van cayendo al compás del viento, dejando una mágica alfombra a sus pies.Costumbre que no tiene la camelia japónica, la cual llegado el momento arroja la flor al suelo, como una bella dama antiguamente el pañuelo, por si un galán quisiera quedársela...galanes que hoy en día ya no quedan, ni ojales en las solapas donde lucirlas.
Cuenta la leyenda que al principio de los tiempos, una noche, las estrellas jóvenes discutían y rivalizaban entre ellas sobre cual era la más bella ocasionando una trifulca entre todas las estrellas del cielo, pues todas querían ser la reina de la belleza. Y... a ver quien ganaba? ¡yo brillo más! ¡ yo soy más grande! ¡yo más ligera!
Con sus discusiones rompieron la paz del firmamento por lo que la luna intervino y, decidió que la mejor manera de poner orden era que las estrellas se repartieran por el cielo y así todas lucirían su belleza.
Las estrellas obedientes acataron la ley nueva... Unas se esparcieron hacia el norte, otras hacia el sur, otras se agruparon formando estelas de luz...
Cuentan también, que pasado el tiempo, cansadas vieron u árbol que resultó ser una camelia, lucía gran cantidad de flores blancas y decidieron reposar en ella, durmiendo las estrellas cada una en una flor.
Al día siguiente, recuperadas las fuerzas, pensaron que esas flores eran como un cielo para vivir en ellas y así fue como las estrellas se convirtieron en camelias. Desde entonces, las camelias blancas son las estrellas de la tierra, compitiendo con las del cielo y brillando como ellas.
El clima húmedo de Galicia, las temperaturas suaves y los suelos fértiles y ácidos hacen que el crecimiento de las camelias sea espectacular y sorprenda a expertos de todo el mundo.
Llegaron a Galicia a finales del siglo XVIII procedentes de China y Japón, de mano de navegantes portugueses.
Lo normal es que las veamos plantadas en lugares protegidos. La camelia gusta de ambientes húmedos para establecerse, por eso ha hecho de nuestra tierra su hogar y paraíso. El agua tiene mucho que ver en sus tonos de color.
Las camelias son flores que aparecen en invierno, habitualmente comienzan a florecer en diciembre o principios de enero y lo hacen durante tres meses. Las flores son generalmente grandes, con cinco sépalos y cinco pétalos. Sus colores varían del blanco al rojo pasando por el rosa y ocasionalmente pueden aparecer combinadas en el mismo pie e incluso jaspeadas en esas tonalidades. A diferente de otras flores, al marchitarse, no pierde los pétalos uno por uno si no que se separan íntegramente de su tallo.
En un principio su difícil acceso y su precio hizo que fueran una plantas ornamentales exclusivas dela nobleza gallega y era fácil verlas en los castillos, pazos y casa señoriales, pero más adelante todos deseaban tener adornada su finca o pequeño terreno con un árbol que representaba de manera simbólica, la felicidad, fortuna y longevidad.
Decía Alvaro Cunqueiro que las camelias eran como luces en el invierno gallego. Nadie se podía resistir a adornar sus jardines en la estación fría del año, y tanto fue a sí que su cultivo se convirtió en todo un referente internacional.
Ahora, en invierno están en plena floración y se pueden visitar diferentes rutas que llevan a pazos y paradores.
La ruta de la camelia no es muy conocida, sin embargo la comunidad atesora casi 8000 variedades diferentes de camelia. Tiene, esta flor, una belleza extraordinaria y es una de las más delicadas que existen. Chove en Santiago meu doce amor. Camelia branca do ar brila entrebecida ó sol. García Lorca En los pazos, las especies autóctonas y exóticas conviven entre estanques, fuentes y cascadas. La presencia destacada de la camelia, una de las flores más emblemáticas de Galicia, les aporta una belleza extraordinaria. En esta eclosión de color que se produce cada invierno, las especies más madrugadoras son la Camelia sinensis y la camelia sasanqua, pequeñita y enormemente perfumada que da flores en el otoño y parte del invierno,época en la que los jardines están más necesitados del colorido de las flores-
RUTA DE LA CAMELIA
1. Pazo- Museo Quiñones de León (Vigo)
2.Parque do Casro ( Vigo)
3.Castelo de Soutomaior (Soutomaior)
4.Pazo de Lourizán ( Pontevedra)
5. Pazo da Saleta ( Meis) 6.Pazo de Quinteiro da Cruz ( Ribadumia)
7. Pazo de Rubians ( Vilagarcía de Arousa)
8.Casa- Museo de Rosalía de Castro ( Padrón)
9. Pazo de Oca ( A Estrada)
10. Santa Cruz de Ribadulla ( Vedra)
11. Pazo de Mariñán (Bergondo)
12. Alameda de Santiago.
Después del otoño y, ya pasando Enero, en pleno corazón del invierno aparece, en Galicia, la primera flor: LA MIMOSA.
Esa lluvia de oro que inunda con su aroma orillas, laderas y caminos de bosques.
Simplemente, es un estallar de luz. Es un inundar de aroma. Es la belleza de un árbol que se ha mantenido hasta el momento casi desgarbado y que ha pasado desapercibido durante el resto de los meses del año.
Ah! pero con el andar de los primeros meses, según la zona, y como un nuevo amanecer en un día claro, despliega toda su belleza con una delicadeza insuperable por ninguna otra flor.
Igual que la xesta, esa retama tan querida por los gallegos, también de porte desgarbado como una adolescente que promete una belleza extraordinaria en su madurez, también, como ella, tímida, se repliega sobre sí misma cuando siente la proximidad de algo o de alguien apenas la rozas.
Se le conoce como mimosa o sensitiva, debido al modo en que mueve su follaje al ser tocada o expuesta al calor, incluso también lo hace al atardecer.
Al tocar minimamente sus hojas, estas se cierran inmediatamente y sus tallos menores caen por el peso de las mismas. Este mecanismo de contracción cumple dos objetivos: en primer lugar, simular ser una planta mustia es ideal para protegerse de cualquier posible predador. y en segundo lugar sirve para no perder una cantidad excesiva de agua durante el calor del verano e incluso para resguardarse del viento al reducir la superficie.
Símbolo de la elegancia, la ternura y la sensibilidad. Todavía la Primavera está lejos, la primavera que induce el despertar de la tierra, ella anuncia que no tardará en llegar, y Galicia nos recibe en una mar de mimosas amarillas, que te siguen en caminos y senderos haciéndote un pasillo de aroma dulzón, amable e inesperado.
Llegaron a esta tierra a mediados del Siglo XIX desde Australia y agradecida a ella se ha ido extendiendo colonizando montes y laderas.
Para quien viaja, las mimosas constituyen un recibimiento real, dándole una bienvenida olorosa y visual insuperable. Un espectáculo que nos puede transportar a la infancia más dulce, uno de esos pequeños milagros de la naturaleza que evoca tardes de lluvia y fragancia de leña que se quema en el hogar.
En las últimas décadas, en Galicia, se extendió el uso de la palabra "panxoliña" para hacer referencia a esas canciones de Navidad que aluden al nacimiento de Jesús o a la visita de los Magos. Se trata de un término relativamente reciente.
No son lo mismo que los villancicos. Estos son piezas en lengua vulgar que se cantan en las iglesias, con textos populares o temas de autor y que se usan en la liturgia de las fiestas principales en general.
Las " panxoliñas" al contrario, son canciones populares cantadas por el pueblo, en grupo o individualmente ante el Belén o en la fiesta de Navidad.
Se sabe de su existencia desde el siglo XV aunque no ha llegado ningún documento que explique sus características, solo referencias de como se organizan los vecinos para ir a cantar al niño Jesús.
Estas manifestaciones culturales y lúdicas, no eran exclusivas de Navidad también era costumbre cantar los Año Nuevos, los Cantos de Reyes o los "Manueles" En las parroquias donde estas celebraciones de Navidad coincidían con los santos patronos, se añadían las danzas que también era una buena excusa para acudir casa por casa a "reclamar"el aguinaldo.
Aunque se tiene constancia de su existencia desde el siglo XV, las piezas que se tocan son adaptaciones de autores contemporáneos, ideales para rememorar todos esos momentos vinculados con la Navidad: la familia reunida, el.intercambio de regalos, las sonrisas, las risas...
De una belleza infinita. Montañas, bosques, ríos, pozas, cascadas, castros, restos romanos, castillos medievales...El Courel nos habla de la historia, la esencia y la naturaleza de Galicia.
Algunas de sus cumbres alcanzan los 1600 metros desde donde podemos observar árboles centenarios, entre los que destacan los castaños y los robles.
En cualquier época del año luce impresionante, en la radiante primavera, en el cálido verano y suave otoño o en el blanco invierno.
De aquellos tiempos quedan los magostos que reúnen en otoño a los vecinos de tantos pueblos, sobre todo en el interior de Galicia. Cuando la castaña era, a veces, la única garantía que podía proteger a las familias de un mal invierno o de una peste. había que hacer todo lo posible para conservarla.
Así se entiende que se mantengan celebraciones como la Fiesta de la Pisa de la castaña en la aldea de Froxán ( Folgoso do Courel).
Para que los frutos del castaño se conserven mejor y aguanten durante todo el invierno, hay que secarlas para evitar que se pudran.
El elemento clave es el humo del Sequeiro en cuyo piso inferior se hace una pequeña hoguera y el humo asciende por las hendiduras de la madera en forma de cuña hacia el piso superior donde se extienden cientos de kilos de castañas.
La Pisa yel Abandoxado
Una vez que el secado llega a su punto óptimo. llega el momento de la Pisa que es lo que da el nombre a la fiesta. Las castañas se introducen en una tela alargada cerrada por ambos extremos y dos personas comienzan a batirlas. acompasando los movimientos contra un tronco forrado de cuero- de esta forma la corteza y la cáscara se se separan del fruto. Una vez batido el contenido de la tela, se introducen en una cesta y se lleva a donde tiene lugar el abandoxado.
Un tablero de madera semicircular, cerrado por los lados, la destreza de los más veteranos de la pisa y la física hacen el resto. Con un movimiento delicado, la cáscara y la corteza caen al suelo, mientras que el fruto más pesado queda arriba.
Una vez que el cribado es suficiente, las castañas, se meten en un saco y ya están listas para el invierno.
Es una ceremonia que hace revivir a Froxán. Con la fiesta en la aldea, donde viven poco más de 10 familias durante gran parte del año, esta se llena de visitantes y por las calles corren niños que con instrumentos y cantos animan y nos sumergen más en la la tradición.
Sierra da Capelada. Ria de Ortigueira, Estaca de Bares.
Con el permiso del mar y de los vientos, en la costa de Ortigueira, diez mujeres --herederas de un oficio surgido de la necesidad - cada verano marcan en el calendario las lunas llenas y nuevas, esperando pacientemente a las mareas lunares para poder arrancar las algas rojizas de entre las rocas de Pena Furada. Una roca que emerge del mar y que por efectos de la erosión está horadada a modo de puente de doble arco.
Hace ya más de cien años que las mujeres de Loiba bajan en busca de algas. Descienden por los acantilados hasta llegar a las playas de O Coitelo, Gaivoteira, O Picón entre otras.
Playas hechiceras, llenas de farallones batidos por la espuma, cerradas entre acantilados como el tesoro más valioso.
Es una faena dura, tanto por la dificultad de acceso a las playas como porque sólo se puede hacer cuatro o cinco días cada mes, entre junio y octubre, siempre que el viento y la mar lo permitan y no cada fin de semana, pues la ley prohíbe la recogida en estos días.
Las algueiras han de meterse en el agua con la marea baja para poder apañar este fruto marino que escurre por las rocas bañadas por la marea pues las que están en la arena no sirven. Van metiendo las algas en sacos y para sacarlas de la playa, no hay otro medio más adecuado, que es el que se viene usando desde siempre, cargan los sacos en burro y suben por los caminos que serpentean la costa.
A los no entendidos, las algas nos parecen todas iguales, aunque desde luego no es así, las hay azules, pardas, verdes y rojas que son, estas últimas, las que se recogen.
Sólo pueden trabajar cuatro o cinco días, desde el mes de junio a octubre en ese espacio de tiempo que queda entre la bajamar y la pleamar. Este oficio, como no, está en vías de extinción.
Comparten acantilados con percebeiros y pulpeiros en los tramos más agrestes de la costa, a los pies de Estaca deBares.
Madrugan para llenar los sacos que arrastran por la arena y los van cargando sobre uno de los burros que bajan a la playa, ya que son los únicos animales capaces de subir la carga por un sendero rocoso y escarpado.
Los cabos que se adentran en el mar son los mejores miradores de este paisaje. Si la niebla está ausente se pueden ver dos de los salientes más emblemáticos de la costa gallega. Al oeste, más allá de la ría de Ortigueira se distinguen los farallones que marcan la punta del cabo Ortegal y al este se yergue la mole de Estaca de Bares con su faro.
Mientras, el sol se acuesta creando todo un espectáculo que emociona: gaviotas, alcatraces y cormoranes sobrevuelan las olas acompañadas por los últimos destellos de la luz del sol y por la brisa que parece mecerlos entre las ráfagas del viento.