viernes, 12 de mayo de 2017

Deva

Cuenta la leyenda que el agua del mar era dulce como la de los ríos hasta que la diosa Deva se enamoró de un humano. Su amor solo duró una noche y, tras esa noche la diosa volvió al fondo del mar para cumplir con sus deberes, no obstante Deva volvió inundada de tristeza y sus ojos no dejaron de llorar.  Dicen que por eso, desde entonces,el agua del mar es salina debido a las lágrimas de la diosa.
El agua desempeñaba un papel muy importante entre los celtas. El culto a las aguas estaba muy extendido en todo su mundo  y tanto los mares como todos los ríos tenían una divinidad asociada normalmente femenina.
Deva es la diosa celta del mar, de las emociones y los sentimientos: Ella es la que ayuda a los que priorizan el amor, renunciando a lo material.





Se dice que si necesitas que en tu vida aparezca la persona que pueda acompañarte en el camino y compartir contigo todo lo bueno y todo lo malo, has de bajar un atardecer con la Luna Nueva hasta una playa cuando la marea haya bajado hasta su último límite.

Se llevará una botella  y una hoja de hiedra en la que se habrá escrito con un objeto punzante la palabra AMOR.
Ve recogiendo de la arena húmeda conchas, cantos rodados, incluso pequeños cristales de formas o colores armoniosos. Todas esas pequeñas cosas que han sido descubiertas por la marea y que se consideran propiedad de la diosa Deva.
Tienen que ser objetos significativos y bonitos, que atraigan por su brillo o por su forma.
Cuando tengas nueve objetos siéntate en la arena y colocando todo delante de ti, mete dentro de la botella la hoja de hiedra y luego uno a uno los pequeños tesoros que hayas encontrado.                                                                                                                                                                                             
Antes de introducir cada uno de ellos en la botella hay que retenerlo en las manos y encomendarle la misión que ha de cumplir​.
Cuando todas las piezas estén dentro de la botella pon arena en ella, acércate a la orilla y  llena lo que quede con agua del mar.
Ciérrala, acércala a tu pecho como abrazándola.

Di tu nombre completo y pronuncia el conjuro

" La marea crecerá cubriendo mis ruegos.
Ahora está silencioso el océano.
La diosa duerme
Aquí queda mi deseo para que la diosa lo encuentre
si es su voluntad soberana.
y si hasta ella llega mi invocación solicito ser escuchada:
Que se cumpla lo escrito.Que se cumpla lo deseado"
Después entierra superficialmente la botella en la arena cerca de la orilla.

Se dice que cuando la marea sube, la diosa Deva cuenta cada criatura, cada pez, cada objeto hasta asegurarse de que no falta ninguno; que están todas sus conchas, todas sus arenas y todos sus amuletos marinos.
Buscando lo que le falta, encontrará la botella. La abrirá y escuchará en el aire las palabras de quien ha hecho la petición por eso se ha de decir el conjuro en voz alta, para que el aire la recoja y las palabras puedan llegar a ella.
Es un ritual muy antiguo que practican en las playas más escondidas de nuestra costa. Personas que creen en la vieja religión ponen bajo el amparo de la diosa Deva sus deseos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Adiós Mayi




Y ... "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te sostenga suavemente en la palma de su mano"

Adiós Mayi. Adiós hermana.

domingo, 30 de abril de 2017

PLANTAS MEIGAS


Plantas que escorrentan ás meigas, es decir, que las espantan


 Digital o dedalera.


Sobre esta planta se sabe de una leyenda gallega que dice que donde crecen las dedaleras se cree que es donde bailan las meigas las noches de luna llena.
La dedalera ha sido una planta bien conocida y utilizada por los pueblos septentrionales de Europa. En Gales se han recogido tradiciones muy antiguas, donde la dedalera se la considera como planta protectora contra los malos espíritus. En Galicia, zona de la península donde más extendida está, tiene fama de planta útil contra las mordeduras de víbora y también como protectora de las casa frente a las meigas y los malos espíritus.

En inglés se la llama foxglove, es decir guante de zorro, y también fairyfingers, dedos de hada. Existe una leyenda nórdica que habla del astuto zorro y la dedalera. Según se cuenta por esos lares, las hadas malas le dieron estas flores al zorro para que las calzara en los dedos de sus patas y de esta manera ser más sigiloso cuando merodea los gallineros de los desdichados campesinos




Las manchas de las flores, que tienen la función de de servir como "señalizaciones de aterrizaje" para abejas y abejorros, se dice que es donde los elfos han tocado con sus dedos la planta advirtiendo de lo nociva que es. De hecho en Irlanda se la conoce como "dedal de muerto."

La víspera de san Juan, la noche del 23 de Junio, es una fecha muy propicia para la aparición de las meigas que suelen colarse por por las puertas, ventanas o incluso por los agujeros
de las cerraduras de las casas.
Para protegerlas se suele colgar fiuncho o hinojo, xesta o retama, abeluria o dedalera en puertas y ventanas, e incluso en las rendijas de las tejas del faiado,para evitar que entren las meigas.


La Xesta, en castellano Retama, se la puede considerar como la belleza de lo común, nos acompaña y nos rodea a donde quiera que vayamos y miremos. Por abundantes y cotidianas no les solemos prestar mucha atención a pesar de que son dignas de plantarse en los jardines más elegantes.


El primer día de mayo, las ramas de esta planta totalmente cubiertas por su hermosa flor amarilla, engalanan puertas y ventanas de muchas casas, barcos de pesca, parabrisas de camiones, motos y cascos de algún que otro ciclista. Esta costumbre tiene como objeto proteger a las personas, al ganado y a las propiedades contra cualquier maleficio, especialmente
 el mal de ojo, a lo largo del año.

También es la flor de los enamorados, los las mozos entregaban a las muchachas que pretendían, si esta la aceptaba daba a entender que también lo aceptaba como pretendiente.





Todavía hay una costumbre más curiosa y bastante extendida por  tierras de La Cañiza y también en tierras del Deza, en la comarca de Lalin. Aquí es frecuente ver xestas que tienen en sus extremos un nudo. Segun escribe Ramón Cabanillas es una antigua creencia enraizada en veinte leguas a la redonda: " as moziñas casadeiras", peregrinas de la Franqueira , doblaban una ramita de xesta y dándole vueltas sólo con un dedo si aciertan a anudarla, se casan en un año.



El día de San Juan, igualmente, se barre la casa con escobas de retama para purificarla y protegerla frente a los malos espíritus para lo que resta del calendario.Y de esta manera, según recogen las fuentes, los campesinos se quedaban tan tranquilos.




 Hay na tradición que hoy todavía se puede escuchar de algún viejo marinero por la zona de las "Rías Baixas".
La gente del mar es muy supersticiosa porque se enfrenta todos los días a un medio hostil y peligroso, donde no siempre se consiguen resultados proporcionados al esfuerzo invertido; a veces, los marineros se pasaban días enteros sin pescar apenas nada y el desánimo se apoderaba de la tripulación. En estos caso, la creencia más habitual era que alguien les había echado el mal de ollo y que la embarcación estaba enmeigada. 
Existen multitud de ritos y procedimientos para solucionar este inconveniente que tanto afectaba a la moral de los marineros, la mayor parte de ellos poco conocidos, porque eran ritos que solían realizarse a altas horas de la noche y en el mayor de los sigilos. Por tanto cuando se consideraba que su dorna estaba enmeigada, el marinero acudía por la noche y a escondidas con una ramas de xestas comenzaba a mallarla profiriendo una multitud de improperios hasta que quedaba agotado.


El objeto de este rito de apaleo, era el de expulsar, a latigazo limpio, con las ramas de este arbusto, a la bruja que se suponía se había apoderado de la embarcación y que era la que impedía la abundancia de las capturas.




En el herbolario de las brujas no puede faltar el helecho.



Al helecho le encantan las zonas húmedas y en esta tierra se encuentra en todos los bosques  adornando las márgenes de los ríos y de las fuentes. Proporciona protección, suerte, riqueza y sobre todo amor: Se cree que si la tienes en tu casa y la cuidas, el amor, la armonía y la paz estará siempre en ese entorno que la cobija. Está asociada al agua en general, pero en particular con el agua de la lluvia. así que es muy positivo cuando llueve sacarla al exterior para revitalizarla. Se utiliza en los rituales para hacer peticiones concretas  de amor.

miércoles, 19 de abril de 2017

Corredoiras: caminos del recuerdo


Las corredoiras son viejos y estrechos  caminos que comunican las diferentes aldeas de las tierras gallegas. Estrechas, a veces empedradas y casi siempre embarradas. Durante siglos han sido como la columna vertebral de la Galicia más rural, formando una red de serpenteantes caminos entre aldeas para llegar hasta los rincones más recónditos por los que algún ser querido de todos caminó para marcharse.

La huella de esas viejas pisadas son las que reflejan el paso del tiempo, las estaciones y la energía de cada uno de los instantes que a muchos les han quedado grabados. Son, en definitiva, caminos del recuerdo que nos cuentan ricas historias de personas comunes, de personajes y de leyendas, que en definitiva son las que mantuvieron viva la aldea.


Entre paisajes de bosques de robles retorcidos por el paso del tiempo, pastos y aldeas casi dormidas  y muros de piedra, se respira la esencia de la Galicia más rural. Atraviesan sotos, fragas y  robledales; ponen en comunicación unas aldeas con otras; suben a las cumbres gateando por las pendientes; descienden a los valles para esconderse bajo el ramaje de los árboles que a modo de toldo le dan sombra.

La mayoría que se fueron con lo puesto, dicen que casi todos tuvieron que vender o hipotecar sus propiedades o las de sus familias para buscar nuevo porvenir en América. Otros, en cambio, simplemente pasaron la llave a la puerta para buscar un futuro mejor en las ciudades modernas.Sin embargo, el tiempo les mostró que la mayor pobreza fue quedarse sin la aldea y todo lo que la rodeaba.
Ahora, del olvido, renacen, viejas aldeas que vuelven a tener su fuego encendido. Los caminos son otros, las viejas corredoiras ahora son carreteras asfaltadas; no obstante entre las pocas casas que quedaron todavía conservamos la plaza, el cruceiro...
De vuelta a la aldea, sentimos el placer del ayer, de su paisaje y disfrutamos de los sabores de lo auténtico.
Así, en un pequeño instante, de vuelta, en la aldea renacida, recuperamos las sensaciones que se guardaron durante años en los corazones de los que nacieron a la luz de la lumbre de una vieja casa al final de una vieja corredoira.






viernes, 14 de abril de 2017

La lluvia

 Galicia: el lugar donde sucede casi todo
Es difícil que un gallego se imagine una ciudad sin lluvia durante mucho tiempo ya que el cielo gris suele ser una amenaza de manera constante.
En Galicia la lluvia no se acaba nunca, despertamos al cielo nublado ciento cincuenta días al año.
Desde que cayó sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, la lluvia pasó a ser símbolo de fragilidad humana, por eso en el campo la lluvia engendra seres con el don de la predicción. Los campesinos palpan la humedad de las piedras, miran la manera de tumbarse las vacas en el prado, escuchan el modo de soplar el viento y el canto de las ranas; por eso los brujos y los campesinos fueron los primeros hombres del tiempo.
Tenemos más de setenta palabras en nuestra lengua para nombrarla y es que nos acompaña siempre como un amigo al que le perdonamos todos los defectos. Nos preocupa si llega tarde y le rogamos que no nos falte. Nos acostumbramos a su olor, nos hace compañía, es una cómplice con la que compartimos el territorio y la memoria en ese espacio de tiempo sin calendarios de la infancia donde la lluvia era la única certeza del paso del tiempo y una lección de paciencia.
No hace mucho, los gallegos llevaban el paraguas a la espalda colgado del cuello de la chaqueta. Era una manera inteligente de llevar un paraguas mientras no llueve porque te deja las manos libres, no estorba, no ocupa espacio; sin embargo ya nadie lo lleva así y desde entonces somos unos seres con una sola mano hábil porque la otra está casi siempre sujetando un paraguas.
Hay dos señales inequívocas de que una casa, en Galicia, está habitada : un paraguas abierto en el porche y un paragüero a la entrada.
El paraguas no se lleva porque llueva, se lleva por si acaso llueve. 
Crecí escuchando el sonido de la lluvia; mi primer recuerdo de ella es su discurrir por los cristales, su percutir en los tejados, de tal manera que si no llueve siento una ausencia rara, un aire seco que me inquieta y me acompaña el sentimiento de cierta compasión por los que no han forjado una memoria saltando charcos.
El sol te hace extrovertido, la lluvia te vuelve ensimismado. El sol te distrae, se empeña en que no pienses, la lluvia te confronta, te obliga a pensar.
Todos los primeros de Noviembre, el único día en el que en los cementerios hay más vivos que muertos, en Galicia,  llueve y el cementerio ese día parece más que nunca lo que es: un lugar para la muerte. Es como si un día lluvioso doliera más recordar a los muertos. Quizás por esa razón nos acompaña.

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