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sábado, 15 de julio de 2017

Marineros y su patrona

Con la llegada de Julio llega una de las celebraciones más importantes en toda Galicia, tanto para los marineros como para los que no lo son: la Fiesta del Carmen. Esta es la celebración marinera por excelencia, se venera a la Virgen del Carmen, la patrona de los marineros
Hay cientos de relatos que nos hablan sobre experiencias duras en el mar, quizás tantos como barcos y marineros. Estas historias de náufragos son verdaderas historias de supervivencia que muestran como el ser humano es capaz de adaptarse y soportar las más duras condiciones.

Este podría se uno de tantos:

"El barco escoraba como nunca, las olas nos pasaban por encima. Una y otra vez nos azotaban sin piedad. Sin tregua alguna, no nos dejaban quitarnos el sabor salado de la boca. Casi no podíamos respirar. Estaba empezando a ser angustioso,

El mar estallaba contra la  cubierta y cada vez que esto sucedía hacia un ruido ensordecedor. El barco se cubría continuamente con la fría y abundante espuma del mar. Era engullido por él.
Allí estábamos en medio de aquella imponente masa de agua, viendo y sintiendo como una maraña de relámpagos nos daba caza.
Mantuvimos el silencio unos minutos como si aquella oración íntima en medio de la oscuridad nos fuera a salvar de las garras de aquel mar violento.

Pero el viento fue subiendo con muchísima fuerza y cuando nos dimos cuenta el barco era una cáscara de nuez entre montañas de agua .
Cada estruendo de los relámpagos sentíamos que el cielo se rajaba de arriba abajo. Verlo nos asustaba, pero sentirlo retumbar en el cuerpo nos ponía los pelos de punta. En cada chispazo de luz nos veíamos las caras desencajadas.

Seguíamos agarrados a la caña tirando de ella con fuerza para intentar llevar el barco navegando, pero el barco estaba sin control, iba y venía a merced de las olas de forma tan caprichosa que parecía como si el mar estuviese jugando con él.
La escora era indomable y el motor insuficiente para enfrentarnos a las sacudidas del agua que venían por proa. Acercarse a tierra suponía encallar porque no teníamos control ninguno sobre el barco y el motor no tenía fuerza.
El viento siguió subiendo hasta los 35 nudos.  Entre golpes de mar cada vez más duros, el mar castigó al barco de tal forma  que el motor murió  sin remedio.
Un golpe de mar  violento me lanzó contra una cuaderna vista de popa. Me vi en el suelo sumergido en agua y gasoil. El hedor era tan fuerte que estuvimos a punto de vomitar de la angustia.
Intentamos poner en marcha el motor varias veces, pero fue imposible, estaba muerto.
 Tuvimos unos minutos de impasibilidad, de hastío, el agotamiento nos estaba pasando factura; completamente mojados, cansados y con el traje y las manos manchadas de gasoil y grasa solo nos quedaba llevar el  barco lo mejor posible.
 Solo los bofetones de las olas en los ojos y las gotas que se colaban por dentro del traje de agua eran capaces de sacarnos del letargo o la muerte súbita.
La cosa pintaba muy mal y planificar las maniobras era complicadísimo. El viento ensordecedor, los golpes de mar, la jarcia temblando, y sin motor y sin radio, parecía que nuestra suerte dependía de la resistencia del barco.
En ese momento de incertidumbre y angustia uno piensa en los familiares, en los amigos.
Adormilados por el frío, permanecíamos en silencio guardando la compostura y atados al barco.
 Cuando la angustia del gasoil se nos pasó, empezamos a salir del hoyo y a poner el barco rumbo a puerto. ´
Las luces estaban cada vez más cerca, necesitábamos llegar allí de manera imperiosa, teníamos las muñecas y los brazos reventados de aguantar la caña durante toda la noche en medio de aquellos embates. Cada ola que nos arruinaba o nos revolcaba se llevaba un insulto.

 Tres horas después hicimos una entrada propia de desalmados. En el primer muelle que vimos libre metimos caña derrapando y encajamos el barco en el muelle. Hicimos un pequeño agujero en la banda, pero desembarcamos y nos abrazamos. Besamos los tablones del pantalan  y sin que nadie se percatara de nuestra llegada, fuimos directos a abrigarnos y a desayunar".
Después de esta terrible experiencia, un día como hoy, cualquier marinero o marino siente una emoción indescriptible honrando a su patrona.: La Virgen del Carmen.

Los barcos salen en procesión y sobre las aguas navegan cientos de flores entre las estelas de los barcos que han sido lanzadas al mar. Muchos de los marineros quedaron para siempre en el fondo de mares y océanos, otros recuerdan a sus amigos, compañeros de faena que ya nunca volverán y las familias se agrupan ansiosas elevando su plegaria a la Virgen para que  proteja a sus hombres de las aguas cada vez que abandonen el abrigo del puerto




martes, 4 de julio de 2017

EL MAR DE ESTRELLAS



Desde la antigüedad numerosos marinos que navegaban el índico, relataban que en sus travesías habían visto, mares en llamas, luminosos o fosforescentes. Este lugar era conocido como El Mar de Ardora.
Desde el siglo XVII se los describía como algo parecido a campos de hielo en una noche sin luna.
La existencia de esos mares y este resplandor nocturno, es relatado por primera vez por Julio Verne en su obra 20.000 leguas de viaje submarino, cuando el Nautilus atraviesa una capa fosforescente formada por miriadas de animales marinos luminosos.
Se creían que eran fantasías de marineros contadas durante siglos. Se decían, que no eran más que leyendas, mitos transmitidos de boca en boca, sin embargo científicos empezaron a registrar este fenómeno desde 1915.
Solo hasta muy recientemente no se pudo fotografiar. En 2005 un satélite de la NASA captó una extensa zona bioluminiscente en el Océano Indico, confirmando la existencia del Mar de Ardora.
Cuando miles de millones de estas micro algas se juntan en olas brillantes se produce un espectáculo de naturaleza casi único.
Este singular fenómeno, se deja ver en las madrugadas de septiembre en algunas de las costas gallegas.

En esos días de noches aún cálidas cuando en algunos lugares de la costa gallega, en Muros, por ejemplo, en Carnota, por ejemplo, el mar se llena de estrellas que parece que han caído del cielo. Estrellas azules; miles, millones de pequeñísimos organismos que desprenden una luz azulada . Es como si miles de luciérnagas azules visitaran nuestro jardín en una noche de verano. 

Es un espectáculo maravilloso. La noche nos envuelve y allá en el firmamento, el cielo cuajado de estrellas, brillantes, diminutas, juegan a hacernos guiños mandándonos un mensaje inteligente en un lenguaje cifrado que solo el hombre bueno y en paz pudiera descifrar.

La luna, grande, redonda, brillante parece querer acercarse a ver el espectáculo y las olas rompiendo en la arena de la playa deja diminutas e infinitas estrellas azules. 


Hace mucho, mucho tiempo, los marineros que surcaban las aguas del Indico en busca de nuevas tierras que conquistar o nuevas rutas, contaban leyendas del Mar de Ardora . Aseguraban que el mar se había prendido en llamas color azul fosforescente; el mar resplandecía. En ese tiempo todos aseguraban que el Mar de Ardora no era más que una fantasía de los marineros por pasar tanto tiempo en el mar.

Estas micro algas son el alimento de otras especies del zooplancton - pequeños crustáceos de cuerpo transparente -que cuando las ingieren, también desprenden luz porque las células de luminiscencia de las algas siguen brillando, convirtiéndose a su vez en un blanco fácil para sus predadores.

Dan ganas de dirigirse inmediatamente a este lugar y montar guardia toda la noche si fuera necesario, con tal de no perderse semejante espectáculo. Lo malo es que no existe ninguna garantía de que esto vaya a servir para ver como el mar de O Pindo brilla con luz propia durante la madrugada, que es cuando se puede captar ese mágico momento en el que la playa de San Pedro se tiñe de azul fosforescente.

Más allá de la explicación científica, el Mar de Ardora es un gran ejemplo de los espectáculos que es capaz de brindarnos la naturaleza.

Los responsables: unas micro algas que tienen unas células capaces de generar luminiscencia. Unos organismos capaces de emitir luz y, eso es lo que las hace visibles en medio de la oscuridad cuando las agita el oleaje.


Este fenómeno, acostumbra a producirse en la recta final del verano, cuando la temperatura del agua es más cálida. No obstante de repetirse, no muchos han podido verlo porque "XERALMENTE UN NON ESTÁ NO MEDIO DA NOITE, NA PRAIA MIRANDO O MAR


lunes, 5 de junio de 2017

Camino marítimo fluvial a Santiago

Surcando la ría de Arosa y el río Ulla se conmemora la llegada, a Galicia, por mar,del cuerpo del Apóstol Santiago. Según la tradición, la barca entraría por la ría remontando el río Ulla  llegando a la ciudad romana Iria Flavia, hoy en día Padrón.

 La llaman Ruta Traslatio, Ruta Jacobea ;Marítimo fluvial, Camino del Mar de Arousa y Ulla... en cualquier caso todas estas denominaciones se refieren a la desembocadura de Ulla en el fondo de la Ría de Arousa y al tramo final del río enlazando el tramo final del camino portugués.
Las 40 millas naúticas y los 26 kilómetros que distan entre Puentecesures y Santiago no son suficiente acreditación para obtener el diploma oficial del peregrino; así que como en los demás caminos, para obtener la Compostela, es necesario realizar, a pie o a caballo, los últimos 100 kilómetros.
Esta no es una ruta fluvial cualquiera, sino que, según cuanta la leyendas, fue la que siguió la milagrosa barca de piedra en la que sus dos discípulos predilectos trasladaron los restos del Apóstol Santiago desde Palestina a Iria Flavia ( Padrón), en el río Sar de camino a Compostela.

En esta ruta se encuentra el único Vía Crucis marítimo del mundo que está formado por 17 cruceiros, casi todos situados en el fondo de la ría y las dos riberas del Ulla.
Los siglos IX- XI se caracterizan por un período de constantes y devastadores ataques vikingos a las costas Atlánticas de Europa, y aquí en el río Ulla nos encontramos, nada más adentrarnos en sus aguas, las Torres del Oeste de Catoira, símbolo de la fuerte resistencia de los gallegos a las continuas incursiones vikingas cuyo fin no era otro que apoderarse de los tesoros de la Catedral de Santiago, por lo que para impedir su paso por este acceso marítimo fluvial a las cercanías de Santiago, se levantaron las Torres del Oeste.

Originariamente fueron siete torres enclavadas en ambas orillas del río, pero en la actualidad, solo los restos de dos de ellas se mantienen en pie, junto con una pequeña capilla dedicada a Santiago.


La ruta del mar de Arousa y el río Ulla es una ruta del Camino de Santiago que rememora las últimas millas navegadas por los restos del Santo hasta su desembarco en Padrón y desde allí completa por tierra los casi 25 kilómetros restantes hasta la capital compostelana, un trecho muy llevadero para recorrer en una solo jornada.
Los puertos de Ribeira y O grove flanquean la entrada a la más extensa de las rías gallegas, por eso habrían sido los primeros en avistar la llegada de la nave apostólica, que todavía tendría por delante unas 40 millas náuticas hasta tocar tierra en la antigua Iria Flavia, en el desaparecido puerto de Murgadán, donde versa: Huic fuit corpus Beati Iacobi ( aquí llegó el cuerpo del Apóstol Santiago).

La Ría de Arousa esconde parajes únicos, de significación especial por su pasado memorable, vigilado por las sempiternas y emblemáticas Torres de Catoira, testigos de episodios bélicos como la invasión vikinga.
El camino de santiago por la costa de Galicia es desde hace ya unos años, recorrido de peregrinos, creyentes, o simplemente curiosos que acuden a la llamada del Ápostol Santiago, cuyos restos descansan bajo la catedral de Compostela.
La travesía inevitablemente se tiene que hacer en barco, y durante el trayecto se recrea la llegada a Galicia de los restos del Ápostol por mar desde Palestina en el lejano año 44 d.C. Toda una aventura que se denominó "Translatio" realizada por una barca que transportó los restos del Ápostol surcando todo el Mediterráneo y parte del Atlántico hasta llegar a la Ría de Arosa, puerta de entrada para llegar hasta entonces la ciudad romana  de Iría Flavia (Padrón ). Dicho puerto era el punto navegable más cercano a Compostela.

La hora de partida la marca la marea, pues hay que aprovechar la franja más alta del nivel del mar, cuyos cambios de desnivel o bajadas del agua afectan sobre todo a la parte fluvial.
Tras pasar la isla de Cortegada, la ría empieza a estrecharse y el agua salobre se mezcla con el caudal dulce del río Ulla.
El paisaje cambia rápidamente según se remonta el río; las aguas se calman aún más que en la tranquila ría y las orillas modifican sus formas de roca y arenal costero por increíbles tapices de flora fluvial y según se va subiendo por el río, en las esquinas aparecen más cruceiros por los costados de la ribera.

A medio curso de la ruta del río aparece uno de los lugares más emblemáticos de este tramo del caudaloso Ulla: la ciudad de Catoira.
Junto al puente que sortea el caudal se alzan aún restos de lo que en el siglo IX fue una fortaleza y cuyas últimas piedras que quedan en pie se conocen como Torres del Oeste.
Y tras unas millas de navegación se llega al puerto de Puentecesures, final de esta ruta.
El barco no se detiene, se limita a dar un giro a la popa para volver de nuevo camino hacia la ría.
Volvemos al puerto de Cambados cuando ya comienza a atardecer por el oeste y tanto los parajes fluviales como el mar cambian de tonalidad serenando el alma.


miércoles, 31 de mayo de 2017

FURANCHOS

Furanchos de Pontevedra
Oficialmente es un local de temporada abierto, normalmente de marzo a junio, para vender el excedente de vino elaborado para consumo propio.
Furancho viene de furo ancho, el agujero que se hace en el barril, con el que extraerle el vino que tiene dentro.
Los furanchos en Galicia, son pequeños locales que recuerdan las tabernas de antaño, con vinos y productos fabricados en casa y que surgieron como una forma de vender el excedente de vino. 
Normalmente los furanchos llevan por nombre el mote o apelativo de la familia. Se les llama también loureiros por la ramita de laurel que se ponía en la puerta para informar de que en ese local se vendía vino.
El vino se sirve en "cunca" o taza y en jarras tradicionales; también es una tradición coger el vino directamente del barril, no embotellado.
Tres meses al año cuelgan una rama de laurel a la puerta de su casa y ofrecen vino que les sobra antes de que llegue la nueva cosecha.



Hay más de trescientos furanchos, la mayoría en la provincia de Pontevedra, Cambados, Ribadumia, Gondmar, Vigo entre otros.
La legislación permite la apertura de los furanchos entre el 1 de diciembre al 30 de junio, con la posibilidad de ampliar el plazo un mes más. pero solo pueden abrir mientras tengan vino propio y como máximo tres meses. A partir de fin de mes, comienzan a desaparecer las ramas de loureiro hasta que llega el 31 de julio el cierre definitivo hasta el año que viene, en que tendrán una nueva cosecha que vender.
Es un negocio familiar en el que el cosechero se pone al frente de los barriles, mientras esposa, hijos y demás parientes atienden la cocina y las mesas de los clientes. Son mesas largas donde se comparte mantel de hule con el vecino de mesa.
Nacieron como manera de poner en circulación el vino excedente de la cosecha propia de casa: vecinos, amigos, conocidos... se sientan en torno a una mesa con una cunca y acompañan la bebida con algo de la casa. En esencia, son casas particulares que habilitan una zona como comedor al púbico para servir el excedente de su propia cosecha, acompañados de comida casera.
Furanchos de GaliciaNo se encuentran por toda Galicia, aunque su fama está haciendo que se abran en lugares en los que no había tradición, como Lugo o zonas del interior. Lo habitual es que se encuentren en Betanzos (Coruña) y en el sur de la Provincia de Pontevedra. Son especialmente famosas por la abundancia y calidad de los furanchos las zonas de Cobas, en Meaño o Bembrive en Vigo.
La vendimia es temida porque todos los familiares ( por muy lejanos que sean) son llamados a filas para deslomarse durante un fin de semana recogiendo las uvas antes de que la lluvia acabe con ellas. La cuestión es que muchas veces se producía más de lo que se podía consumir y buena parte  de ese vino acababa convertido en vinagre.
De ahí nacieron los " loureiros" unas casas particulares donde los amigos llevaban algo de comer y acababan con las reservas existentes. Para señalar la casa colocaban ramas de laurel , "loureiro" y de ahí les vino su primer nombre. Y como todo en la vida, la cosa fue evolucionando, los que primero eran amigos, acabaron siendo los amigos de los amigos y finalmente fueron" unos señores que pasaban por alli" y lo que al principio era que los amigos llevaban viandas, se acabó convirtiendo en que los propietarios del vino acababan vendiendo los excedentes de los huevos de las gallinas de casa o de la matanza del cerdo. Ahí nacieron los furanchos en donde en todos ellos el vino se bebe en"cunca" y en donde existe una gran probabilidad  de acabar cantando con los señores de las mesas de al lado a los que no les conoces de nada. Principalmente esta canción:



Las principales zonas furancheiras están en las Rías Bajas. Lo más difícil es localizarlos porque suelen estar escondidos en medio de canicouvas( callejuelas estrechas en medio de la nada) y las indicaciones que te pueden dar son complejas como las de un mapa del tesoro, aunque llegar tiene su recompensa. No conozco a nadie que haya ido a un furancho y no haya disfrutado de lo lindo.

miércoles, 19 de abril de 2017

Corredoiras: caminos del recuerdo


Las corredoiras son viejos y estrechos  caminos que comunican las diferentes aldeas de las tierras gallegas. Estrechas, a veces empedradas y casi siempre embarradas. Durante siglos han sido como la columna vertebral de la Galicia más rural, formando una red de serpenteantes caminos entre aldeas para llegar hasta los rincones más recónditos por los que algún ser querido de todos caminó para marcharse.

La huella de esas viejas pisadas son las que reflejan el paso del tiempo, las estaciones y la energía de cada uno de los instantes que a muchos les han quedado grabados. Son, en definitiva, caminos del recuerdo que nos cuentan ricas historias de personas comunes, de personajes y de leyendas, que en definitiva son las que mantuvieron viva la aldea.


Entre paisajes de bosques de robles retorcidos por el paso del tiempo, pastos y aldeas casi dormidas  y muros de piedra, se respira la esencia de la Galicia más rural. Atraviesan sotos, fragas y  robledales; ponen en comunicación unas aldeas con otras; suben a las cumbres gateando por las pendientes; descienden a los valles para esconderse bajo el ramaje de los árboles que a modo de toldo le dan sombra.

La mayoría que se fueron con lo puesto, dicen que casi todos tuvieron que vender o hipotecar sus propiedades o las de sus familias para buscar nuevo porvenir en América. Otros, en cambio, simplemente pasaron la llave a la puerta para buscar un futuro mejor en las ciudades modernas.Sin embargo, el tiempo les mostró que la mayor pobreza fue quedarse sin la aldea y todo lo que la rodeaba.
Ahora, del olvido, renacen, viejas aldeas que vuelven a tener su fuego encendido. Los caminos son otros, las viejas corredoiras ahora son carreteras asfaltadas; no obstante entre las pocas casas que quedaron todavía conservamos la plaza, el cruceiro...
De vuelta a la aldea, sentimos el placer del ayer, de su paisaje y disfrutamos de los sabores de lo auténtico.
Así, en un pequeño instante, de vuelta, en la aldea renacida, recuperamos las sensaciones que se guardaron durante años en los corazones de los que nacieron a la luz de la lumbre de una vieja casa al final de una vieja corredoira.






viernes, 14 de abril de 2017

La lluvia

 Galicia: el lugar donde sucede casi todo
Es difícil que un gallego se imagine una ciudad sin lluvia durante mucho tiempo ya que el cielo gris suele ser una amenaza de manera constante.
En Galicia la lluvia no se acaba nunca, despertamos al cielo nublado ciento cincuenta días al año.
Desde que cayó sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, la lluvia pasó a ser símbolo de fragilidad humana, por eso en el campo la lluvia engendra seres con el don de la predicción. Los campesinos palpan la humedad de las piedras, miran la manera de tumbarse las vacas en el prado, escuchan el modo de soplar el viento y el canto de las ranas; por eso los brujos y los campesinos fueron los primeros hombres del tiempo.
Tenemos más de setenta palabras en nuestra lengua para nombrarla y es que nos acompaña siempre como un amigo al que le perdonamos todos los defectos. Nos preocupa si llega tarde y le rogamos que no nos falte. Nos acostumbramos a su olor, nos hace compañía, es una cómplice con la que compartimos el territorio y la memoria en ese espacio de tiempo sin calendarios de la infancia donde la lluvia era la única certeza del paso del tiempo y una lección de paciencia.
No hace mucho, los gallegos llevaban el paraguas a la espalda colgado del cuello de la chaqueta. Era una manera inteligente de llevar un paraguas mientras no llueve porque te deja las manos libres, no estorba, no ocupa espacio; sin embargo ya nadie lo lleva así y desde entonces somos unos seres con una sola mano hábil porque la otra está casi siempre sujetando un paraguas.
Hay dos señales inequívocas de que una casa, en Galicia, está habitada : un paraguas abierto en el porche y un paragüero a la entrada.
El paraguas no se lleva porque llueva, se lleva por si acaso llueve. 
Crecí escuchando el sonido de la lluvia; mi primer recuerdo de ella es su discurrir por los cristales, su percutir en los tejados, de tal manera que si no llueve siento una ausencia rara, un aire seco que me inquieta y me acompaña el sentimiento de cierta compasión por los que no han forjado una memoria saltando charcos.
El sol te hace extrovertido, la lluvia te vuelve ensimismado. El sol te distrae, se empeña en que no pienses, la lluvia te confronta, te obliga a pensar.
Todos los primeros de Noviembre, el único día en el que en los cementerios hay más vivos que muertos, en Galicia,  llueve y el cementerio ese día parece más que nunca lo que es: un lugar para la muerte. Es como si un día lluvioso doliera más recordar a los muertos. Quizás por esa razón nos acompaña.

viernes, 20 de enero de 2017

Retazos en verde

Es en este país verde, y bajo la luz oscura y misteriosa del Atlántico donde los griegos situaron el fin del Mundo Antiguo y, donde Homero decía que el sol completa su vuelta para luego resurgir por oriente con el nuevo día : Galicia. Un país lleno de contrastes y sorpresas. A los gallegos nos gusta decir que cada casa es un mundo y que cada piedra tiene una historia.
Aquí se encuentran los acantilados más altos del continente y, la unión entre el mar y la tierra la forman las rías donde el océano se sosiega y penetra tierra adentro haciendo surgir la vida que fluye por las calles de los pueblos marineros y por las infinitas arenas de las playas de toda la costa.
Por frondosos valles discurren  numerosos ríos entre viejos montes. Prados pintados de verde claro, de verde esmeralda los cultivos y de verde oscuro los bosques. Por todas partes se asientan pequeñas propiedades donde la distancia entre ellas nunca es mucha y donde los lugares inhabitados son siempre de poca extensión. En los rincones más apartados, las fragas, el bosque antiguo y misterioso.
Hoy tiene la tarde ese misterio que impregna el aire y también el sentir y el alma de todo gallego. Es una tarde gris, tristona, llena de orballo y niebla. Un orballo que se desliza a modiño, muy despacio, y lentamente por las ramas desnudas, ahora ya, de los árboles que al fin,después de un otoño lleno de luz y color se han quedado definitivamente dormidos. Sólo desde el silencio se puede sentir todo lo que esta tierra nos dice.
Después del canto del búho, el silencio de la montaña es aún más profundo. Ahí en esa profundidad, lo esencial es casi siempre lo que no se dice. Lo que se entierra en el silencio.
En realidad todo invita al sueño, al recogimiento y a la reflexión: sobre lo que nos rodea, sobre uno mismo, sobre lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, sobre la naturaleza humana. Y al pensar sobre esto la tarde se me ha ido yendo, desmadejándose más y más, oscureciéndose a los pocos, confundiéndose con la niebla.
Aparecen las lechuzas, pájaros de la noche y la oscuridad con capacidad para ver con claridad en las tinieblas y yo las envidio.
Le tuvieron tanta veneración los atenienses por su sabiduría, que no había templo, palacio, calle, plaza, ni esquina  donde no figurase una estatua, pintura o retrato.
Aparece en muchas fábulas como un animal amigo que advierte a las aves, sus compañeras, de los peligros que las acechan. Y es que su aire concentrado y algo ausente, la convierte en imagen de ser reflexivo y prudente.

Mi amiga Trufa, mi querida Trufa, peluda hasta el extremo, se abalanza sobre mi y me envuelve con su gran manto de pelo. Después, me llena de lametones, me mira  con sus grandes ojos de color marrón y suspira. 


sábado, 26 de noviembre de 2016

DRUIDAS


El Druída en la religión de los antiguos pueblos celtas, era la persona que ejercía las funciones de sacerdote, poeta, juez y legislador. Gracias a su exigente y larga educación, adquirieron un prestigio sin igual en la antigua Galia.
Los más importantes fueron los que se establecieron en la Galia y en las Islas Británicas,donde eran los depositarios de toda la tradición oral de los pueblos celtas.
Creían en la inmortalidad del alma, tenían la creencia de que sus muertos continuaban viviendo en otro mundo.
Compartían la predilección por el estudio del universo y los números.
A pesar de su elevada posición social, participaban en el resto de las labores de la comunidad, tanto en los trabajos agrícolas como en las campañas militares aunque su principal ocupación era la educación de los jóvenes, el arbitraje de los distintos litigios ocurridos entre las diversas tribus y la celebración de los distintos ritos religiosos. Profesaban una filosofía cuyo objetivo era lograr que las relaciones entre los hombres fueran más armoniosas; además, su vida estaba basada en la observación de la naturaleza, en la que descubrieron los usos medicinales de un buen número de plantas. Consideraban al tejo como un árbol mágico, del cual extraían la sabia y recogían la corteza y las bayas para hacer ungüentos y conjuros
Los druidas tanto hombres como mujeres gozaban de un gran prestigio en la sociedad celta. Ni siquiera el Rey podía tomar la palabra en una asamblea antes que su druida.
A pesar de la conquista y romanización de la Galia y la Britania que tuvo lugar a partir del siglo III d. C. la cultura gala y la religión druídica mantuvieron casi plenamente su vitalidad hasta que fueron progresivamente marginadas, perseguidas y asimiladas por el cristianismo. En la parte norte de la Península, la influencia romana fue menor y ello ha permitido que en esta zona se conserven más restos de los celtas.
El cristianismo hizo todo lo posible por erradicar cualquier tipo de culto religioso pagano. Los cultos druídicos pueden considerarse definitivamente extinguidos en la segunda mitad del primer milenio de la era cristiana.

La sierra lucense es uno de los pocos lugares de Galicia en los que se conserva el "árbol de la muerte". El tejo es un árbol mágico que puede llegar a vivir cientos de años. Allí, en la sierra del Caurel, como escondidos de las miradas de ojos indiscretos, todavía se levantan orgullosos apuntando al cielo. Árboles sagrados que fueron venerados por los druidas celtas en sus rituales.
Las tierras altas del Caurel están cargadas de ancestrales energías. Un santuario verde, un conjunto montañoso, un atierra olvidada que se queda sin gente. Un bosque considerado como el santuario Europeo del tejo- venerado por los celtas- y el acebo que conviven con robles, hayas, avellanos, castaños y olmos entre otras.
Aquí, afirman algunos, se encuentra el Monte Medulio, espacio sagrado donde los antiguos pobladores de estas tierras prefirieron suicidarse antes de caer en manos de los romanos que los asediaban sin cesar bebiendo una bebida realizada con las bayas de los tejos, altamente venenosas.
Este lugar, el Monte Medulio, quedó inmortalizado para siempre en la historia de Galicia, como el lugar en el que un pueblo prefirió la muerte antes de entregarse al invasor.





domingo, 30 de octubre de 2016

Sabor de otoño




Hay una señal inconfundible que anuncia la llegada del invierno y esa es la de los puestos de castañas asadas, que de un año a otro, vuelven a instalarse en las calles de ciudades y pueblos, casi siempre repitiendo emplazamiento.
Es esta, una invasión silenciosa, que nos abre las puertas de la estación más fría del año.
Es reconfortante percibir el aroma de las castañas asadas cuando con las manos en lo más hondo de los bolsillos  caminamos refugiados dentro del abrigo. Un olor, que como todos los olores, es capaz de traer del pasado una colección de recuerdos y sensaciones que, en la mayoría de los casos, termina con la adquisición de uno de esos cucuruchos de papel, en cuyo interior viene nuestro calentito  manjar al que sostenemos otro año más en una hoja de papel que nos calienta las manos. Quema el cucurucho relleno de 3 euros de castañas. Quema, murmuran las gentes  perdiendose entre la niebla olorosa.
La verdad es que el fuego que desprende el bombo hay días que no es suficiente para soportar el frío, pero lo peor llega a última hora de la tarde, cuando las brasas se empiezan a apagar. Brasas de piñas y carbón para que estén sabrosas, pues en casa con la vitrocerámica o la cocina eléctrica no saben igual. Todo tiene su secreto. Y el otro secreto, claro, que las castañas sean de buena calidad.
La lluvia, como siempre, nos ha situado en el tiempo y los bosques gallegos muestran en esta época del año todo su esplendor, gracias a un curioso fenómeno: la marcescencia, que prolonga la permanencia de las hojas en los árboles. Un fenómeno que se caracteriza por el hecho de que las hojas no caen de inmediato, sino que se retrasa su caída. Todos los nutrientes que los árboles tenían en las hojas los reabsorben al tronco, a la savia, y de esta manera mantienen la hoja. Así, las "carballeiras" no tienen tanta maleza como otro tipo de bosques debido a que la hoja impide que la luz llegue abajo  evitando el crecimiento de otras plantas.
Es decir que las hojas secas no terminan de caer en invierno, manteniéndose en el árbol hasta que las hojas nuevas del roble se abren en marzo y empujan definitivamente a las secas del año anterior. Este fenómeno caracteriza nuestros paisajes boscosos de invierno, en donde podemos ver árboles perennes, caducos y en marcescencia.
Los tonos amarillos y rojizos empiezan a predominar en el bosque, a pesar de que estos bosques en su mayor parte están formados por árboles de hoja caduca.
Setas y castañas protagonizan los fogones de otoño.
Si en verano son las costas de esta tierra las que llaman la atención por su belleza, en otoño es el bosque el que llama la atención. El aire húmedo se mezcla con el aroma de nuestros árboles, del musgo, de las hojas secas que crujen al pisarlas y de fondo el sonido del agua, que a través de ríos y regatos, se va abriendo paso sinuosamente hasta alcanzar el mar.



Cuando llegue el frío del invierno  el silencio anidará en cada brizna de hierba de los prados, la vegetación aparentemente descansará y las raices creceran desarrollando se y afianzando el árbol al terreno conteniendo toda la vida hasta la primavera.

jueves, 13 de octubre de 2016

El aroma de los paisajes

Los olores, los aromas, actúan sobre la memoria llamando a los recuerdos, evocan casi más que informan.
Cuando en la costa sopla el viento del nordeste haciendo que el mar desgarre sin piedad la costa gallega la aguda fragancia del mar se esparce por calles y plazas de ciudades y pueblos. Este olor a mar tiene un nombre : Marusía. Marusía es ese olor de las algas en la playa, ese olor de la humedad  flotante, una suerte de rocío salino que estropea las cosas que toca. Marusía: aroma intenso de agua y salitre mezclado con el olor de las frituras de las tabernas.
 Las marusías son caricias que advierten que el mar de Galicia no es igual en todas partes y puede ofrecer distintas caras: la del norte y la del sur.
Galicia tiene los labios desgarrados por el mar del norte que es un mar vertical, rígido, un mar frío y áspero. Un mar que pocas veces se desvanece en el horizonte, un mar que bate continuamente contra los acantilados más altos de Europa, a cuyo pie se esconden bajos donde naufragan los barcos. En cambio el mar del sur, es siempre horizontal, más sereno,
menos violento y a pesar de todo, también allí naufragan sus barcos. y es que al final alguien acaba pagando el tributo que reclama el mar a pesar de que el romper de las olas frente al acantilado resulta un sonido y una imagen siempre relajante.

Desde que comienza a caer el sol el ambiente se vuelve de otro color en el muelle. En el puerto, lugar de descarga, imponentes mujeres envueltas en un sinfín de prendas concéntricas, desafiantes y chillonas se hacen con el pescado después que los hombres han terminado la tarea de descargarlo.

En el interior, al cabo de los días de llover, todo desprende un olor enmohecido, un olor a setas carnosas, ligeramente agrias. Las goteras caen con una monotonía que templa los nervios. Dan ganas de encender el fuego, uno imagina  el olor de la leña y...  piensa que será agradable, siempre lo es.
Sin embargo esta mañana ha hecho un tiempo de otoño magnífico. Por el cielo han ido pasando nubes, tormentas, claros y chubascos. Y en el aire fresco, los olores dulces de la vegetación reseca han dado paso a los aromas del otoño.
Los aromas se confunden con los sonidos de sus paisajes. Va lloviendo. Cae la tarde y las gotas golpean  las hojas de los laureles y magnolias creando una melodía. La humedad del aire hace destapar los tarros de esencias y los olores se propagan con gran eficacia. Lo mismo ocurre con los sonidos y  mientras en la nariz se entremezcla el aroma dulzón de las hojas caídas con el olor de las picudas hojas de los pinos, en el oído se funden los sonidos del agua con el tañer de una campana.
El olor y la memoria parecen estar íntimamente ligados. Los paisajes suelen tener olores característicos, así antes de que llueva somos capaces de detectar el olor de la lluvia  sin que haya empezado a llover. Hay que añadir los vientos frescos y húmedos que vienen de las montañas y esparcen a través de las calles los aromas de las plantas y las flores  arrastrando la brisa de la lluvia que escurre lentamente sobre los muros y los árboles, así como la niebla que envuelve apaciblemente a la ciudad con un manto de silencio y hace difusas las luces.
La globalización hace que las ciudades  pierdan su personalidad haciéndolas caer en el anonimato, se va desvaneciendo poco a poco su temperamento haciendo que los ciudadanos no miren más al horizonte ni al cielo, las personas bajan la vista y ven lo que tienen más próximo haciendo que su vida se vaya encajonando entre los edificios que se construyen cada vez más altos entre anuncios espectaculares que recortan el espacio vital y ocultan el horizonte.
Se ocultan las montañas que ofrecen la mayor diversidad posible de tonalidades, se deja de lado la presencia y el canto de los pájaros, el volar de mariposas y libélulas. Parece que todo conspira contra ella, el tráfico requiere de toda la atención de conductores y transeúntes, la contaminación del aire, del ruido y de las luces aturden, abruman y ocultan el aroma de las flores, el brillo de las nubes y hacen que la lluvia y la humedad se conviertan en una molestia y una contrariedad.

"Cada ciudad, cada lugar dispone de sus paisajes olfativos, las fragancias tienen historias y se conectan con  nosotros a un nivel emocional, trayendo al presente recuerdos de lugares, eventos y gente". Kate McLean.

domingo, 9 de octubre de 2016

FEDERICO

Los celtas pensaban que algunos animales eran la reencarnación de seres que regresaban del mundo de los muertos. Los respetaban y se rodeaban de los que, por su comportamiento, podían representar un símbolo de los valores fundamentales de su cultura.

Pero de todos los animales, las aves, sin duda, eran las favoritas. Les impresionaba su vuelo, sus cantos y admiraban su forma de vivir sin sujeciones a la tierra y en absoluta libertad.

 Cuenta la leyenda que tener en tu entorno el símbolo de alguna de las aves sagradas de la Cultura Celta, atraerá el beneficio de lo que representa ese pájaro que en este caso, aleja la enfermedad.

El mirlo despide el día cantándole al atardecer y lo recibe de la misma manera al alba, antes incluso de que podamos apreciar la salida del sol anunciando su llegada. Por esta razón se cree que los mirlos son animales del otro mundo y se ha dicho siempre que despiertan a los muertos y tranquilizan a los vivos para que puedan conciliar el sueño. Se le atribuye la comunicación con los espíritus.

Son animales territoriales que viven cerca del hombre, establece su territorio durante el primer año de existencia y lo mantiene toda su vida, por tanto si un mirlo construye su nido cerca de casa establecerá un vínculo contigo, tan sólo hay que ser lo suficientemente capaz de establecerlo con él.

Así es que después de conocer todo esto, me pregunto, un poco desazonada, porqué ha desaparecido Federico. Miro por todo el jardín, observo los setos y los árboles y me pregunto que ha pasado. No aparece ninguno, con su pico amarillo-naranja, de canto agradable y melodioso, que formaba parte del jardín y de mi vida. Es como si se los hubiera tragado la tierra. Hace tiempo ya, que noto su ausencia, antes incluso de que comenzara el otoño. No le encuentro explicación por muchas vueltas que le doy.

Otros años a estas alturas y más adelante, en lo más duro del invierno, eran los primeros visitantes de mi jardín por la mañana. Y ya después, con la llegada de la primavera alegraban la vida con un concierto permanente desde el alba hasta el anochecer. Habían anidado en  el laurel del fondo, entre las hojas de la frondosa hiedra y también en los brazos de la magnolia. 
Pues... han desaparecido todos.
Me he enterado de que son monógamos, leales a la pareja hasta la muerte, cosa poco común en los tiempos que corren. El macho y la hembra comparten el trabajo; el mirlo aporta el material y la mirla, construye el nido amorosamente. No tienen muchos amigos. Son aves solitarias. Nunca van en bandadas.

Comen de todo y ... yo les dejaba, hasta me gustaba ver la huella profunda de su pico en las manzanas, las ciruelas, las fresas...
Nadie se ha percatado de su ausencia. Sin embargo, yo si.  Era mi amigo.




Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío
no habría escapado
Pero así,
habría dejado de ser pájaro
Y yo...

yo lo que amaba era un pájaro.

Mikel Laboa

lunes, 26 de septiembre de 2016

Benito Soto: El último pirata gallego. Los ladrones del mar

Con diez cañones por banda
Viento en popa, a toda vela.                   
No corta el mar si no vuela
 Un velero bergantín
Bajel pirata que llaman
Por su bravura el temido
En todo el mar conocido
Del uno al otro confín.
 .José Espronceda, contemporáneo de Benito Soto, compuso el célebre poema "La canción del pirata" en memoria y homenaje del forajido pontevedrés.. Dicen que Espronceda siempre se interesó por  Benito soto  al que le envolvía un halo de romanticismo y misterio.

Benito Soto era hijo de marinero: Un pirata al estilo clásico que cuentan las leyendas: valiente, agresivo, violento y sanguinario. Su historia es breve y tan solo duró cinco meses en una travesía desde el golfo de Guinea hasta la ría de Pontevedra. Se encuentra entre los piratas más famosos y sanguinarios de la historia junto con Barba Negra, Barbaroja, Frances Drake entre otros.

Un arrabal marinero  de Pontevedra le vio nacer allá por el año 1805; entonces la ciudad de Pontevedra había entrado en una larga decadencia después de ser una de las villas marineras más pujantes de Galicia y el norte de Portugal. 
Marinero desde edad muy temprana, llevó a cabo su trabajo en las costas de Galicia desempeñando diferentes cargos y variopintas funciones con su padre, algunas de ellas de dudosa legalidad. Estas actividades le llevaron a ser respetado entre los ambientes de los puertos donde se ejercía el contrabando.
Antes de llegar a los 20 años ya apuntaba maneras de pirata  atacando barcos  que se dedicaban a la trata de esclavos para robarles la mercancía.
Benito Soto se dedicó a surcar los mares destrozando todo lo que encontraba en su camino, especialmente barcos ingleses, convirtiéndose en un pirata temido en el Atlántico.
Su carrera como pirata continuó hasta atacar más de diez buques durante su viaje desde el sur de Africa hasta las islas de las Azores. Quería regresar a Galicia y vender sus tesoros para vivir de las ganancias en la zona de Cadiz.
Una gran cantidad de aventureros, pusieron rumbo a América, y se situaron sobre todo en el Caribe. Este era un lugar de paso obligado del comercio entre América y Europa. Poseían barcos veleros muy rápidos, ya que su misión era alcanzar y abordar a los grandes galeones cargados de mercancías que atravesaban el Atlántico concentrándose en el Caribe antes de iniciar su viaje a Europa.

Todo europeo soñaba con las riquezas del Nuevo Mundo.Y tanto el pueblo llano, como los señores con aspiraciones, hicieron sus proyectos para enriquecerse fácilmente. Unos financiaron expediciones, otros se embarcaron en ellas, pero fueron muchos los que partieron para el Nuevo Mundo con el sueño de la riqueza relativamente rápida como aspiración.
Fácilmente conseguían capturar barcos mercantes que acostumbraban a navegar solos, pero en la práctica capturar un Galeón con oro era casi un sueño, solo una pequeña parte de los Galeones Españoles con oro fueron capturados, ya que la norma era que navegasen en convoyes fuertemente escoltados por barcos de guerra. Muy pocos se atrevían a atacar de frente a un galeón de guerra Español.
Todo un mundo y una manera de vivir y morir. Un gran número de circunstancias, hicieron que muchas personas acabaran llevando una vida tan arriesgada y corta. Una vida dedicada al robo y a la violencia. No dependían de nadie, no tenían que rendir cuentas a nadie, pero tampoco tenían la protección de ningún país y eran perseguidos por todos aquellos cuyos barcos habían sido atacados.
Su método de lucha era fundamentalmente destruir el velamen del barco, impidiendo su capacidad de maniobra para a continuación realizar una abordaje y la victoria en la mayor parte de las ocasiones.


lunes, 29 de agosto de 2016

El Lobo




El lobo, en la mayor parte de Europa, es una especie protegida y en Galicia "se caza, pero solo se autorizan batidas en caso de que provoque daños" algo que no ocurre en los últimos años.
La caza masiva en la Edad Media se debió a motivos religiosos pues la iglesia siempre vinculó al lobo con la presencia del demonio. Unido a esto los ataques del animal al ganado llevó a la "fiebre" medieval de caza masiva"

Pocos animales tienen tan mala fama como el lobo.
El lobo al igual que el hombre, es un ser eminentemente social. Un alto porcentaje de su comportamiento está determinado por sus relaciones con otros miembros de su especie con los que forma manadas con el fin de obtener ventajas frente al medio en el que se encuentra con el fin de preservar su supervivencia.
 La principal actividad de la manada, la caza, se hace en grupo. Durante las cacerías el trabajo está perfectamente distribuido. El lobo es un animal en que la resistencia prima sobre la potencia, por esta razón la táctica de la caza consiste en  agotar a la presa, persiguiéndola hasta que su captura se hace posible. 
El control y la disciplina en la manada es fundamental para que la caza en equipo tenga éxito.


El parque natural de Castrelo do Val vive encaramado a más de mil metros de altitud, allí se  vuelve a la carballeira milenaria, a la fruta silvestre, al acebo. A la música de los pájaros escondidos entre la frondosidad del paisaje. Al reino del lobo, el ciervo, la cabra montesa, el jabalí...

Existe una policromía invernal provocada por los ríos que descienden rápidos de la montaña para conformar el bosque encantado al que se le llama "O Invernadeiro"
A medida que nos adentramos entre los frondosos árboles aparecen esos lugares secretos de Galicia habitados por hadas, druidas y meigas.
 Los árboles autóctonos trepan por la laderas de estos montes entre profundos valles formados por la erosión del agua y más allá, la cumbre de los antiguos glaciares y las "fervenzas" saltan libres buscando, desde el precipicio, el destino final en el río Cenza.
Los bosques son de robles, abedules, fresnos y álamos negros y entre ellos destacan las mimbreras de color ocre dorado separando las tierras.
El aullido de los lobos que puede escucharse a kilómetros de distancia en el silencio de la noche, produce escalofríos.
El aullido, es un reflejo de la calidad de las relaciones entre los miembros de la manada.
Los lobos aúllan para unir a su manada, atraer a su pareja, marcar el territorio, ahuyentar a los enemigos, dar una señal de alarma o comunicar su posición. Pero los lobos aúllan más cuando un compañero al que aprecian o un miembro poderoso de la manada se aleja del grupo.
Según parece el aullido no es una respuesta ante la separación de los allegados sino que se puede utilizar para mantener el contacto y para reunirse con otros.
A principios de la Edad Media, entre los celtas, el guerrero envidiaba a los lobos por su poder y atrevimiento. Algunos soldados galos, recubrían su casco con una cabeza de lobo después de comer su corazón. Pero el lobo es también un animal inteligente y paciente, capaz de esperar horas antes de atacar a su presa.
Los lobos empujados por el hombre llegan incluso a entrar en las ciudades y los pueblos. Muy rápidamente la imagen del lobo aparece como algo diabólico, llegando, en el siglo XII, la mera idea del lobo a aterrorizar al pueblo, su imagen de monstruo, de bestia, ha anclado en las mentalidades.
Nacen rápidamente oscuras leyendas contadas en las noches cerradas y oscuras de invierno.
La iglesia omnipresente en el mundo medieval, tiene una parte de responsabilidad en esta sombría imagen del lobo. El lobo no sería otro que el diablo, o su servidor que, devorando los cuerpos, se apropiaba de las almas.
En la iconografía cristiana, el lobo aparece como un símbolo de las fuerzas diabólicas que amenazan al rebaño de fieles representados por corderos. El lobo era, pues, para los cristianos, una amenaza tanto para su cuerpo como para su alma. Esta imagen de la pura e inocente oveja puesta en peligro por la sombra del lobo permanecerá por largo tiempo en nuestro inconsciente colectivo.
En los Misterios, obras representadas en las plazas de las catedrales, que encarnaban al diablo estaban recubiertos por una piel de lobo, reforzando la imagen popular del animal diabólico.
En la Edad Media, el lobo fue, pues, el chivo expiatorio del Maligno. Capturados en vida, algunas veces fueron juzgados y condenados a la hoguera. Las habladurías sobre los pactos con el Diablo, su presencia junto a las brujas que los cabalgaban para ir al aquelarre, sus ataques contra los niños asustados; son historias que se extendieron de pueblo en pueblo.
No obstante, los hombres lo temen por su fuerza, su resistencia o su inteligencia y no pueden evitar respetarlo y admirarlo.
Todas estas actitudes y prejuicios, deberían ser arrojadas de nuestras mentes gracias al conocimiento de lo que nos rodea. El valor de un ser racional no está en reclamar serlo, sino en ejercer como tal.
Otras culturas menos interesadas que la cristiana en mantener a las personas en la ignorancia y el miedo, han visto en el lobo un símbolo de la sociabilidad, la eficacia y la inteligencia. 

sábado, 6 de agosto de 2016

LA MALLA

Según nos adentramos en el verano, las noches se van alargando a medida que los días van haciendose más y más cortos, de tal manera, que a mediados de agosto dispondremos de más de 10 horas de oscuridad. El tiempo va apremiando para el trabajo de la malla, que al igual que la siega, es un trabajo duro; como los son casi todos los los trabajos del campo.


Es preciso que el sol caliente y caliente mucho, porque de otro modo los haces del cereal no se cortan bien  si están húmedos.

Tras la siega y días antes de la trilla o la malla, que es cuando se  separa el grano de la paja, se prepara la era. Es este un espacio de tierra limpia y firme , algunas veces empedrado que se cubre con una sábana o plástico donde se recoge el grano.



.
Esta tradición, que se mantuvo viva durante siglos, lleva camino de convertirse en historia en buena parte de Galicia, o si no también, en otro, de los muchos relatos que nos cuentan nuestros mayores, ya que, como  es sabido el granero de España está en los campos de Castilla.

Antiguamente, antes de que aparecieran las máquinas, y lo hiciesen todo: segar, extraer el grano, empaquetar la paja...Todo esto, se hacía manualmente, aunando esfuerzos y sudores...



A pesar de un sol abrasador y de una constante nube de polvo que hace difícil respirar, es necesario llevar camisas con mangas largas, ya que el polvo, las espigas y la propia paja se introduce en el cuerpo sudoroso, produciendo un desagradable picor.
El rato que se tiene para descansar después de comer, es casi imposible soportarlo pues multitud de insectos se ceban en los cuerpos sudorosos, atraídos hacia él, para picar a su antojo a los segadores. Sin embargo es tanta la necesidad de dormir que uno no se da cuenta del gran festín que se están dando hasta que una vez despiertos,  se ven y se sienten los abones que han dejado las picaduras. 
 La solidaridad social se completaba con comidas ofrecidas por los dueños del cereal, con juegos hasta bien tarde, para recomenzar la labor al día siguiente, de nuevo, bien temprano, almorzando al rayar el día.


En los documentos medievales, los "señores" exigían la entrega del cereal "limpio de polvo ypaja" para ser guardado, después en arcas de donde se van retirando en sacos para llevarlo almolino y realizar la molienda



Esto sucede en Galicia, donde no abunda el cereal y donde los campos, en  escasas ocasiones, se tiñen de amarillo y se engalanan pocas veces de las preciosas espigas del trigo. Sin embargo, sí se guarda en la memoria colectiva de nuestras aldeas y pueblos, la imagen de aquellas cuadrillas de gallegos que se acercaban por los caminos de tierra, cansados de tantos kilómetros acumulados en sus pies dispuestos a volcarse en la labor de la siega en los campos de Castilla.


Tenían fama de ser buenos trabajadores. Trabajaban de sol a sol y a veces de noche, a la luz de la luna, estimulados por el deseo de regresar pronto a casa.
Muchos no aguantaron el esfuerzo y a llí quedaron enterrados para siempre, en el suelo de Castilla, lejos de su hogar y de sus gentes.


Castellanos de Castilla,                     
 tratade ben ós galegos;                                                      
cando van, van como rosas,
cando vén, vén como negros.             
Cando foi, iba sorrindo;
cando veu, viña morrendo.
                Rosalía de Castro



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