martes, 15 de noviembre de 2016

LELA



Castelao, polifacético novelista, dibujante, caricaturista, pintor, teórico 

del arte y político, reflejó siempre en su obra su compromiso con el galleguismo y con el mundo.
Murió el 7 de Enero de 1950 en el sanatorio del Centro Gallego de Buenos Aires. Sus restos fueron trasladados a Galicia en 1984 y ahora descansan en el panteón de Gallegos Ilustres, en el monasterio de Santo Domingo de Bonaval. 
La Dirección General de prensa del gobierno de España despachó instrucciones a los medios acerca de como tratar la noticia:


«Habiendo fallecido en Buenos Aires el político republicano y separatista gallego Alfonso Rodríguez Castelao se advierte lo siguiente: La noticia de su muerte se dará en páginas interiores y a una columna. Caso de insertar fotografía, esta no deberá ser de ningún acto político. Se elogiarán únicamente del fallecido sus características de humorista, literato y caricaturista. Se podrá destacar su personalidad política, siempre y cuando se mencione que aquella fue errada y que se espera de la misericordia de Dios el perdón de sus pecados. De su actividad literaria y artística no se   hará mención alguna del libro "Sempre en Galiza" ni de los álbumes de dibujos de la guerra civil. Cualquier omisión de estas instrucciones dará lugar al correspondiente expediente.
" Qué emocionante es ver a un viejo que llora por un amor que perdió cuando era joven. Los ancianos deben atesorar los amores de juventud porque les ayudan a vivir; pero los amores tardíos los matan y su muerte hace reír a la gente" dice Castelao en el prólogo de su obra.
Sin embargo decía Picasso que un hombre tiene siempre la edad de la mujer que ama.
Aunque, en verdad, creo que un hombre envejece cuando deja de enamorarse.

En 1941 Castelao estrena su obra teatral " Os vellos no deben de namorarse" ( Los viejos no deben de enamorarse) para la cual compone la letra de la canción Lela, que es el personaje de la obra.
Lela es una canción de desamor, un amor que fue maravilloso pero que ya terminó.
Escrita para el teatro, consta de tres actos, donde juegan el amor y la muerte su eterna partida, con tres viejos imprudentes.




viernes, 11 de noviembre de 2016

MAGOSTO


Una celebración tradicional  y popular en Galicia  que se celebra al anochecer en el mes en el que nos encontramos -Noviembre- es el del magosto. El lugar originario de esta  celebración era el monte, aunque siempre se pudo celebrar en casa, al lado del fuego del hogar o en cualquier rincón del pueblo. También, en el atrio de la iglesia o en una encrucijada  al pie de un "cruceiro"

Por "San Martiño", 11 de Noviembre, las castañas ya maduras empiezan a abrir los erizos y a caer en el suelo creando una alfombra que va del verde a los tostados en las más variadas tonalidades.

Comienza, entonces, una celebración simbólica-culinaria que se ciñe normalmente a estas fechas. La época de los "magostos" en Galicia. Y se le ha considerado como un vestigio de un antiguo sacrificio en honor a los muertos.
En cuanto al aspecto simbólico del fruto típico del magosto: la castaña, podría simbolizar la inmortalidad al ser un fruto que proviene de un árbol de larga vida.

Es costumbre que durante la celebración del magosto, los participantes se tiznen la cara con la ceniza del fuego cuyo significado no es otro que tratar de simular una apariencia fantasmal que asuste a los vecinos, cuando ya entrada la noche, se volvía a las aldeas.

Concentra a los vecinos alrededor del fuego y tiene el significado de honrar las cosechas, devolviendole a la castaña la importancia que el maíz y la patata, llegados de América, le quitaron hace varios siglos.
Se cuentan historias, se canta y se baila al compás del sonido de gaitas y panderetas, alrededor del fuego, mientras la oscuridad de la noche se cierne sobre los participantes.


El 1 de Noviembre, los celtas apaciguaban los poderes del otro mundo y propiciaban la abundancia de las cosechas con la celebración de la fiesta del "samahain", la cual era para unos el comienzo del invierno y para otros el final del verano. No obstante, en cualquier caso, era el inicio de un período de intensa comunicación entre los habitantes de este y del otro mundo.

Por las misma fechas, los romanos celebraban las saturnales. El mundo de los espíritus se entreabría y salían diversos tipos de personajes, las almas , los cuerpos que habían sido enterrados y las sombras.
Todos se nutrían de los platos depositados sobre las tumbas.
Con la expansión del cultivo de castaños por los romanos, su fruto se convirtió en la base de la alimentación de la población, como fruto fresco, seco o molido para hacer harina.

jueves, 3 de noviembre de 2016

EL ADIÓS EN EL AIRE


Tocan a muerto, se oye el tañer de la campana por el valle arrinconando al silencio. Es un sonido grave, con cadencia serena y melodiosa. Alguien ha muerto. Las faenas se detienen al oír las campanas y de repente todo parece quedarse mudo, quieto. Levantamos la mirada hacia el sonido que impregna el aire y hacia el silencio que le sigue. Alguien dice: " seica alguén esquezeuselle de tomar alento"


Preciosa expresión gallega que nos dice que también se nos puede olvidar vivir. En el mundo rural es así. La muerte es compañera inseparable de la vida. Se convive con ella.
Cambiando el rugido de la ciudad fiera por la melodía de los sonidos de la naturaleza, la vida y la muerte parecen tener más sentido al no estar maquillada de irrealidad.
Sentir que se forma parte de un todo, que cada parte, por muy insignificante que parezca posee su importancia formando un equilibrio cósmico, que sin su aportación todo quedaría desestabilizado. Y es que  sustituyendo grandes avenidas por grandes arenales, el infernal rugido del tráfico por el sonido del viento entre los árboles, el rojo, verde y ámbar de los semáforos por la luz de las estrellas, todo parece tener mucho mas sentido.

La familia gallega transciende el tiempo y el espacio, pues en nuestro mundo cultural, enormemente simbólico, los miembros fallecidos de la familia también conviven con los vivos en una relación que transciende la dimensión temporal y terrenal.
Se cree que las almas de los difuntos bajan a la tierra, sobre todo de noche y, en fechas señaladas, como son la Noche Buena y la Noche de Difuntos.
Era habitual en Galicia, que en esta Noche de Difuntos no se recogiese la mesa, pues las ánimas venían a visitar la casa familiar y estaba bien acogerles con comida servida. Por esa misma razón se solía dejar el fuego encendido en la chimenea. Y es que, es esta, una noche mágica, como muchas aquí, porque existe la creencia de que, en esta noche, igual que en la de San Juan, se abren las puertas del Más Allá y ambos mundos, vivos y muertos se encuentran  más cerca que nunca siendo posible el tránsito de uno a otro.
Así pasado, presente y futuro se juntan en una celebración anual.
En estas fechas recordamos con mayor intensidad a nuestros muertos, visitamos los cementerios, adornamos tumbas y encendemos velas, velas que servirán de guía a los difuntos y que deben permanecer encendidas hasta agotarse para que encuentren su salida del Purgatorio.
También se encienden lámparas de aceite sobre lápidas y se cree que cuando una de estas lámparas se consume indica que una ánima del Purgatorio alcanzó, al fin, la luz.
La estrecha relación que existe, en la cultura gallega, entre los vivos y los muertos, en el modo natural que la muerte se integra dentro de la vida como algo visible y siempre presente, no deja de ser un mecanismo inteligente y práctico de estar alerta, de entender y aceptar la frugalidad de la vida.
Una forma de integrar socialmente el dolor de la pérdida de un ser querido y un maravilloso mecanismo psicológico de superación del duelo, de superación de los traumas que pueden causar la muerte y la esperanza de una vida mejor, aunque fuese en otro mundo.
Si desapareciera el mundo rural, todo esto desaparecería.
Los muertos en la actualidad y en la mayoría de los casos han sido relegados a un lugar oscuro y olvidado, convertidos casi en tabú. La muerte ha pasado a ser algo horrible de lo que mejor es no hablar y todo ese mecanismo social de cobertura emocional frente a la desgracia de la muerte ha sido sustituido.

domingo, 30 de octubre de 2016

Sabor de otoño




Hay una señal inconfundible que anuncia la llegada del invierno y esa es la de los puestos de castañas asadas, que de un año a otro, vuelven a instalarse en las calles de ciudades y pueblos, casi siempre repitiendo emplazamiento.
Es esta, una invasión silenciosa, que nos abre las puertas de la estación más fría del año.
Es reconfortante percibir el aroma de las castañas asadas cuando con las manos en lo más hondo de los bolsillos  caminamos refugiados dentro del abrigo. Un olor, que como todos los olores, es capaz de traer del pasado una colección de recuerdos y sensaciones que, en la mayoría de los casos, termina con la adquisición de uno de esos cucuruchos de papel, en cuyo interior viene nuestro calentito  manjar al que sostenemos otro año más en una hoja de papel que nos calienta las manos. Quema el cucurucho relleno de 3 euros de castañas. Quema, murmuran las gentes  perdiendose entre la niebla olorosa.
La verdad es que el fuego que desprende el bombo hay días que no es suficiente para soportar el frío, pero lo peor llega a última hora de la tarde, cuando las brasas se empiezan a apagar. Brasas de piñas y carbón para que estén sabrosas, pues en casa con la vitrocerámica o la cocina eléctrica no saben igual. Todo tiene su secreto. Y el otro secreto, claro, que las castañas sean de buena calidad.
La lluvia, como siempre, nos ha situado en el tiempo y los bosques gallegos muestran en esta época del año todo su esplendor, gracias a un curioso fenómeno: la marcescencia, que prolonga la permanencia de las hojas en los árboles. Un fenómeno que se caracteriza por el hecho de que las hojas no caen de inmediato, sino que se retrasa su caída. Todos los nutrientes que los árboles tenían en las hojas los reabsorben al tronco, a la savia, y de esta manera mantienen la hoja. Así, las "carballeiras" no tienen tanta maleza como otro tipo de bosques debido a que la hoja impide que la luz llegue abajo  evitando el crecimiento de otras plantas.
Es decir que las hojas secas no terminan de caer en invierno, manteniéndose en el árbol hasta que las hojas nuevas del roble se abren en marzo y empujan definitivamente a las secas del año anterior. Este fenómeno caracteriza nuestros paisajes boscosos de invierno, en donde podemos ver árboles perennes, caducos y en marcescencia.
Los tonos amarillos y rojizos empiezan a predominar en el bosque, a pesar de que estos bosques en su mayor parte están formados por árboles de hoja caduca.
Setas y castañas protagonizan los fogones de otoño.
Si en verano son las costas de esta tierra las que llaman la atención por su belleza, en otoño es el bosque el que llama la atención. El aire húmedo se mezcla con el aroma de nuestros árboles, del musgo, de las hojas secas que crujen al pisarlas y de fondo el sonido del agua, que a través de ríos y regatos, se va abriendo paso sinuosamente hasta alcanzar el mar.



Cuando llegue el frío del invierno  el silencio anidará en cada brizna de hierba de los prados, la vegetación aparentemente descansará y las raices creceran desarrollando se y afianzando el árbol al terreno conteniendo toda la vida hasta la primavera.

domingo, 23 de octubre de 2016

En otoño

Luz de tarde

Me da pena pensar que algún día querré ver de nuevo
este espacio,
tornar a este instante.
Me da pena soñarme rompiendo mis alas
contra muros que se alzan e impiden que pueda volver a encontrarme.

Estas ramas en flor que palpitan y rompen alegres
la apariencia tranquila del aire,
esa olas que mojan mis pies de crujiente hermosura,
el muchacho que guarda en su frente la luz de la tarde,
ese blanco pañuelo caído tal vez de unas manos,
cuando ya no esperaban que un beso de amor las rozase...

Me da pena mirar estas cosas, querer estas cosas,
guardar estas cosas. Me da pena soñarme volviendo a buscarlas, volviendo a buscarme
poblando otra tarde como esta de ramas que guarde mi alma,
aprendiendo en mi mismo que un sueño no puede volver otra vez a soñarse...
( De Alegría, 1947)
José Hierro

El otoño llega siempre sigiloso abrazado a la tristeza y a la melancolía, casi sin avisar llenando el aire  de nostalgias, de aquello que tuvimos y ya no tenemos. Es un viaje al pasado, a la niñez, al recuerdo de alguien que ya no está. Es la vejez del año, el ocaso de los sueños que va enfriandonos el alma.

jueves, 13 de octubre de 2016

El aroma de los paisajes

Los olores, los aromas, actúan sobre la memoria llamando a los recuerdos, evocan casi más que informan.
Cuando en la costa sopla el viento del nordeste haciendo que el mar desgarre sin piedad la costa gallega la aguda fragancia del mar se esparce por calles y plazas de ciudades y pueblos. Este olor a mar tiene un nombre : Marusía. Marusía es ese olor de las algas en la playa, ese olor de la humedad  flotante, una suerte de rocío salino que estropea las cosas que toca. Marusía: aroma intenso de agua y salitre mezclado con el olor de las frituras de las tabernas.
 Las marusías son caricias que advierten que el mar de Galicia no es igual en todas partes y puede ofrecer distintas caras: la del norte y la del sur.
Galicia tiene los labios desgarrados por el mar del norte que es un mar vertical, rígido, un mar frío y áspero. Un mar que pocas veces se desvanece en el horizonte, un mar que bate continuamente contra los acantilados más altos de Europa, a cuyo pie se esconden bajos donde naufragan los barcos. En cambio el mar del sur, es siempre horizontal, más sereno,
menos violento y a pesar de todo, también allí naufragan sus barcos. y es que al final alguien acaba pagando el tributo que reclama el mar a pesar de que el romper de las olas frente al acantilado resulta un sonido y una imagen siempre relajante.

Desde que comienza a caer el sol el ambiente se vuelve de otro color en el muelle. En el puerto, lugar de descarga, imponentes mujeres envueltas en un sinfín de prendas concéntricas, desafiantes y chillonas se hacen con el pescado después que los hombres han terminado la tarea de descargarlo.

En el interior, al cabo de los días de llover, todo desprende un olor enmohecido, un olor a setas carnosas, ligeramente agrias. Las goteras caen con una monotonía que templa los nervios. Dan ganas de encender el fuego, uno imagina  el olor de la leña y...  piensa que será agradable, siempre lo es.
Sin embargo esta mañana ha hecho un tiempo de otoño magnífico. Por el cielo han ido pasando nubes, tormentas, claros y chubascos. Y en el aire fresco, los olores dulces de la vegetación reseca han dado paso a los aromas del otoño.
Los aromas se confunden con los sonidos de sus paisajes. Va lloviendo. Cae la tarde y las gotas golpean  las hojas de los laureles y magnolias creando una melodía. La humedad del aire hace destapar los tarros de esencias y los olores se propagan con gran eficacia. Lo mismo ocurre con los sonidos y  mientras en la nariz se entremezcla el aroma dulzón de las hojas caídas con el olor de las picudas hojas de los pinos, en el oído se funden los sonidos del agua con el tañer de una campana.
El olor y la memoria parecen estar íntimamente ligados. Los paisajes suelen tener olores característicos, así antes de que llueva somos capaces de detectar el olor de la lluvia  sin que haya empezado a llover. Hay que añadir los vientos frescos y húmedos que vienen de las montañas y esparcen a través de las calles los aromas de las plantas y las flores  arrastrando la brisa de la lluvia que escurre lentamente sobre los muros y los árboles, así como la niebla que envuelve apaciblemente a la ciudad con un manto de silencio y hace difusas las luces.
La globalización hace que las ciudades  pierdan su personalidad haciéndolas caer en el anonimato, se va desvaneciendo poco a poco su temperamento haciendo que los ciudadanos no miren más al horizonte ni al cielo, las personas bajan la vista y ven lo que tienen más próximo haciendo que su vida se vaya encajonando entre los edificios que se construyen cada vez más altos entre anuncios espectaculares que recortan el espacio vital y ocultan el horizonte.
Se ocultan las montañas que ofrecen la mayor diversidad posible de tonalidades, se deja de lado la presencia y el canto de los pájaros, el volar de mariposas y libélulas. Parece que todo conspira contra ella, el tráfico requiere de toda la atención de conductores y transeúntes, la contaminación del aire, del ruido y de las luces aturden, abruman y ocultan el aroma de las flores, el brillo de las nubes y hacen que la lluvia y la humedad se conviertan en una molestia y una contrariedad.

"Cada ciudad, cada lugar dispone de sus paisajes olfativos, las fragancias tienen historias y se conectan con  nosotros a un nivel emocional, trayendo al presente recuerdos de lugares, eventos y gente". Kate McLean.

domingo, 9 de octubre de 2016

FEDERICO

Los celtas pensaban que algunos animales eran la reencarnación de seres que regresaban del mundo de los muertos. Los respetaban y se rodeaban de los que, por su comportamiento, podían representar un símbolo de los valores fundamentales de su cultura.

Pero de todos los animales, las aves, sin duda, eran las favoritas. Les impresionaba su vuelo, sus cantos y admiraban su forma de vivir sin sujeciones a la tierra y en absoluta libertad.

 Cuenta la leyenda que tener en tu entorno el símbolo de alguna de las aves sagradas de la Cultura Celta, atraerá el beneficio de lo que representa ese pájaro que en este caso, aleja la enfermedad.

El mirlo despide el día cantándole al atardecer y lo recibe de la misma manera al alba, antes incluso de que podamos apreciar la salida del sol anunciando su llegada. Por esta razón se cree que los mirlos son animales del otro mundo y se ha dicho siempre que despiertan a los muertos y tranquilizan a los vivos para que puedan conciliar el sueño. Se le atribuye la comunicación con los espíritus.

Son animales territoriales que viven cerca del hombre, establece su territorio durante el primer año de existencia y lo mantiene toda su vida, por tanto si un mirlo construye su nido cerca de casa establecerá un vínculo contigo, tan sólo hay que ser lo suficientemente capaz de establecerlo con él.

Así es que después de conocer todo esto, me pregunto, un poco desazonada, porqué ha desaparecido Federico. Miro por todo el jardín, observo los setos y los árboles y me pregunto que ha pasado. No aparece ninguno, con su pico amarillo-naranja, de canto agradable y melodioso, que formaba parte del jardín y de mi vida. Es como si se los hubiera tragado la tierra. Hace tiempo ya, que noto su ausencia, antes incluso de que comenzara el otoño. No le encuentro explicación por muchas vueltas que le doy.

Otros años a estas alturas y más adelante, en lo más duro del invierno, eran los primeros visitantes de mi jardín por la mañana. Y ya después, con la llegada de la primavera alegraban la vida con un concierto permanente desde el alba hasta el anochecer. Habían anidado en  el laurel del fondo, entre las hojas de la frondosa hiedra y también en los brazos de la magnolia. 
Pues... han desaparecido todos.
Me he enterado de que son monógamos, leales a la pareja hasta la muerte, cosa poco común en los tiempos que corren. El macho y la hembra comparten el trabajo; el mirlo aporta el material y la mirla, construye el nido amorosamente. No tienen muchos amigos. Son aves solitarias. Nunca van en bandadas.

Comen de todo y ... yo les dejaba, hasta me gustaba ver la huella profunda de su pico en las manzanas, las ciruelas, las fresas...
Nadie se ha percatado de su ausencia. Sin embargo, yo si.  Era mi amigo.




Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío
no habría escapado
Pero así,
habría dejado de ser pájaro
Y yo...

yo lo que amaba era un pájaro.

Mikel Laboa

jueves, 29 de septiembre de 2016

MORRIÑA

Rosalía, una mujer introvertida que se ve atravesada por una larga y negra sombra de saudade. Representante de todas las mujeres gallegas de su tiempo, se duele de la escasa vida que tienen los demás en ese país olvidado que era Galicia.

                                                                
                                                                                 Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que zumba.
Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mi misma moras,
                                                                                   ni me abandonarás nunca,
                                                                                   sombra que siempre me asombras.            

                                                                       
                                                                          Morriña y  saudade, dos palabras que están ligadas al alma de gallegos y portugueses que no tienen traducción en castellano porque nostalgia y añoranza, no trascienden la profundidad de sus sentimientos.Y, es que para poder explicarlas antes deben ser sentidas.
Es nostalgia pero también un sentimiento doloroso que nace dentro y que nunca termina de abandonarnos.
Una amargura siempre presente en la literatura gallega y en la música.
Rosalía de Castro, la trovadora de la morriña,  la escritora del pueblo nos hace ver en sus poemas  que la morriña no es exclusiva de la emigración gallega al exterior, ya que esta se puede sentir en la propia Galicia." De soidás morríase, na vila sospirando pola aldea" De soledades se moría, en la villa suspirando por la aldea"
No importa lo alejado del mundo en que se encuentre un gallego porque Galicia es donde él esté.
Miguel de Unamuno decía " Ha debido ser allí muy larga y muy entrañable la convivencia entre el hombre y la tierra; las lluvias lo han unido; se comprende lo doloroso del desgarrón al tener que desprenderse uno de ella y como ha de volver al cabo a comprar la tierriña "




-¡Ah!, no se comunican contigo, sin duda, los que vagan sin cesar en torno nuestro en invisible forma, o acaso no los entiendes; pero yo los siento, percibo y comprendo, aun cuando no pueda verlos. No sólo envueltos en las tinieblas los espíritus de los que fueron en el mundo vuelven a él, sino también entre las transparentes burbujas del agua cristalina, en las alas de la brisa o de la ráfaga tempestuosa; en los átomos que voltejean a través del rayo de sol que penetra en nuestra estancia por algún pequeño resquicio, y hasta en el eco de la campana que vibra con armoniosa cadencia conmoviendo el alma; en todo están, y giran a nuestro alrededor de continuo, viviendo con nosotros en la luz que nos alumbra, en el aire que respiramos.
El primer loco, Rosalía de Castro




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