
Es un terreno de sorpresas, de caminar despacio para perderse sin prisa por multitud de rincones serpenteados por ríos que rumorean su habla secreta que acaso solo entienden los álamos, alisos y fresnos que los guardan.
Sus ríos encajonados se abren paso entre montañas de empinadas laderas. Montañas redondeadas por la erosión con fuentes de aguas ferruginosas a las que la sabiduría popular le atribuye propiedades curativas.
Los Ancares principalmente es un espacio de media montaña lleno de contrastes climáticos.El contraste entre las alturas de sus montañas y la profundidad de sus valles le otorga la belleza a sus paisajes.
Visitar los Ancares es recorrer despacio sus valles, adentrarse en sus aldeas para a veces charlar con sus gentes siempre amables. Otras veces es respirar la magia y la tristeza que emana de una aldea abandonada.
En primavera brotan multitud de regatos por doquier, alimentando de color verde intenso los prados y los brotes jóvenes del bosque, los tintos y blancos de los brezos, los amarillos de los tojos...
En otoño aparece todo un festival de matices, con pardos, amarillos, rojizos y ocres de los bosques de hoja caduca que alternan de nuevo con el verde de los otros árboles de hoja perenne.
Y ya el invierno, lejos de ser una estación triste tiene su encanto con las nevadas. Troncos con sus ramas cubiertas de musgos y líquenes cuando las nevadas aumentan consiguen un paisaje menos quebrado y mas suave en ondulaciones.
Se encuentran testimonios antiquísimos de la vida humana entorno a estas cumbres siendo la reina de la arquitectura tradicional de esta zona: las pallozas con muros circulares adaptados a las circunstancias especiales del terreno donde se encuentran enclavadas. Viviendas que reunían a hombres y animales bajo un mismo techo y en un mismo espacio.
Además de la riqueza de su fauna y de su flora, el que habita aquí, en los Ancares, es el Silencio. Es un mundo de silencios donde la música la ponen el viento y los arroyos dándole la virtud de la humilde quietud a estos valles con sus lomas y quebradas sembradas de aldeas desperdigadas en las partes más insólitas.
Ancares no se distingue por sus monumentos, es tierra montaraz y caprichosa, partida por mil arroyos desparramados en mil direcciones, elevada hacia el cielo donde la naturaleza manda mucho más que el hombre.
Conocer y valora los Ancares es una satisfacción, conservarlo nuestra obligación.
Conocer y valora los Ancares es una satisfacción, conservarlo nuestra obligación.
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