miércoles, 19 de abril de 2017

Corredoiras: caminos del recuerdo


Las corredoiras son viejos y estrechos  caminos que comunican las diferentes aldeas de las tierras gallegas. Estrechas, a veces empedradas y casi siempre embarradas. Durante siglos han sido como la columna vertebral de la Galicia más rural, formando una red de serpenteantes caminos entre aldeas para llegar hasta los rincones más recónditos por los que algún ser querido de todos caminó para marcharse.

La huella de esas viejas pisadas son las que reflejan el paso del tiempo, las estaciones y la energía de cada uno de los instantes que a muchos les han quedado grabados. Son, en definitiva, caminos del recuerdo que nos cuentan ricas historias de personas comunes, de personajes y de leyendas, que en definitiva son las que mantuvieron viva la aldea.


Entre paisajes de bosques de robles retorcidos por el paso del tiempo, pastos y aldeas casi dormidas  y muros de piedra, se respira la esencia de la Galicia más rural. Atraviesan sotos, fragas y  robledales; ponen en comunicación unas aldeas con otras; suben a las cumbres gateando por las pendientes; descienden a los valles para esconderse bajo el ramaje de los árboles que a modo de toldo le dan sombra.

La mayoría que se fueron con lo puesto, dicen que casi todos tuvieron que vender o hipotecar sus propiedades o las de sus familias para buscar nuevo porvenir en América. Otros, en cambio, simplemente pasaron la llave a la puerta para buscar un futuro mejor en las ciudades modernas.Sin embargo, el tiempo les mostró que la mayor pobreza fue quedarse sin la aldea y todo lo que la rodeaba.
Ahora, del olvido, renacen, viejas aldeas que vuelven a tener su fuego encendido. Los caminos son otros, las viejas corredoiras ahora son carreteras asfaltadas; no obstante entre las pocas casas que quedaron todavía conservamos la plaza, el cruceiro...
De vuelta a la aldea, sentimos el placer del ayer, de su paisaje y disfrutamos de los sabores de lo auténtico.
Así, en un pequeño instante, de vuelta, en la aldea renacida, recuperamos las sensaciones que se guardaron durante años en los corazones de los que nacieron a la luz de la lumbre de una vieja casa al final de una vieja corredoira.






viernes, 14 de abril de 2017

La lluvia

 Galicia: el lugar donde sucede casi todo
Es difícil que un gallego se imagine una ciudad sin lluvia durante mucho tiempo ya que el cielo gris suele ser una amenaza de manera constante.
En Galicia la lluvia no se acaba nunca, despertamos al cielo nublado ciento cincuenta días al año.
Desde que cayó sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, la lluvia pasó a ser símbolo de fragilidad humana, por eso en el campo la lluvia engendra seres con el don de la predicción. Los campesinos palpan la humedad de las piedras, miran la manera de tumbarse las vacas en el prado, escuchan el modo de soplar el viento y el canto de las ranas; por eso los brujos y los campesinos fueron los primeros hombres del tiempo.
Tenemos más de setenta palabras en nuestra lengua para nombrarla y es que nos acompaña siempre como un amigo al que le perdonamos todos los defectos. Nos preocupa si llega tarde y le rogamos que no nos falte. Nos acostumbramos a su olor, nos hace compañía, es una cómplice con la que compartimos el territorio y la memoria en ese espacio de tiempo sin calendarios de la infancia donde la lluvia era la única certeza del paso del tiempo y una lección de paciencia.
No hace mucho, los gallegos llevaban el paraguas a la espalda colgado del cuello de la chaqueta. Era una manera inteligente de llevar un paraguas mientras no llueve porque te deja las manos libres, no estorba, no ocupa espacio; sin embargo ya nadie lo lleva así y desde entonces somos unos seres con una sola mano hábil porque la otra está casi siempre sujetando un paraguas.
Hay dos señales inequívocas de que una casa, en Galicia, está habitada : un paraguas abierto en el porche y un paragüero a la entrada.
El paraguas no se lleva porque llueva, se lleva por si acaso llueve. 
Crecí escuchando el sonido de la lluvia; mi primer recuerdo de ella es su discurrir por los cristales, su percutir en los tejados, de tal manera que si no llueve siento una ausencia rara, un aire seco que me inquieta y me acompaña el sentimiento de cierta compasión por los que no han forjado una memoria saltando charcos.
El sol te hace extrovertido, la lluvia te vuelve ensimismado. El sol te distrae, se empeña en que no pienses, la lluvia te confronta, te obliga a pensar.
Todos los primeros de Noviembre, el único día en el que en los cementerios hay más vivos que muertos, en Galicia,  llueve y el cementerio ese día parece más que nunca lo que es: un lugar para la muerte. Es como si un día lluvioso doliera más recordar a los muertos. Quizás por esa razón nos acompaña.

miércoles, 12 de abril de 2017

El amor imposible de la luna y el sol: leyenda



Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca
ni lo que no dijeron tus palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos
ni tus sollozos junto a la ventana.
Para que nada nos amarre,
que no nos una nada.
 Pablo Neruda
Esta es una historia que según cuenta la leyenda sucedió antes que el niño se hiciera hombre y el hombre anciano.
Dicen que el Sol y la Luna, antes de que Dios los llamara para que alumbraran nuestros días y nuestras noches, se encontraron y vivieron un gran amor.
Un día Dios los llamó y, ambos obedientes se presentaron.
 Al Sol le dio un título de nobleza, sería conocido por todos como el Astro Rey, sería el encargado de iluminar nuestros días desde Oriente hasta Occidente. 
Del mismo modo, llamó a la luna y le dijo que sería la encargada de iluminar cada una de nuestras noches. La Luna se entristeció mucho a cuenta de esto, porque Dios los había condenado a vivir eternamente separados. 
El Sol habló con Dios y le rogó que encontrara la manera de que la Luna no estuviera sola. Así, Dios creo las estrellas para que le hicieran compañía en el gran cielo y, decidió que ningún amor debería ser imposible y por eso creó los eclipses. Solo así pueden encontrarse y estar juntos aunque solo sea por un breve espacio de tiempo.
Dicen que cuando hay un eclipse no podemos mirar al cielo directamente porque nos quedaríamos ciegos. Ciegos del amor que desprenden cuando pueden encontrarse.
La Luna y  el Sol siguen su destino. El Sol arde de pasión por la Luna y ella vive en las tinieblas su añoranza.
Viven esperando ese instante, esos raros momentos que les fueron concedidos y que tanto cuesta que sucedan.






lunes, 27 de marzo de 2017

CASTILLOS





Hace algún tiempo un hombre extranjero con los ojos de un azul intenso como el mar, miraba la arena de la playa embadurnada de agua y sal a la que iba dándole forma, construyendo castillos de elevadas torres adornados con almenas y flanqueados por grandes fosos.
Una y otra vez perdía su mirada en el horizonte y construía y esculpía con sus manos figuras que más tarde la marea alcanzaba dejando montones sin forma, pués las esculturas de arena duran a veces lo que dura un suspiro o lo que tarda la marea en subir y alcanzarlas.

Entre sus manos la nada y un infinito asombro.
De su capacidad de asombro ante el universo y de la reflexión ante el misterio del espacio y de la vida que lo llena, va amontonando arena, para expresar este asombro, que en definitiva es la única riqueza que puede tener el hombre.
La gente detenía su paseo, se le acercaba y le dejaba algunas monedas al mismo tiempo que hablaban intercambiando experiencias.
Un y otra vez el viento secaba y deshacía las esculturas y una y otra vez el escultor las levantaba desafiándolo.
Un invierno, el viento desató su ira con tal furia y agresividad que hizo que la playa desapareciera bajo sus aguas, solo quedaba un pequeño acantilado de arena sin orillas de espuma.
Desde aquel pequeño acantilado observaba como las olas habían borrado todo rastro de su existencia. La playa ofrecía de nuevo su imagen habitual. Toda la arena quedó plana y uniforme. Era como si nunca el castillo hubiera existido.Entonces el escultor de arena despareció.
Tal vez, se dirán los paseantes, tenga algún significado o tal vez no. Tal vez se limitaba a jugar con la playa, con el viento y con el mar. Tal vez le gustaba percibir el calor del sol sobre su cuerpo, percibir el sonido de las olas y sentir el tacto de la arena. Igual quiso soñar como aquel otro que "quiso volar igual que las gaviotas".



Quiso volar igual que las gaviotas, 
libre en el aire, por el aire libre 
y los demás dijeron, ""¡pobre idiota, 
no sabe que volar es imposible!"". 

Mas él alzó sus sueños hacia el cielo 
y poco a poco, fue ganando altura 
y los demás, quedaron en el suelo 
guardando la cordura. 

Y construyó, castillos en aire 
a pleno sol, con nubes de algodón, 
en un lugar, adonde nunca nadie 
pudo llegar usando la razón. 

Y construyó ventanas fabulosas, 
llenas de luz, de magia y de color 
y convocó al duende de las cosas 
que tiene mucho que ver con el amor. 

En los demás, al verlo tan dichoso, 
cundió la alarma, se dictaron normas, 
""No vaya a ser que fuera contagioso..."" 
tratar de ser feliz de aquella forma. 

La conclusión, es clara y contundente, 
lo condenaron por su chifladura 
a convivir de nuevo con la gente, 
vestido de cordura. 

Por construir castillos en el aire 
a pleno sol, con nubes de algodón 
en un lugar, adonde nunca nadie 
pudo llegar usando la razón. 

Y por abrir ventanas fabulosas, 
llenas de luz, de magia y de color 
y convocar al duende de las cosas 
que tienen mucho que ver con el amor. 

Acaba aquí la historia del idiota 
que por el aire, como el aire libre, 
quiso volar igual que las gaviotas..., 
pero eso es imposible..., ¿o no?...







miércoles, 22 de marzo de 2017

PEPE

Pepe es un nombre hipocorístico, cuyo significado es el de aquellos apelativos cariñosos y familiares que suplantan a un nombre real.

"Xa viña ben unha auguiña". Acostumbrados a la lluvia, los abuelos miran con gesto torcido al cielo si pasa más de unos días sin que aparezcan las nubes.
En esto estaba yo pensando cuando tras el portalón: el sonido, tras el sonido, la pregunta: ¿ Pepe eres tú?.
Pepe viene a cortar la hierba durante todo el tiempo que a ella le da por crecer levantándose un palmo sobre la tierra. Hace ya años que lo hace.
Pepe es un hombre bueno, honesto y leal. Tiene el rostro curtido por el sol y el viento de trabajar al aire libre. Es delgado, diría que casi enjuto pero fuerte, el pelo le nace casi desde las cejas, de tal manera que si lo deja crecer un poco casi no se le ven. Típico personaje del rural gallego.
¿ Pepe sabe si hoy abrirán las tiendas en el pueblo?
"Ay, eu non sei que é iso das letras galegas. Se fora un santo deses como Dios manda pero iso que é?  agora seguro que o súper estará aberto"
Entra dispuesto, como siempre, a que la máquina no le falle, casi viene murmurando por el camino, en su moto, hasta que el run run se para detrás del portalillo de la finca.
Tiene llaves que normalmente no utiliza, sólo cuando no estamos, claro está y tiene que entrar en la finca por alguna circunstancia.


"Iba vir esta mañán pero pensei que a herba tiña que estar mollada, e non de orballo. Seica a noite choveu moito. Eu metinme na cama cedo pois que otra cousa pódese facer no inverno, de noite e con frío."
Nada, Pepe, nada, contesto no muy convencida de la respuesta que le doy. Nunca estoy muy segura de lo que le digo a Pepe. Simplemente le sigo la corriente pues tengo el convencimiento de que de otra manera no nos entenderíamos.
"Vou coller a máquina. ¿ O xefe levouna a arranxar?
Si. Como siempre.
" Vou, ao mellor aínda chove." Y sin más echa a andar con Trufa pisándole los talones y saltando a su alrededor , sabedora de que en un instante, no más, aparecerá con ese monstruo infernal que va arrastrando por todo el jardín y al  que a ella le produce un gran espanto.
Si no la llamo, en cuanto la ve asomarse por la puerta del galpón, le lanza unos ladridos ensordecedores que se oyen por encima del sonido de la cortadora. Después, se retira muy digna y viene a mi llamada, no sin antes lanzarle una mirada furibunda, en la que le dice que a pesar de todo ella es la que manda.






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