jueves, 29 de octubre de 2020

VIVOS E MORTOS

 De polvo y fango nacidos,

fango y polvo nos tornamos                          ¿por qué, pues, tanto luchamos
si hemos de caer vencidos.?

Rosalía de Castro


A lo largo de la historia, el gallego ha ido construyendo una relación muy cotidiana con la muerte que tiene una gran presencia en su sociedad.

Aún en el mayor dolor provocado por la muerte de un ser querido, la familia del fallecido no olvidaba un hábito fundamental de la comunidad: la hospitalidad. Con el cuerpo presente  la familia recibía los pésames de sus vecinos, a los que agasajaba con sus mejores alimentos, vinos o licores para hacer la velada del muerto más llevadera. Era común que las mujeres se situaran en torno al cuerpo rezando y los hombres, después de alabar las virtudes del finado, se ponían al día sobre los últimos acontecimientos ocurridos en la parroquia entre trago y trago de un buen aguardiente o vino del país. Con ello un velatorio se convertía, además de en una expresión del culto a los muertos, en un motivo de reunión comunitaria en la que la gastronomía volvía a servir de nexo en la relación social.

 La familia agradecía estas muestras de afecto de parte de sus vecinos ofreciendo, dentro de las posibilidades de cada cual, lo mejor que tenía, abriendo su casa y compartiendo sus mejores viandas. En alguna comarcas los familiares cocían una hornada de pan que llevaban en cestas durante el cortejo fúnebre para agasajar a los acompañantes del entierro y entregar al sacerdote una bolla: "la bola do enterro".

El otro mundo es un espacio muy próximo, no solamente porque es una cita que todos tenemos inevitablemente, sino también por estar presente en nuestras vidas. Los muertos no están solo en los cementerios. Sus espíritus pueden caminar en esa inquietante procesión de ánimas conocida como " A Santa Compaña", pueden dirigirse anónimos en cuerpos de reptiles a Teixido, pueden hacerse presentes a través de múltiples aspectos y fenómenos, Cada conmemoración de la defunción es costumbre realizar una misa de aniversario que se conoce como " o cabodano" y el día de Difuntos es el momento en que se honra a los muertos.

 Cuando cae la noche se encienden cirios y lámparas de aceite para que los que nos han abandonado sepan que tienen una luz que vela por ellos, que no han sido olvidados.

En la comarca de Ferrol los niños preparan las tradicionales calabazas con una vela en el interior, que mantendrán encendidas durante la noche para espantar a las meigas, en un intento de recuperación de una tradición relacionada con el culto a la muerte que nos han legado nuestros antepasados celtas durante esta noche, la más peligrosa del año, en la que los celtas creían que las puertas que comunican este mundo con el más allá se abrían y los espíritus iban y venían a su antojo, por eso los guerreros celtas colocaban una pequeña vela en las calaveras de sus enemigos derrotados, para ahuyentar sus espíritus.

A pesar del miedo que tendríamos que superar. ¿Quien no querría volver a ver a aquellos que tanto quisimos y queremos, al otro lado de la puerta.?

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