El Druída en la religión de los antiguos pueblos celtas, era la persona que ejercía las funciones de sacerdote, poeta, juez y legislador. Gracias a su exigente y larga educación, adquirieron un prestigio sin igual en la antigua Galia.
Los más importantes fueron los que se establecieron en la Galia y en las Islas Británicas,donde eran los depositarios de toda la tradición oral de los pueblos celtas.
Creían en la inmortalidad del alma, tenían la creencia de que sus muertos continuaban viviendo en otro mundo.
Compartían la predilección por el estudio del universo y los números.
A pesar de su elevada posición social, participaban en el resto de las labores de la comunidad, tanto en los trabajos agrícolas como en las campañas militares aunque su principal ocupación era la educación de los jóvenes, el arbitraje de los distintos litigios ocurridos entre las diversas tribus y la celebración de los distintos ritos religiosos. Profesaban una filosofía cuyo objetivo era lograr que las relaciones entre los hombres fueran más armoniosas; además, su vida estaba basada en la observación de la naturaleza, en la que descubrieron los usos medicinales de un buen número de plantas. Consideraban al tejo como un árbol mágico, del cual extraían la sabia y recogían la corteza y las bayas para hacer ungüentos y conjuros
Los druidas tanto hombres como mujeres gozaban de un gran prestigio en la sociedad celta. Ni siquiera el Rey podía tomar la palabra en una asamblea antes que su druida.
A pesar de la conquista y romanización de la Galia y la Britania que tuvo lugar a partir del siglo III d. C. la cultura gala y la religión druídica mantuvieron casi plenamente su vitalidad hasta que fueron progresivamente marginadas, perseguidas y asimiladas por el cristianismo. En la parte norte de la Península, la influencia romana fue menor y ello ha permitido que en esta zona se conserven más restos de los celtas.
El cristianismo hizo todo lo posible por erradicar cualquier tipo de culto religioso pagano. Los cultos druídicos pueden considerarse definitivamente extinguidos en la segunda mitad del primer milenio de la era cristiana.
La sierra lucense es uno de los pocos lugares de Galicia en los que se conserva el "árbol de la muerte". El tejo es un árbol mágico que puede llegar a vivir cientos de años. Allí, en la sierra del Caurel, como escondidos de las miradas de ojos indiscretos, todavía se levantan orgullosos apuntando al cielo. Árboles sagrados que fueron venerados por los druidas celtas en sus rituales.
Las tierras altas del Caurel están cargadas de ancestrales energías. Un santuario verde, un conjunto montañoso, un atierra olvidada que se queda sin gente. Un bosque considerado como el santuario Europeo del tejo- venerado por los celtas- y el acebo que conviven con robles, hayas, avellanos, castaños y olmos entre otras.
Aquí, afirman algunos, se encuentra el Monte Medulio, espacio sagrado donde los antiguos pobladores de estas tierras prefirieron suicidarse antes de caer en manos de los romanos que los asediaban sin cesar bebiendo una bebida realizada con las bayas de los tejos, altamente venenosas.
Este lugar, el Monte Medulio, quedó inmortalizado para siempre en la historia de Galicia, como el lugar en el que un pueblo prefirió la muerte antes de entregarse al invasor.
Los más importantes fueron los que se establecieron en la Galia y en las Islas Británicas,donde eran los depositarios de toda la tradición oral de los pueblos celtas.
Creían en la inmortalidad del alma, tenían la creencia de que sus muertos continuaban viviendo en otro mundo.
Compartían la predilección por el estudio del universo y los números.
A pesar de su elevada posición social, participaban en el resto de las labores de la comunidad, tanto en los trabajos agrícolas como en las campañas militares aunque su principal ocupación era la educación de los jóvenes, el arbitraje de los distintos litigios ocurridos entre las diversas tribus y la celebración de los distintos ritos religiosos. Profesaban una filosofía cuyo objetivo era lograr que las relaciones entre los hombres fueran más armoniosas; además, su vida estaba basada en la observación de la naturaleza, en la que descubrieron los usos medicinales de un buen número de plantas. Consideraban al tejo como un árbol mágico, del cual extraían la sabia y recogían la corteza y las bayas para hacer ungüentos y conjuros
Los druidas tanto hombres como mujeres gozaban de un gran prestigio en la sociedad celta. Ni siquiera el Rey podía tomar la palabra en una asamblea antes que su druida.
A pesar de la conquista y romanización de la Galia y la Britania que tuvo lugar a partir del siglo III d. C. la cultura gala y la religión druídica mantuvieron casi plenamente su vitalidad hasta que fueron progresivamente marginadas, perseguidas y asimiladas por el cristianismo. En la parte norte de la Península, la influencia romana fue menor y ello ha permitido que en esta zona se conserven más restos de los celtas.
El cristianismo hizo todo lo posible por erradicar cualquier tipo de culto religioso pagano. Los cultos druídicos pueden considerarse definitivamente extinguidos en la segunda mitad del primer milenio de la era cristiana.
La sierra lucense es uno de los pocos lugares de Galicia en los que se conserva el "árbol de la muerte". El tejo es un árbol mágico que puede llegar a vivir cientos de años. Allí, en la sierra del Caurel, como escondidos de las miradas de ojos indiscretos, todavía se levantan orgullosos apuntando al cielo. Árboles sagrados que fueron venerados por los druidas celtas en sus rituales.
Las tierras altas del Caurel están cargadas de ancestrales energías. Un santuario verde, un conjunto montañoso, un atierra olvidada que se queda sin gente. Un bosque considerado como el santuario Europeo del tejo- venerado por los celtas- y el acebo que conviven con robles, hayas, avellanos, castaños y olmos entre otras.
Aquí, afirman algunos, se encuentra el Monte Medulio, espacio sagrado donde los antiguos pobladores de estas tierras prefirieron suicidarse antes de caer en manos de los romanos que los asediaban sin cesar bebiendo una bebida realizada con las bayas de los tejos, altamente venenosas.
Este lugar, el Monte Medulio, quedó inmortalizado para siempre en la historia de Galicia, como el lugar en el que un pueblo prefirió la muerte antes de entregarse al invasor.