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Las formas del silencio
de Carmen Pardo
Es preciso perderse para empezar a escuchar.
Es preciso hacer el silencio en la escucha y en la mirada para descubrir las formas del silencio.
El silencio se escribe, se ofrece a la escucha. En la escritura musical el silencio es figura y cada nota figurada
posee su recíproca figura silenciosa, la figura de pausa. Una figura que mide el silencio.
En el lenguaje verbal también se grafía el silencio. Así, los puntos suspensivos dejan colgado el discurso, lo
suspenden. Pero el valor de estos puntos depende de la palabra que los antecede.
Tanto el silencio del lenguaje como el silencio que se introduce en la música suelen ser respiraciones que reclaman
la atención. Respirar será crear el hueco en el que la atención puede desplegarse. El silencio es entonces como
un suspiro, el nombre con el que la tradición francesa del s.XVIII designaba al silencio del valor de una negra
en música. El silencio de negra es un suspiro, el de corchea medio suspiro, el de semicorchea un cuarto de suspiro...
Y en este suspirar tal vez sea posible modificar la forma en que se escucha, transformar el oído.
Aprender a escuchar, aprender a escuchar el silencio y el sonido van a provocar una autoalteración. Esta es como
es sabido, la enseñanza que nos brinda el músico norteamericano John Cage quien de modo magistral enseñó a
escuchar las formas del silencio. Unas formas que requieren destruir la grafía del lenguaje, de la memoria, para
mostrar que silencio y sonido siempre están en continuidad.
1. Y en el centro... el silencio
En 1937, en una charla realizada en Seattle, el músico afirmaba: "Si la palabra "música" se considera sagrada y
reservada para los instrumentos de los siglos dieciocho y diecinueve, podemos sustituirla por otro término más
significativo: organización de sonido" . Esta definición, empleada asimismo por el músico francés Edgar Varèse,
expresaba la voluntad de transformar la composición musical en un lugar de organización donde tuvieran cabida
todos los sonidos:
los ruidos y el silencio. De este modo, la música del s.XX se fue alejando de un sistema composicional que,
comúnmente, era designado con la metáfora de la arquitectura.
En el interior de esa metáfora, el silencio posee un valor cuantitativo: la figura que lo representa y que indica por
cuanto tiempo se debe interrumpir la nota, así como un valor que podría llamarse intensivo y que depende del
lugar que ocupa el silencio en la composición. El modo en que se escucha el silencio en esas construcciones viene
determinado, generalmente, por la manera en que se atiende al sonido. Pero, se podría asimismo, escuchar el
sonido que continúa en función del silencio que le precede. No obstante, esta segunda posibilidad solía quedar
relegada y cuando se hablaba del silencio en música, se acostumbraba a afirmar que la función del silencio consistía
en concurrir al sentido de la melodía. En consecuencia, el silencio se convierte en una pausa cargada de intención.
El silencio es entonces ese suspirar que capta la atención con una intención prefijada, un silencio que puede crear
expectativas, un silencio que interrumpe...
Este procedimiento, se encuentra todavía prendido en la dualidad entre sonido y silencio. En este sentido, se
acostumbra a aludir al efecto o efectos que puede provocar el silencio. Unos efectos que están anclados en un
silencio que es solamente concebido como ausencia de sonido.
Frente a este silencio marcado con las huellas de la ausencia, los sonidos de la composición musical se presentan,Atender al silencio es escuchar lo que usualmente se escapa, lo que pasa desapercibido. Para ello es preciso parar
la actividad que urge y dirige hacia lo que se debe hacer o escuchar. Se hace necesario detener la rueda del dharma
por así decirlo, ocupando los tiempos fuertes, los tiempos que obtienen la máxima audiencia. El engarce entre los
sonidos, sabiamente conducidos, puede producir entonces lo que en el barroco se denominaban los afectos, o en
el romanticismo la expresión musical. Pero ¿qué ocurre cuando la composición se inicia con un silencio?, ¿cuando
el silencio ocupa los tiempos fuertes?
Se produce un contratiempo que puede dotar de una nueva dimensión a esa efectividad del silencio, que lo sitúa
en un obrar indeterminado aún, en un estado de indecisión. Esta indecisión del estado silencioso, en el que aquello
que se escucha es a veces pensado como si fuera el silencio mismo, es lo que se anuncia cuando se hace del silencio
una efectividad mayor. Se trata entonces de un silencio que se iguala al Vacío, a la Nada, pero que aún puede ser
inscrito en la dualidad entre sonido y silencio. Sin embargo, sólo hay que seguir escuchando para darse cuenta
de que después, cuando el sonido se inicia, las indecisiones van cobrando forma y el silencio suele ser relegado